Rajesh Tandon

Desafiar a los profesionales:
El imperativo actual de la gobernabilidad democrática

Gobernabilidad democrática

India es actualmente la democracia más grande del mundo, con cerca de seis décadas de vida política, y sin embargo su gobernabilidad aún deja mucho que desear. La Gobernabilidad se refiere a los sistemas y procesos para movilizar y aprovechar los recursos públicos a fin de ofrecer bienes públicos comunes. Lo anterior quiere decir, por tanto, que varios sistemas e instituciones gubernamentales se preocupan esencialmente de determinar y distribuir diversos bienes públicos. En un sentido más restringido, los bienes públicos incluyen la educación, la salud, el agua, el transporte, etc. En un sentido más amplio, la seguridad de la gente y del patrimonio, la justicia y la inclusión social, el respeto de la diversidad y el pluralismo, la libertad de expresión y asociación, la dignidad humana, etc., también constituyen bienes públicos. Ellos pueden ser percibidos además a nivel local, nacional y mundial. El terrorismo, la militarización y el cambio climático son amenazas globales que se ciernen sobre esos bienes públicos mundiales.1

¿Cuán «democrática» es esta gobernabilidad en la India de hoy? En el sentido más restringido de democracia representativa, contamos con todas las instituciones necesarias: Parlamento y poder legislativo, poder ejecutivo y ministerios, poder judicial, organismos paraestatales y comisiones, en fin, lo que uno quiera. La democracia representativa funciona a través de representantes elegidos, quienes a su vez supervisan a diversos otros organismos y actores responsables de distribuir los bienes públicos. ¿Qué sugiere nuestra experiencia? ¿Cuán eficaces son la fiscalización y el funcionamiento «democráticos» de dichos organismos y actores? ¿En qué medida estos representantes, funcionarios, organismos e instituciones demuestran receptividad y responden de sus actos frente a los ciudadanos de este país?

Es posible concluir que la capacidad de estas instituciones administrativas para rendirle cuentas al pueblo indio deja hoy en día mucho que desear. La reivindicación de derechos de ciudadanía por parte de todos los habitantes sigue siendo un espejismo. A los pobres, a las minorías, a las castas y tribus inventariadas, a las mujeres, como asimismo a millones de otros ciudadanos desfavorecidos, se les impide ejercer su derecho a disfrutar de los bienes públicos. En este sentido, la no utilización de fondos públicos para el desarrollo en estados y distritos es un indicador de esa exclusión. Es señal de que existe un «déficit democrático» en la sociedad contemporánea, ya que la rendición de cuentas por la labor desempeñada sólo se realiza «hacia niveles superiores» dentro de la jerarquía de estos organismos, y no «hacia los niveles inferiores», esto es, hacia la ciudadanía. La mera rendición de cuentas de carácter político, como queda de manifiesto en el ejercicio del derecho a voto, no es suficiente; la rendición de cuentas a la ciudadanía en general por parte de las instituciones, los funcionarios y los actores administrativos en los planos económico y social es un requisito básico que en gran medida no se cumple.

Hay quienes sostendrán que actualmente en la India puede observarse una enorme variedad de experiencias de ciudadanía. Durante varios siglos, millones de ciudadanos analfabetos, pobres e ignorantes de la India han sido objeto de discriminación en esta sociedad jerárquica. Ahora bien, ¿cuál es la situación de los ciudadanos más educados, urbanos e instruidos? ¿Están en condiciones de exigir una rendición de cuentas «democrática» de parte de tales instituciones y organismos administrativos? Son capaces de acceder a servicios básicos por los cuales incluso pagan impuestos regulares? ¿Cómo se explica que muchos de esos ciudadanos urbanos de clase media se apresuren a buscar soluciones «privadas» para acceder a bienes que son esencialmente públicos? ¿Acaso esos ciudadanos se sienten capaces de llevar una vida digna? ¿Consideran que se les está retribuyendo en bienes públicos lo que han pagado en impuestos? ¿Alguna vez se les consulta sobre temas relativos a la movilización de recursos públicos mediante la tributación, los gravámenes y otras medidas?

Vocación profesional

Si bien esas preguntas resultan pertinentes desde el punto de vista de todos los ciudadanos del país, adquieren una significación especial desde la perspectiva de los profesionales, en especial de los profesionales del desarrollo. Como profesionales del desarrollo emprendemos iniciativas tendientes a poner diversos bienes públicos al alcance de los ciudadanos de la India, en particular de los excluidos, los pobres y los marginados. Los profesionales del desarrollo aplican en su labor una amplia gama de competencias; aprovechan su vasto conocimiento del oficio para acometer las diversas tareas que se les encomiendan; utilizan sus habilidades profesionales para llevar a cabo eficazmente diversos proyectos y programas. Durante su formación y educación, tales conocimientos, competencias y habilidades son adquiridos a través de un programa profesional.

Asimismo, se espera que todos los profesionales, incluidos los del desarrollo, «asimilen» el valor y el espíritu de «servicio» a la sociedad. Uno de los principales atributos de un profesional es su disposición y compromiso para «servir» a los demás. Se supone que los médicos están «al servicio» de los pacientes; que los maestros están «al servicio» de los estudiantes; que los abogados, los contables, los ejecutivos, etc. están «al servicio» de sus clientes y de la sociedad en general. Este valor y espíritu de servicio es lo que distingue a un profesional de sus pares. Así pues, para actuar como un profesional se requiere combinar el comportamiento de un trabajador competente, experimentado y entendido en la materia, con hábitos laborales decentes y un espíritu de servicio. Cabe preguntarse si nuestros profesionales en general, y nuestros profesionales del desarrollo en particular, se están comportando de esta manera «profesional». O bien incluso hay quien querrá saber si las instituciones que educan y forman a los profesionales están propiciando la inculcación de esos valores de servicio en los alumnos. O puede surgir una duda aun más sencilla: si al instruir a los profesionales se les imparten algunas nociones sobre hábitos laborales «decentes».

La verdad es que, desde esta perspectiva, la historia del «ascenso de los profesionales» en la India podría presentar un cariz algo amargo hoy en día. ¿Cuántos de nuestros médicos y dentistas podrían pasar esa revisión de la calidad del servicio? ¿Cuán- tos de nuestros contables y ejecutivos podrían obtener la máxima calificación dentro de este sistema? ¿Debemos hacernos las mismas preguntas con respecto a nuestros maestros y abogados?

Si se me permite una opinión, hoy en la India los profesionales actúan con la mayor «falta de profesionalidad» en lo que se refiere al servicio y la decencia.

De modo que los déficit democráticos de gobernabilidad en nuestra sociedad plantean actualmente varios desafíos importantes a todos los profesionales, más aun a los profesionales del desarrollo. Permítanme enumerar tres series de desafíos, con especial referencia a los profesionales del desarrollo. La primera serie de desafíos tiene que ver con el espíritu de servicio en la práctica. Como profesionales, estamos al servicio de otras personas para permitirles el acceso a bienes públicos. En este empeño, los profesionales resuelven problemas y aportan soluciones duraderas. ¿Qué intereses son los que más nos preocupan al cumplir nuestra misión? ¿Acaso abordamos los problemas y discurrimos e implementamos soluciones de tal manera de provocar una sensación de satisfacción en nuestros «clientes», en los beneficiarios y en las partes interesadas? ¿Sienten ellos que nuestras acciones «les prestan algún servicio»? ¿Se sienten «valorados» por nuestro servicio? ¿Se sienten respetados por nuestras soluciones? Si bien los profesionales poseen un enorme caudal de conocimientos, aptitudes y competencias, ¿contribuyen a generar una sensación de empoderamiento en aquellos a quienes prestan servicios? ¿O acaso los profesionales actúan de manera arrogante y «omnisciente»? El desafío del servicio requiere que los profesionales utilicen sus enormes capacidades con humildad, al servicio de los demás.

La segunda serie de desafíos se relaciona con la integridad. Se espera que los profesionales actúen de una manera que refleje integridad del intelecto y del comportamiento. En una sociedad donde los déficit de gobernabilidad democrática son en gran parte atribuibles a la corrupción generalizada, la integridad de los profesionales es un requisito fundamental para promover el acceso de los ciudadanos a los bienes públicos. Muchos de nosotros aseguramos que no somos corruptos, que no aceptamos sobornos ni gratificaciones, y que esencialmente nos comportamos con honradez. Ahora bien, ¿qué me dicen de la falta de honradez intelectual? ¿Qué me dicen de la tendencia a desentenderse de los «déficit» y sus causas? ¿Cuestionan los profesionales las prácticas corruptas de los demás cole-gas? ¿Predican la verdad tal como la perciben desde su óptica profesional? ¿Se niegan a hacer algo que no cumple con sus estándares profesionales? ¿Sustentan los más nobles principios de integridad en su labor? El desafío de la integridad requiere que, ante la adversidad, los profesionales ajusten su práctica a los estándares más exigentes.

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La tercera serie de desafíos se vincula a la ética de la ciudadanía. Muchos ciudadanos están comenzando a alzar su voz contra los déficit de gobernabilidad democrática anteriormente descritos; es así como numerosos grupos de la sociedad civil están exigiendo un mayor grado de transparencia y de rendición de cuentas; muchos se están amparando en las nuevas disposiciones sobre Derecho a la Información para hacer responsables a organismos y funcionarios administrativos; algunos grupos cívicos están dando a conocer su opinión sobre los servicios públicos; otros están solicitando que los recursos públicos se utilicen de manera más provechosa y eficiente; otros incluso están protestando contra el pago de impuestos y gravámenes, ya que no disfrutan de dichos servicios. Hoy en día, los habitantes de la India se muestran más conscientes, vociferantes y asertivos en su empeño por conseguir bienes públicos de las instituciones administrativas. ¿Qué hacen los profesionales en tales circunstancias? ¿Acaso los profesionales del desarrollo consideran que ello «no es de su incumbencia»? ¿Acaso se transforman en espectadores? ¿O también se comprometen? ¿Están dispuestos a apoyar a esos ciudadanos en su calidad de ciudadanos? ¿O se ocultan detrás de su «máscara» profesional? El desafío de la ética ciudadana exige que los profesionales practiquen la ciudadanía ética con coraje y convicción.

Los profesionales del desarrollo podrían analizar estos desafíos y compararse con otros profesionales de la India de hoy. Tal vez entrelacen su propia «historia» con la historia dominante del «ascenso de los profesionales» en la India de nuestros días. Quizás lleguen a la conclusión de que su profesión se encuentra en buen pie. También podrían exhibir otra forma de práctica profesional. Esta otra modalidad —profesionales con espíritu de servicio, con integridad, con ética de ciudadanía— practicada por profesionales del desarrollo puede, de hecho, enviar un importante mensaje a otros profesionales. Podemos comenzar por desafiar a otros profesionales a escribir una «nueva historia»

En los tiempos que corren, la gobernabilidad democrática supone además un desafío y una exigencia para varias otras instituciones de la sociedad: los medios de difusión, el sector privado, las universidades, los hospitales, las ONG, etc. Es preciso que todas las instituciones de la sociedad se preocupen de corregir los «déficit» en su gobernabilidad democrática. Actualmente, la transparencia y la rendición de cuentas respecto de todos los actores involucrados, en especial de los ciudadanos, están incluidas en la agenda de todas las instituciones de nuestra sociedad. Si no se profundiza ni se extiende la práctica de la gobernabilidad democrática en la India de hoy, es probable que la historia de este país comience a desvanecerse. En consecuencia, puede que todos los profesionales que prestan servicios en este variado conjunto de instituciones tengan que alinear su práctica profesional en consonancia con estos desafíos.

¿Es posible que los profesionales del desarrollo nos «muestren» el camino al transitar por él? ¿Acaso este enfoque permitirá escribir la futura «nueva historia de la India»?

Notas

1 Tandon, Rajesh y Kak, Mohini, (2007) «Governance of Public Goods: Local and Global», en «Citizen Participation and Democratic Governance»: In «Our Hand», PRIA, Nueva Delhi, pp.22-45.

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