Uwe Afemann

Si bien la Internet se expande hoy de manera más veloz que cualquier otro medio en el pasado, la mayor parte de la población mundial ha quedado excluida de este adelanto. La «brecha digital», es decir, el abismo entre las posibilidades tecnológico-informáticas de las naciones industrializadas, por una parte, y de los países en desarrollo, por la otra, parece insalvable. También las nuevas tecnologías, tales como los teléfonos móviles, sólo acrecientan las posibilidades de acceso a los flujos informativos mundiales de la población acaudalada de dichos países. Las regiones rurales, sobre todo de África y Asia del Sur, deberán esperar aún mucho tiempo antes de poder contar con ­estas posibilidades. Uwe Afemann es colaborador científico en el Centro de Informática de la Universidad de Osnabruck. Este artículo es una reproducción de la revista «Entwicklung und Zusammenarbeit» (Desarrollo y Cooperación), No 42, año 2001, 4 de abril, publicado por la Fundación Alemana para el Desarrollo Internacional (DeutscheStiftung für internationale Entwicklung, DSE).

Se busca acceso

La mayor parte de la población mundial carece de acceso a los nuevos medios

«Todas las personas, independientemente de donde vivan, deberían estar en condiciones de participar de los beneficios de la sociedad global de la información; nadie debería quedar excluido de ella». Esta ambiciosa meta fue formulada por los jefes de gobierno y de estado de las siete naciones industrializadas más poderosas así como de Rusia (G8) con ocasión de la cumbre celebrada en el verano de 2000 en Okinawa, Japón (www.g8kyushu-okinawa.go.jp/). La Carta de Okinawa sobre la Sociedad Global de la Información insta a los donantes bilaterales y multilaterales a colaborar con el sector económico para cerrar o al menos reducir la brecha digital entre el Norte y el Sur. Un desafío colosal, amén de costoso, como se expondrá a continuación.

¿Quién tiene acceso a Internet?

Internet se expande a un ritmo más acelerado que cualquier otro medio en el pasado. Poco después de sus inicios, en agosto de 1981, sólo había 213 servidores de Internet a nivel mundial. En la actualidad son alrededor de 80 millones. En tanto que en un comienzo el número de servidores se duplicaba en forma anual, últimamente el ritmo de aumento es menor. En 1999, sólo en Latinoamérica se pudo observar una duplicación de los servidores (un aumento de 136%). En segundo lugar se encontraban los Estados Unidos de Norteamérica con un 74%, en tanto que Asia, con un 61%, ocupó el tercer lugar y Europa, con un 30%, el cuarto. En África el aumento de los servidores se limitó a un 18%.

Aproximadamente el 85% del total de los servidores se encuentra en las naciones del grupo G7, donde, por otra parte, se concentra el 11% de la población mundial. Por el contrario, los países más densamente poblados de Asia, África y Latinoamérica —a saber, China, India, Nigeria y Brasil, cuyas poblaciones representan el 43% del total— sólo cuentan, en conjunto, con el 0,75% de los servidores, de los cuales el 0,62% corresponde a Brasil. En la mayoría de los países en desarrollo, sólo en las ciudades grandes la población tiene posibilidades de acceder plenamente a Intenet y sus servicios, como el correo electrónico y la WWW. Fuera de las metrópolis, las posibilidades por lo general se reducen al correo electrónico.

En noviembre de 2000, un total de 378 millones de personas, es de?cir, el 6% de la población mundial, eran usuarios de Internet (véase gráfico): en Estados Unidos la cifra ascendía al 54%; en Alemania, al 22%; en China, al 1,3%, y en África, con sus 800 millones de habitantes, a apenas un 0,4%. De los aproximadamente tres millones de africanos con acceso a Internet, 1,8 millones correspondían a Sudáfrica. En los demás países africanos, en promedio sólo el 0,01%, o bien uno de cada 10.000 habitantes, puede acceder a la red digital mundial.

Según el «Informe sobre el Desarrollo Humano 1999» del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, www.unpd.org), el 93% de los usuarios de esta red se encuentra dentro del 20% de las personas más ricas del mundo. Del 20% de las personas más pobres de la población mundial, sólo el 0,2% dispone de acceso a Internet.

Para acceder a Internet se precisa un teléfono, una computadora con módem y, evidentemente, electricidad. En los países pobres y especialmente en las regiones rurales, el que se dé tan sólo una de estas condiciones ya es una excepción; para qué hablar de las tres.

Las dimensiones técnicas de la brecha digital

El 80% de la población mundial no tiene teléfono. En 49 países, de los cuales 35 son africanos, la relación es de un teléfono por algo más de 100 habitantes. En el total de los países en desarrollo el promedio es de 5,2 teléfonos por cada 100 habitantes, mientras que en las naciones industrializadas este primer número asciende a 54. Pero también entre las distintas regiones del Sur hay diferencias considerables: en Latinoamérica, la relación es de 10,2 teléfonos por cada 100 habitantes; en Oriente Próximo y el Norte de África, de 6,5; en Asia Oriental y la Región del Pacífico, de 4,1. Tanto en Asia Meridional como en la región subsahariana de África, la situación es especialmente deplorable con tan sólo 1,4 teléfonos por cada 100 habitantes, respectivamente. En África, a su vez, el 90% de todas las conexiones telefónicas corresponden a Sudáfrica.

En lo que a los países en desarrollo se refiere, se observa a la vez una marcada diferencia entre la situación en las zonas urbanas y en las regiones rurales. El mayor número de teléfonos se encuentra en las ciudades y, entre éstas, obviamente en las capitales. Así por ejemplo, el 50% de todos los teléfonos de África se encuentra en las capitales del continente, a pesar de que en ellas sólo vive el 10% de la población. En Asia Meridional, donde la mayoría de las personas vive en el campo (en relación con el total de la población asiática), la diferencia en el acceso al teléfono entre la ciudad y el campo es, con una proporción de 7 a 1, la más marcada (véase tabla 1).

Tabla 1:

Región Relación entre la cantidad de teléfonos en el campo y en las ciudades Proporción de la población urbana
Países con ingresos altos 1/1 77,8%
Europa Oriental y Asia Central 2/1 66,6%
Latinoamérica y El Caribe 2/1 74,2%
África Subsahariana 3/1 32,4%
Oriente Próximo y África del Norte 5,5/1 55,6%
Asia Oriental y Región del Pacífico 5,5/1 34,6%
Asia Meridional 7/1 28,9%

Fuente: Banco Mundial, UNDP

Como el acceso a Internet por medio del teléfono sólo es posible si la calidad de la transmisión de este último es satisfactoria, la situación es aun más deplorable debido al bajo rendimiento de las redes telefónicas. Para determinar la calidad de una red telefónica se ha establecido como pauta el número de interferencias anuales por cada cien ­conexiones telefónicas. Según la Comisión Económica para África (Economic Commission for Africa – ECA, www.uneca.org), en 1999 esta cantidad fue de 7 en el caso de las naciones industrializadas, de 22 a nivel mundial y de 116 en África Subsahariana.

En cuanto a las computadoras, una abrumadora mayoría de éstas se encuentran en los países del Norte: tan sólo las dos terceras partes en los países del G7. De acuerdo con las informaciones más recientes de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (International ­Telecommunication Union – ITU, www.ituz.int), en los Estados Unidos, en 1999 el 51% de la población disponía de una computadora, en ­Europa (incluidos los países en proceso de transformación), el 14,6%; en Asia, el 2,5% y en África, el 0,88%. En India, país que siempre es nombrado como un ejemplo de que también los estados pobres se pueden beneficiar de los nuevos medios, sólo la exigua cantidad de 0,33% de la población poseía una computadora.

El tercer requisito para tener acceso a Internet, a saber, una adecuada red eléctrica, sólo rara vez se ve cumplido en los países en desarrollo. La situación más frecuente se caracteriza por un abastecimiento absolutamente inestable, frecuentes apagones en las ciuda?>des y la falta total de electricidad en el campo. A nivel mundial, una de cada tres personas vive sin electricidad: en África, nada menos que el 70% de la población rural se ve afectada por esta situación; en los estados de Bihar y Bengala Occidental, en India, sólo 15 de cada 100 hogares cuenta con abastecimiento de energía eléctrica. El consumo de energía eléctrica de las naciones industrializadas más ricas es diez veces mayor que el consumo total de todos de los países en desarrollo y 100 veces mayor que el de los países menos desarrollados del mundo.

¿Es el teléfono móvil una alternativa?

En el debate sobre la forma más rápida de salvar la brecha digital entre el Norte y el Sur siempre se vuelve a señalar la alternativa de que los países pobres renuncien al complejo, prolongado y costoso proceso de instalación y expansión de una red fija y promuevan directamente el uso de los teléfonos móviles, es decir, de los handies. De hecho, el número de usuarios de handies aumenta en los países en desarrollo de manera mucho más notoria que en las naciones industrializadas: en África, su número se duplicó entre 1998 y 1999, en tanto que en Alemania el aumento fue apenas del 69%, en Dinamarca, del 36% y en los Estados Unidos, del 24%. En numerosos países pobres el handy tiene una importancia similar a la del teléfono convencional en las naciones industrializadas. Por otra parte, este vertiginoso proceso de desarrollo se limita esencialmente a las metrópolis del hemisferio Sur, pues también el handy requiere una costosa infraestructura técnica. Alemania dispone de 40.000 estaciones emisoras de señales radio­eléctricas para teléfonos móviles. Dotar a un país como la República Democrática del Congo de la infraestructura terrestre necesaria para garantizar el uso de los teléfonos móviles a lo largo y ancho del país sería una tarea posible desde el punto de vista técnico, pero no rentable desde el punto de vista económico. En consecuencia, no ha de extrañar que la diferencia entre la cantidad de handies en las naciones industrializadas y en los países en desarrollo sea similar a la de las conexiones fijas: 1 teléfono móvil por cada 100 habitantes en África en comparación con 65 por cada 100 en Finlandia.

El handy, sin embargo, (aún) no sirve para aprovechar todos los servicios que ofrece Internet, debido a que su capacidad de transmisión de sólo 9,6 kilobytes por segundo (kbps) es insuficiente. (A través de una línea telefónica análoga normal se pueden transmitir hasta 56 kbps). Pero, en lugar del handy se podrían utilizar otras formas de radiotransmisión de datos. Las radioestaciones para comunicaciones con una capacidad de transmisión del orden de 2 a 10 megabytes por segundo (mgps) y con un alcance de 4 a 5 kilómetros cuestan aproximadamente US$ 1.500, y con un alcance de hasta 20 kilómetros, alrededor de US$ 3.500. Las comunicaciones con una capacidad de transmisión de 1,2 a 56 kbps en la banda de muy alta frecuencia requieren una inversión de entre 500 y 1.000 dólares, de manera que desde el punto de vista de los costos no son mucho más caras que una conexión telefónica convencional. Las comunicaciones de onda corta con una capacidad máxima de 2,4 kbps (es decir, aptas a lo sumo para usar el correo electrónico) tienen un costo de 7.000 a 8.000 dólares por estación. Según las condiciones geográficas, estas instalaciones pueden cubrir distancias de hasta 70 kilómetros.

Si se desea transmitir cantidades mayores de datos o cubrir distancias excesivamente grandes, entonces se precisa una conexión por satélite, ya se trate de satélites geoestacionar?ios (GEO) o de baja órbita (low-earth-orbit – LEO). Los satélites estacionarios no giran en torno a la Tierra, sino que se mueven a una altura de 33.000 kilómetros en sincronía con la rotación de la Tierra, cubriendo, en consecuencia, siempre la misma región y ofreciendo acceso permanente. Una estación de emisión y recepción para un satélite GEO tiene un costo de aproximadamente 30.000 dólares y los gastos mensuales para una comunicación de 128 kbps son del orden de los 3.000 a 5.000 dólares. Para el funcionamiento de dichas estaciones se requiere personal ­especializado.

Los satélites LEO giran en torno a la Tierra a una altura de 800 kilómetros y pueden ser aprovechados, en consecuencia, sólo durante unos quince minutos desde la zona que sobrevuelan. Esta es la razón por la cual se los emplea exclusivamente para los servicios de correo electrónico. Un satélite LEO es —por así decirlo— un buzón volador. En 1997, una estación de emisión y recepción tenía un valor de aproximadamente 4.500 a 6.000 dólares. La ONG estadounidense Volunteers in Technical Assistence – VITA (Voluntarios para la Asistencia Técnica) se vale de esta técnica para sus trabajos en regiones distantes del mundo.

En África, por ejemplo en la Región de los Grandes Lagos o en el Cuerno de África, pero también en Angola o Mozambique, organizaciones tales como el World Food Programm – WFP (Programa Mundial de Alimentación, www.wfp.org), UNICEF (www.unicef.org) y la organización británica de asistencia OXFAM (www.oxfam.org) usan las ondas de alta frecuencia (HF) para transmitir datos de Internet. En la Región de los Grandes Lagos se cuenta con 55 estaciones de alta frecuencia para la transmisión de mensajes electrónicos. Cada estación tiene un costo de 10.000 dólares, suma en la que no están incluidas ni una? computadora ni una impresora. Debido a que los datos no se transmiten de manera automática, se requiere además contar con personal especializado. A todo ello se suma una velocidad de transmisión muy baja.

Gracias a un mayor desarrollo del sistema de correo en las bandas VHF y UHF (frecuencia ultraelevada) se han podido reducir los costos de una estación a unos 1.000 dólares. Igualmente, se ha mejorado la velocidad de transmisión a 19,2 kbps. En las bandas VHF y UHF se pueden cubrir distancias de hasta 50 y 60 kilómetros.

En Goma, en la República Democrática del Congo, el proveedor ugandés Bushnet (www.bushnet.net) ofrece entre sus servicios la transmisión de cartas en forma de correo electrónico —con un módem de alta frecuencia—a Kampala, en Uganda, desde donde son enviadas a todo el mundo. Por una hoja tamaño DIN-A4 cobra más de US$ 2,00, es decir, es un servicio bastante caro. Pero, por otra parte, siquiera ­hace posible el intercambio de cartas.

¿Cuánto costaría posibilitar el acceso de siquiera la mitad de la población mundial?

Lo anteriormente expuesto demuestra que para los países en desarrollo las telecomunicaciones inalámbricas distan mucho de ser una alternativa económicamente interesante o factible frente a la red alámbrica. La tabla 2 revela el costo que supondría dotar a Nigeria, India, China y Brasil —países que en conjunto concentran el 43% de la población mundial— de una infraestructura electrónico-informática comparable al promedio mundial, con 15 conexiones telefónicas fijas y 15 computadoras por cada 100 habitantes.

Este cálculo estimativo se basa en costos de inversión de 1.000 dólares por conexión telefónica en las zonas urbanas y 5.000 dólares en l?as regiones rurales. En relación con los datos proporcionados por la ITU, estas estimaciones son bastante bajas. Los costos de una computadora y un módem fueron estimados en 1.500 dólares. Al respecto también se debe tener en cuenta que en muchos países en desarrollo los impuestos de importación de artículos de lujo son altos o muy altos. Según informaciones proporcionadas por el PNUD, un ciudadano de Bangladesh con un ingreso promedio debe invertir ocho sueldos anuales para adquirir una computadora; un ciudadano de los ­Estados Unidos, sólo un sueldo mensual. En el cálculo no se han previsto los eventuales costos del tendido eléctrico.

En India, un grupo de ingenieros ha ideado una modalidad interesante y relativamente económica para posiblitar el acceso a Internet de un gran número de personas. Pretenden utilizar los cables que corren en forma paralela a las líneas del ferrocarril para transmitir datos. Debido a que, en promedio, cada ocho kilómetros se encuentra una estación y una aldea, los costos de un acceso a nivel nacional podrían reducirse considerablemente. En la India meridional ya se ha puesto en marcha un proyecto piloto. Pero estos ingenieros se enfrentan con dos problemas: uno, que en las regiones rurales el abastecimiento de energía eléctrica es sumamente deficiente; y dos, que los potenciales usuarios de Internet carecen de poder de compra; sencillamente no tienen el dinero para comprarse una computadora. Y tampoco tendrían el dinero para cubrir los costos mensuales que implica el uso de Internet, los que en relación con los ingresos son obviamente mucho más altos que en las naciones industrializadas: van desde el 1,2% del ingreso per cápita en los EE.UU. hasta casi un 70% en Mozambique y un 118% en Sierra Leona.

Tabla 2:

Estado Nigeria India China Brasil  
Habitantes (en millones) 106,4 982,2 1255,7 165,9 2510,2
Usuarios de Internet (en miles) 100 4500 16,900 8650 30,150
Teléfonos por cada 1000 habitantes 4 22 70 121  
Computadoras por cada 1000 habitantes 6 3 9 30  
Proporción en relación con la población mundial 1,83% 16,88% 21,58% 2,85% 43,13%
Proporción en relación con los usuarios de Internet a nivel mundial 0,03% 1,19% 4,48% 2,29% 7,98%
Población urbana 42,2% 27,7% 32,7% 80,2%  
Inversiones necesarias en el sector telefónico (en miles de millones de US$) 51 489 371 9  
Inversiones necesarias en computadoras (en miles de millones de US$) 23 217 266 30  
Inversiones total?es necesarias (en miles de millones de US$) 74 706 636 38 1454
Deudas externas (en miles de millones de US$, 1998) 30,375 98,232 154,599 232,004  
Producto interno bruto (en miles de millones de US$) 41,1 430 959 778,2  

Fuente: PNUD, NUA (www.nua.ie)

¿Telecentros públicos en vez de acceso individual a Internet?

Las cifras sobre la infraestructura técnico-informática en los países en desarrollo y sobre los recursos que habría que invertir a fin de desarrollar esta infraestructura de manera significativa permiten apreciar cuán profunda es la brecha digital entre el Norte y el Sur y cuán ingentes esfuerzos se precisan para salvarla. Los recursos públicos son insuficientes para emprender esta tarea y, no obstante el creciente compromiso de las empresas de telecomunicaciones, de hardware y software con este sector en los países en desarrollo, es del todo improbable que el sector económico privado esté dispuesto a invertir en sectores y regiones que aún por un tiempo indefinido deberán ser subvencionados. En consecuencia, el PNUD propone, como fuente de financiamiento, gravar el correo electrónico con un impuesto especial. Un gravamen de sólo un centavo de dólar por cada 100 mensajes electrónicos reportaría, según el PNUD, anualmente 70 millones de dólares, los cuales podrían ser invertidos en el sector de la información de los países en desarrollo. Una sugerencia similar fue formulada ya en 1994 por los representantes de ONG internacionales con ocasión de una conferencia celebrada en Nueva Delhi.

Una alternativa más económica podría ser el acceso público: cibercafés, telecentros o cabinas públicas, como ya existen desde hace algunos años en diferentes países en desarrollo. Según la Secretaría de las Naciones Unidas representan tanto una forma de ofrecer también a las personas menos favorecidas acceso a Internet y otros medios, como la única alternativa factible frente al acceso individual que caracteriza a las naciones industrializadas. La National Telephone Cooperation Association – NTCA (www.ntca.org), una asociación estadounidense de empresas y cooperativas telefónicas que operan en zonas ? rurales, estima que un telecentro implica una inversión de 40.000 a 100.000 dólares, en tanto que para un sencillo centro de llamadas telefónicas se precisan entre 3.000 y 10.000 dólares. Los gastos regulares los calcula en unos 53.000 a 75.000 dólares anuales.

Sin embargo, el Instituto Panos (www.oneworld.og/panos), con sede en Londres, advierte —en relación con los telecentros— que se debe proceder con cautela y evitar la euforia:

 «Como en todos los avances relacionados con Internet, es simplemente demasiado temprano para evaluar el alcance de tales iniciativas. Eso sí, existen pocos indicios que permitan suponer que los telecentros vayan a expandirse a zonas donde sólo con dificultades se puedan sufragar los propios costos, lo cual en la mayoría de los países en desarrollo se limita a las ricas ­onas urbanas».

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