Licinio C. Lima

El profesor Lima dicta una cátedra en ciencias de la educación en la Universidad Minho de Portugal. Asimismo, es profesor visitante en varios países de Europa (Francia, Alemania, España, Países Bajos). Es autor de una serie de publicaciones sobre educación de adultos. En su ponencia se refiere a la evolución experimentada por los conceptos de educación de adultos y aprendizaje a lo largo de la vida, así como a su importancia para la sociedad civil.

Entre Hamburgo (1997) y Belém (2009)

La hegemonía de un aprendizaje destinado a adquirir destrezas económicamente valiosas

Me voy a referir a las líneas maestras —políticas y estratégicas— de la Unión Europea que a lo largo de la última década han tenido que ver con la educación y el aprendizaje de adultos, teniendo en cuenta que parece estar disminuyendo el uso del concepto de educación (educación de adultos, educación popular, educación a lo largo de la vida…). Al igual que en otros espacios internacionales, se le está dando prioridad al concepto del aprendizaje de por vida, que está más orientado a la obtención de calificaciones, competencias o destrezas que sirven para el crecimiento, la productividad y la competividad en términos económicos. La modernización y la adaptación funcional responden a los imperativos de las llamadas «sociedad del aprendizaje» y «economía del conocimiento» más que a la promoción del pensamiento crítico y a la transformación económica y sociocultural. Actualmente esos imperativos constituyen los objetivos principales de las políticas educativas, basadas en conceptos de educación y capacitación más bien estrechos e instrumentales. Las tendencias economicistas, tecnocráticas y gerenciales del aprendizaje de por vida representan algo que el autor llama «la mano derecha del aprendizaje de por vida».

En efecto, la erosión del concepto de educación a favor del concepto de aprendizaje, inducida de alguna manera por la Declaración de Hamburgo de 1997, tuvo como efecto perverso e indeseado, en determinados contextos políticos, una inequívoca y miope prominencia del concepto de aprendizaje. La ventaja aparente era el reforzamiento de todo lo que tiene que ver con los sujetos del aprendizaje y con su aprendizaje efectivo, dado que, como es sabido, los servicios públicos de educación a menudo han sido incapaces de garantizar políticas democráticas con igualdad de oportunidades, o de hacer efectiva la educación de jóvenes y adultos entendida como un derecho humano fundamental. En consecuencia, el cambio del discurso político —de la educación a lo largo de la vida, al aprendizaje de por vida— se ha utilizado a veces para justificar el paso de las obligaciones del Estado a las necesidades del mercado, y ello para cada individuo, entendiendo la educación como la provisión de un servicio comercial más que como un bien público. En muchos casos se ha considerado de manera radical que son los individuos los responsables de su propia «biografía de aprendizaje» o «portafolio de competencias/destrezas», de acuerdo con un lenguaje de moda, y reforzando en último término las tendencias que se puede observar en otras áreas sociales relacionadas con procesos de individualización y con el abandono de las obligaciones estatales.

En relación con este punto vale la pena tomar nota del reciente interés que muestran las políticas públicas y privadas por el aprendizaje formal e informal, repentinamente descubierto y altamente venerado, orientado en particular al desempeño competitivo; como también de la prominencia de los conceptos e ideas de calificación para el crecimiento económico, las destrezas competitivas, la adaptabilidad a las necesidades de la economía, el espíritu emprendedor y las posibilidades de conseguir empleo. De esta manera emerge un nuevo tipo de pedagogía que yo llamo «pedagogía contra el otro»: al igual que en el mercado, la consigna pedagógica que se propone parece ser «competir para crecer», reproduciendo el principio liberal que afirma que sin rivalidad no hay progreso.

Observo el reciente redescubrimiento del ideal de educación permanente, o educación a lo largo de la vida, pero ahora repentinamente reconvertido en términos economicistas y centrado en una noción pragmática de la capacitación y el aprendizaje, sin preocuparse del proyecto político-pedagógico, como si la valoración del aprendizaje resultara del hecho de que aprender es algo bueno y útil en sí mismo, al margen de sus objetivos, valores, procesos, etc. (ver mi libro titulado «¿Aprender? ¿Aprender qué?» publicado en la página Web del ICAE).

Pienso que hoy en día sería irresponsable concebir la educación de adultos dándole la espalda a la economía y a los problemas del trabajo y el desempleo.

 

Despues de la inscripción
Fuente: Maria de Fatima Rodrigues

 

 

 

 

Sin embargo esto no implica que podamos aceptar que pueda haber educación, capacitación y aprendizaje que nieguen las responsabilidades ético-políticas emergentes de una lectura crítica de la realidad social, la profundización de la ciudadanía y la democratización de la democracia. Aquéllas no pueden, por tanto, adoptar un punto de vista de adaptación funcional a los imperativos del nuevo capitalismo, reduciendo así la educación y el aprendizaje de por vida a la mera capacitación profesional, al margen de su relevancia. Esto significa que, si bien la educación y el aprendizaje de adultos no pueden ignorar la economía, tampoco pueden asumir un punto de vista pasivo y subordinado, sometido al poder de los intereses económicos, que ninguno de ellos ha escogido, y sometidos a un mercado que, por definición, no busca generar justicia social.

En un proyecto educativo democrático, que pretende desarrollar sujetos históricos conscientes y críticos, se da una permanente tensión entre adaptación y cambio. Como solía decir Theodor Adorno, es verdad que la educación se volvería impotente e ideologizada si ignorara el objetivo de la adaptación y no preparara a los individuos para la vida; sin embargo, sería sospechosa si sólo trabajara con la mirada puesta en la adaptación, en la producción de personas bien ajustadas, incapaces de imaginar siquiera otros mundos posibles y de comprometerse con su propia transformación social.

Por las razones esgrimidas hasta aquí, yo soy un defensor de la educación y el aprendizaje de por vida de naturaleza ambidextra, utilizando metafóricamente las dos manos (ver mi libro «Educação ao Longo da Vida: Entre a Mão Direita e a Mão Esquerda de Miró», San Pablo, Cortez, 2007). Con esta finalidad he buscado inspiración en uno de los más grandes poetas en lengua portuguesa, el pernambucano João Cabral de Melo Neto, en su poema «O sim contra o sim» («El Sí contra el Sí»), donde él escribe lo siguiente:

«Miró sentía que su mano derecha
er a demasiado sabiay
que de saber tanto
ya no podía inventar nada.
Quiso entonces que desaprendiese
lo mucho que había aprendido
para que pudiera reencontrar
la línea todavía fresca de la izquierda.
Pero como ella no pudo, él se puso
a dibujar con ésta
hasta que operándose
en el brazo derecho la injertó en él.
La izquierda (a no ser que se trate de un zurdo)
es una mano sin habilidades:
reaprende en cada línea,
en cada instante, a recomenzar.»

La mano más diestra, habilosa y sabia, la mano más funcional, adaptable e instrumental, es la mano derecha de la educación a lo largo de la vida y del aprendizaje de por vida. Es ciertamente indispensable, pero el problema es que ahora domina los discursos políticos y muchas prácticas educativas, e incluso a la sociedad civil y al muy heterogéneo «tercer sector».

Por la razón antes mencionada, al abogar por una educación ambidextra, con las dos manos, me veo obligado a alabar la mano izquierda, que es capaz de desaprender para volver a aprender; es la que se muestra a sí misma como crítica e insatisfecha, la que busca transformación, la que es más creativa y está dispuesta a asumir riesgos, precisamente porque es menos sabia y está menos capacitada. Ahora bien, esto permite percibir cuán exagerada es la valoración funcionalista del aprendizaje para la adaptación, al margen de conceptos democráticos y críticos.

A veces temo que se haya difundido las nociones más humanistas, democráticas y críticas con la finalidad real de sustituir la educación por el aprendizaje, lo social por lo puramente individual, la transformación por la mera adaptación, la solidaridad por la rivalidad.

Significativamente, tengo que hacer notar el hecho de que el término «de por vida…» se ha mantenido inalterado: aprendizaje de por vida, calificaciones de por vida, competencias y destrezas de por vida. Actualmente los enfoques más pragmáticos y tecnocráticos de aprendizaje de por vida están realmente subordinando la vida a una larga serie de aprendizajes útiles y eficientes, en concordan cia con ciertas nociones económicas que instrumentalizan la vida y que le están amputando sus dimensiones menos mercantiles. Estos enfoques olvidan o niegan la sustancia de la vida a lo largo de los procesos de aprendizaje desde el momento en que dichos procesos de aprendizaje ya han optado por modelos limitados y utilitarios que a veces lindan con la alienación.

En vista de lo dicho hasta aquí resulta urgente recordarles a los dirigentes políticos algunas cosas que hemos aprendido durante mucho tiempo en la educación de adultos. Hemos aprendido que la principal fortaleza de la educación radica, paradójicamente, en su aparente fragilidad; en su propio ritmo, que casi siempre es lento; en los intentos de experimentar y cometer errores; en la incertidumbre y la falta de resultados inmediatos y espectaculares; en sus procesos de diálogo, coexistencia y participación en la toma de decisiones. La educación es todo eso, y precisamente por ello es incompatible con la mera capacitación, adoctrinamiento y condicionamiento de los seres humanos, al margen de toda agenda política, ideológica o económica.

 

Taller
Fuente: Björn Otte, UNESCO

 

 

 

 

Finalmente, nosotros que conocemos bien el poder que tienen la educación y el aprendizaje, sabemos por lo mismo que la educación, si bien sirve para muchas cosas, no sirve para cualquier cosa, como concluyó tantas veces Paulo Freire. Lo recuerdo porque parece que nos estamos encaminando a una fase de «pedagogismo» que tiene sus raíces en las ciencias económicas y en la gestión, es decir en la ingenua creencia de que se puede rescatar la natural omnipotencia del aprendizaje de por vida para cada individuo, como algo que sería capaz de transformar la sociedad y la economía. Para cada problema social y económico hay una terapia o solución en términos de aprendizaje, como si fuera posible encarar los problemas estructurales con soluciones biográficas, con la acción aislada de sujetos útiles, eficientes y solitarios. Pero no es ésta la educación de adultos que hemos aprendido con los mejores maestros que hemos tenido siempre y que se basaban en la esperanza, el activismo y la militancia ciudadana.

Espero que la CONFINTEA VI, a celebrarse en América Latina en un contexto de tradiciones de educación popular y de gran creatividad social, se deje influenciar positivamente por ese contexto y sea capaz de retornar a sus mejores orígenes democráticos y criticos.

 

Taller
Fuente: Claudia Ferreiro

 

 

 

 


Educación de Adultos y Desarrollo
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