Liam Kane

La educación popular vista «desde muy lejos»

Fue un gran honor para mí recibir del CEAAL una invitación para contribuir a este proceso de reflexión sobre la educación popular en América Latina. Les ofrezco, entonces, algunos pensamientos desde muy lejos, de Escocia.

Los principales aportes de la educación popular de los últimos cuarenta años

Hay muchísimos, tanto teóricos como prácticos, pero me limito a hablar de los siguientes:

El compromiso político
Es la base fundamental; el mundo es injusto y si la educación no se compromete a cambiarlo con y a favor de los más explotados y excluidos, lo mantiene tal como es: no puede haber neutralidad. Para ustedes puede que eso ya sea tan obvio que ni siquiera haya que repetirlo. Aquí, sin embargo, donde ‹educación› significa ‹educación del Estado›, el discurso oficial y profesional proclama lo contrario y a los educadores nos exhortan a aspirar a una supuesta neutralidad política.

Sujetos auténticos
Es una idea sencilla pero realmente revolucionaria. El trabajo educativo-político no consiste en hacer educación política bancaria de izquierda, sino en ayudar a que la gente pueda pensar y actuar con autenticidad y no estar siAmplemente dirigida por otros, por muy buenos que sean. Esta idea tiene décadas de existencia, pero ciertamente por aquí no ha empezado a penetrar en la conciencia de la gran mayoría de los activistas políticos.

Saber popular
Coexistente con el saber académico, técnico y experto, existe una variedad de saberes populares: no hay simplemente ignorancia.

Diálogo
La educación debería consistir en un diálogo entre estos diferentes saberes. Junto con la idea de ‹sujetos auténticos›, este principio es lo que le permite al educador aportar sus ideas con honestidad pero sin manipulaciones (el papel del educador popular no debería restringirse al de un ‹facilitador›).

Acción
La EP tampoco se restringe a la contemplación cerebral; debería ayudar a que la gente pueda hacer intervenciones efectivas en el mundo para cambiarlo.

Educación ligada a movimientos
La experiencia latinoamericana, en la que se ha considerado que ‹el movimiento social es la escuela›, ha sido inspiradora aquí forzándonos a repensar nuestras prácticas. También las experiencias concretas de varios movimientos han servido de inspiración.

La metodología
En un momento determinado, la metodología de la EP latinoamericana -sus variadas concepciones, pero más bien sus famosas técnAicas participativastuvo impacto por aquí. Claro que, como en todas partes, muchas veces se consideraba, erróneamente, que con sólo usar una u otra técnica, eso ya era hacer EP. Creo que con toda la transfertilización metodológica que ocurre actualmente entre una pluralidad de disciplinas y prácticas educativas, hoy día el aporte puramente metodológico es menos importante que antes.

El contexto actual

Se habla de ‹los profundos cambios desde fines de los años ochenta›, de la reformulación ‹de diversos planteamientos sobre el cambio social y sobre la acción política›, de que ‹se ha afirmado la idea de la complejidad para comprender la realidad› y se pregunta: ¿qué es lo que sigue vigente de los planteamientos centrales de la educación popular y qué es lo que se ha replanteado (o lo que debe ser replanteado)?

Sería mejor ya declarar que tanto en Escocia como en Latinoamérica, considero que en general se habla, de manera muy exagerada, de una llamada ‹crisis de paradigmas› y de la llegada de una edad supuestamente ‹postmodernista›. A eso respondo diciendo que:

  • Hablar de esta manera es hacer un análisis y adoptar una posición ideológica sobre el mundo, algo que deberíamos reconocer abiertamente y no permitir que se presente como verdad indiscutible. No estoy en contra de la adopción de una posición ideológica -al contrario, es imposible no tener unapero creo que es importante nombrarla explícitamente.

  • Mientras esta posición ideológica contribuye a algo, por cierto a la comprensión del mundo actual, opino que en general está basada en un análisis erróneo del significado de la caída del muro de Berlín y el fin de la revolución sandinista (es decir, que éstos llegaron a simbolizar el fracaso inevitable del socialismo). Además, son ideas difundidas sin parar por los medios de comunicación dominantes y mi inclinación es examinarlas con mucha conciencia crítica.

En cuanto a la idea de la complejidad, pienso que deberíamos andar con cuidado y no ir complicando cosas que pueden ser, en su esencia, bastante sencillas.

A un nivel, sí reconozco que la idea de la complejidad sirve de algo. Antes se veía todo en blanco y negro, sin matices: ricos contra pobres, opresores contra oprimidos, la necesidad de hacer revolución y ya. Ahora somos más sensibles a una pluralidad de opresiones: de género, etnia, medio ambiente, orientación sexual y demás; y puede haber opresor y oprimido dentro de una comunidad, incluso una misma persona, y según el contexto el opresor puede ser más o menos visible. Lo cual significa, por consecuencia, que la EP tiene que tomar esa complejidad en cuenta y responder de una manera adecuada.

Sin embargo, a otro nivel más profundo, en su esencia, el problema fundamental no es tan complejo y sigue siendo el de antes: un sistema económico-político particular, el capitalismo, defendido por sus gerentes beneficiarios. Es la fuente de todos y estos problemas de la complejidad, los cualeAs no existen por separado sino que están íntimamente conectados. Justo cuando ese sistema parece vivir su momento más dominante, en que sus protagonistas mayores ni se preocupan por disimular sus recientes aventuras imperialistas, y cuando el mundo está más globalizado que nunca, no comprendo esta idea postmodernista de que ya no existen ni universalidades ni metanarrativas: ¿qué el capitalismo global ya no constituye la metanarrativa más grande y universal de la historia?

Evidentemente, este análisis refleja una posición ideológica, la mía, y no la una verdad irrefutable. Pero la discusión es importante porque el análisis que hacemos del contexto tiene que influir necesariamente en nuestro análisis de la vigencia o no de diferentes aspectos de la EP, lo cual me lleva a un gran problema que tengo con la EP y que, a mi juicio, deberíamos afrontar de una manera más abierta.

Una debilidad en la concepción de la EP: la cuestión ideológica

Se supone que el buen educador popular, con su compromiso político, se niega a ser manipulador y partícipe en la educación bancaria; que problematizará la realidad y no impondrá análisis ya hechos; que a través del diálogo -en el que tendrá el derecho de contribuir con sus opinionesintentará promover una conciencia crítica de la realidad.

A pesar de una buena práctica de EP, sin embargo, me parece inevitable que la orientación ideológica del educador influya en el proceso educativo en tres ámbitos distintos:

a) Su comprensión de lo que es la ‹conciencia crítica›. Con mi orientación más o menos marxista-humanista, no sin confusiones y contradicciones, es obvio que lo que yo considere ‹conciencia crítica› no será igual a lo que piense un postmodernista.

 

b) Problematizando la realidad, las preguntas que a un educador se le ocurra hacer dependen mucho de su orientación ideológica. El nacionalista no hace las mismas que haría una feminista, y como las preguntas dirigen el diálogo-investigación hacia una u otra dirección, son importantes.

c) Y por mucho que nuestro buen educador se resista a imponer ideas, en sus contribuciones al diálogo lo que él o ella dice también tendrá que presentar alguna influencia (aunque eso también dependerá de otras cosas).

A pesar de la importancia del tema, sin embargo, en mis investigaciones latinoamericanas he encontrado poca discusión sobre la cuestión ideológica, no obstante la existencia de una variedad enorme de orientaciones ideológicas entre los practicantes de la EP. Hablando con diferentes educadores populares y analizando sus escritos, para mí queda muy claro que hay educadores populares motivados primariamente por ideologías tan variadas como la religión, el marxismo, el nacionalismo, la social-democracia, el feminismo, el postmodernismo, etcétera. Dada la discusión anteríor, en vez de actuar como si tal variedad no existiera creo que el movimiento de EP debería tratar de enfrentarse con esta reaAlidad, buscar claridad conceptual y, sin andar buscando rupturas estúpidas e innecesarias, reconocer abiertamente que el término global que es la EP abarca diferentes corrientes y filosofías.

Creo que la actual falta de claridad conceptual crea confusiones. He leído varias críticas dirigidas a educadores populares marxistas, por ejemplo, a quienes se les ha acusado de ser demasiado ideológicos. Ahora, donde hay marxistas tratando de imponer sus ideas a otros con mucha razón se les ha de criticar, pero por su mala práctica educativa que es manipuladora, no por ser ideológicos: no son ni más ni menos ideológicos que otros.

Conceptualmente, entonces, creo que los que trabajamos en la EP, tanto aquí como allá, deberíamos hacer lo siguiente:

  • Reconocer que mientras un compromiso político a favor del cam

  • bio político es integral a la EP, existe dentro de su campo una variedad de motivaciones ideológicas distintas.

  • Distinguir conceptualmente entre cuestiones de ideología y cuestiones de práctica educativa y en nuestras discusiones y debates no confundir una con otra.

  • Investigar más la relación entre la orientación ideológica del educadAor y cómo se refleja en la práctica.

  • Donde sea posible (porque en ciertas ocasiones podría ser inapropiado o mal entendido), ser abiertos con nuestras influencias ideológicas. Yo, por ejemplo, me identifico como ‹educador popular socialista›: considero que en la EP en Escocia muchos educadores están motivados por una visión nacionalista. Son compañeros, amigos y protagonistas de una práctica educativa ejemplar, pero como es inevitable que esas diferencias se traspasen a la práctica, deberíamos decirlo así.

Política, Estado, democracia e ideología en la EP latinoamericana

Aquí en el Reino Unido, la ‹madre de las democracias›, nos tienen engañados, hasta opiados, con el mito de la democracia. La manera de cambiar las cosas, dicen, es por el voto una vez cada cinco años. Independientemente de este proceso democrático, los intereses privados controlan la economía y la prensa, manipulando así gran parte del debate público. Hay mucha apatía hacia lo político y muchos se niegan a votar citando el cliché cínico de que ‹si el voto pudiera cambiar las cosas, lo abolirían›. Tieren algo de razón, sino todo.

Frente a esta impotencia, captaron nuestra atención las noticias que nos llegaban a fines de los ochenta de los esfuerzos latinoamericanos por promover prácticas de ‹democracia participativa› en ‹movimientos populares› (parecíamos no tener nada parecido) apoyados por la ‹edAucación popular›. Desde fuera de las instituciones del Estado, Latinoamérica parecía ofrecer otra visión de cómo pensar y hacer educación y política, y a pesar de las diferencias del contexto, ello nos inspiró.

Fue irónico, entonces, que justo cuando empecé a investigar con seriedad la experiencia de la EP latinoamericana, desde principios de los años noventa, el discurso de la EP fue cambiando y me tuvo bien confundido. En muchos lugares parecía que la misma democracia formal que nosotros tenemos, y que los progresistas veíamos como muy limitada, se había convertido en utopía. Cuando visité México, muchos educadores populares traspasaban su fe y energía del movimiento popular hacia el nuevo Partido de la Revolución Democrática (PRD), y admiraban a analistas que predicaban la aceptación del capitalismo y la necesidad de ambiciones más limitadas, (cuando me atreví a sugerir a un grupo de educadores populares que la EP me parecía menos radical que antes, se provocó un gran debate). Estudiando las publicaciones de los años noventa, incluso La Piragua y otras del CEAAL, en las que se hablaba mucho de la relación entre la EP y la educación formal, o de las conferencias de la UNESCO, o de diferentes teorías de educación, o de proyectos económicoeducativos relacionados con el mercado, a veces me era difícil ver qué relación tenían con el concepto radical y alternativo que había entendido inicialmente por educación popular.

En fin, no discuto que en los últimos veinte años han habido muchos cambios en el contexto, que la democracia formal (aunque de ‹baja intensidad›) es mejor que la dictadura y que la práctica de la EP tenga que reinventarse constantemente. Pero insisto en que la manera en que estos cambios se analizan depende mucAho de la orientación ideológica del analizador, un análisis que luego influirá en la práctica. En mis investigaciones dentro de la EP en Latinoamérica, me parecía que entre ustedes había más o menos tres ‹corrientes›:

  • una, que sigue con la visión radical y clasista con que nació la EP pero que reconoce anteriores debilidades y trata de sensibilizarse

  • hacia una gama de opresiones diferentes. Sigue pensando trabajar principalmente con movimientos pero no se niega a meterse en el campo de la educación pública, formal y convencional, aunque lo hace muy consciente del peligro de la cooptación;

  • otra, que no expresa ni se preocupa demasiado por ningún paradigma abierto. Más bien, realiza con energía el trabajo con grupos o movimientos y desde la práctica hace lo que le parece más adecuado;

  • y una tercera, que parece haberse adaptado tanto al discurso de la educación convencional que ya casi no habla de injusticias político-sociales, y, que me parece, está a sólo un paso de abandonar los principios de la EP.

Personalmente valoro más la primera, me interesa la segunda y temo mucho por la tercera. Lo importante, sin embargo, es que cuando pensamos en qué queda vigente en la EP no es una cuestión puramente técnica, tambAién es ideológica y cada corriente tendrá una visión diferente.

Vigencia de la educación popular y nuevas direcciones

Faltando espacio, termino rápido con unas notas sin demasiadas explicaciones, esperando que se les pueda deducir de mis argumentos anteriores.

  • Los principios básicos de la EP siguen siendo vigentes y no debemos pedir disculpas por decirlo.

  • Es evidente que éstos tienen que fortalecerse, sensibilizándose hacia nuevas formas de comprender la realidad.

  • Donde se presentan oportunidades, la EP sí debe tener diálogo con los sistemas de educación formal, pero con una conciencia clara de los peligros de ser cooptada y desaparecida. La idea brasileña de ‹un pie fuera, otro dentro›, siempre que el de fuera esté bien arraigado, me parece acertada.

  • Pero no hay que abandonar a los movimientos, el hogar propio de la EP. Con todas sus limitaciones, estar fuera del Estado posibilita la libertad de pronunciar verdades incomprometidas y pensar y actuar con creatividad: de fuera también se ejerce influencia en los sistemas formales. Históricamente, aquí en el Reino Unido, los movimientos de educAación radical optaron por ser fundados por el Estado y en muy poco tiempo ya fueron cooptados: es notable su ausencia y ha sido muy difícil reconstruirlos.

¿Y qué hacer para fortalecer un movimiento de educación popular que contribuya a la transformación social? No creo que haya tácticas ni recetas maravillosas por descubrir; es más bien una lucha a largo plazo, que avanza y retrocede, en donde lo importante es aprender de la experiencia, estar abierto a la experimentación y hacer lo mejor que se pueda dentro de las circunstancias dadas. Pero pienso que es importante:

  • Nunca perder una visión radical de cómo podría ser el mundo, aunque en un momento determinado los avances que se busquen sean pequeños.

  • Continuar con todo el buen trabajo de la sistematización y difusión de diferentes experiencias para aprender de los éxitos y fracasos.

  • Continuar haciendo alianzas con movimientos internacionales y de otros países. Creo que el Foro Mundial de Educación, iniciativa de Porto Alegre, empieza a conseguir mucho en este sentido.

 

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