Paul Bélanger

El discurso principal en el día del cierre fue pronunciado por Paul Bélanger, presidente del ICEA y ex presidente de la CONFINTEA V. Sus palabras fueron una vibrante defensa de la importancia de la formación de adultos y del aprendizaje a lo largo de la vida. Sólo mediante la educación puede la sociedad civil resolver los problemas que afronta en un mundo globalizado, tales como pobreza, enfermedades o conflictos. Es preciso actuar rápidamente. Sin embargo, ¿cómo pueden alcanzarse tales metas? Paul Bélanger menciona importantes pilares.

De la palabra a los hechos


Para empezar quisiera agradecer a la UNESCO por haberme invitado, como presidente del Consejo Internacional de Educación de Adultos, a que les dirija aquí la palabra. Junto con los demás representantes de la sociedad civil, hemos venido aquí para colaborar con ustedes en la tarea de hacer avanzar el derecho del aprendizaje de por vida. Y es que estamos convencidos de que el desarrollo permanente de saberes y competencias en el seno de la población adulta es una de las inversiones más estratégicas a que están convocadas las sociedades de hoy.

Y se trata de algo urgente: sin ello la humanidad no tendrá los recursos internos que necesita para encarar los desafíos que se vienen anunciando. Los conflictos sangrientos que se presentan, como los que acaban de ocurrir la última noche en dos países africanos, y como los que constatamos con demasiada regularidad en todos los continentes, nos lo muestran muy bien. Sin una sociedad civil informada y fortalecida desde adentro, ese tipo de catástrofes se convierten en inevitables. Efectivamente, si no se expande la libertad de aprendizaje, si no se refuerzan en la base las competencias diplomáticas cotidianas, la posibilidad de resolver los conflictos de una manera que no sea sangrienta —sea en el país que sea— viene a ser prácticamente irrealizable. La educación de adultos es un instrumento esencial para la paz.

Pero entonces ¿cómo llegar realmente a invertir en educación a lo largo de toda la vida de las ciudadanas y ciudadanos?

En el curso de las deliberaciones preparatorias de la CONFINTEA VI, las contrapartes internacionales, nacionales y no-gubernamentales han estado completamente de acuerdo en que, en esta sexta Conferencia internacional sobre educación de adultos, será necesario pasar de las palabras a los hechos. Para todas y cada una de las contrapartes, en esta sesión final de la CONFINTEA VI, la consigna definitiva llegó a ser «de la retórica a la acción».

Pero para pasar efectivamente de la palabra a los hechos se nos plantean dos cuestiones. La primera: ¿Por qué es importante, e incluso urgente, que las personas adultas, al igual que las jóvenes que están fuera de la escuela, puedan desarrollar sus potencialidades? Y la segunda cuestión: ¿Cómo pasar a la acción, cómo hacer que esto sea posible desde ahora mismo?

¿Por qué se ha vuelto necesario desplegar la educación a lo largo de toda la vida?

El porqué, o más bien los porqués, son importantes porque constituyen la base de la voluntad política a la que esta Conferencia nos convoca a todos.

¿Por qué pues invertir en el desarrollo de iniciativa de las personas adultas, en el crecimiento de su capacidad de acción?

En primer lugar, porque los objetivos de desarrollo del milenio, los ODM, no son realizables sin la participación activa e informada de TODA la población. No se puede combatir el VIH/SIDA sin hacer prevención. No se le puede poner un freno al incremento fulgurante de esta pandemia, como también en el caso del paludismo, sin una población informada y en condiciones de aplicar medidas preventivas, sin actividades de educación y de promoción de la salud. Y esto se llama educación de adultos.

No se podrá asegurar la educación primaria para todos los niños del mundo sin una participación activa de sus padres, sin proporcionarles los medios para que se equipen con ese propósito, sin una educación de padres y madres. Esto se llama también educación de adultos.

No se llegará a reducir el hambre en el mundo ni a superar la crisis alimentaria, si no se hace posible que los agricultores, campesinos y campesinas, incrementen el rendimiento de sus tierras; si no se invierte decididamente en la extensión y divulgación de técnicas agrícolas. Y esto se llama educación de adultos.

En el enunciado de los Objetivos de Desarrollo del Milenio no se menciona explícitamente en ninguna parte la educación de personas adultas y de jóvenes que no asisten a la escuela, pero de hecho esa tarea se encuentra subyacente en todas partes como condición necesaria para su realización. No se podrá responder a esos ocho grandes desafíos que la humanidad se ha planteado al comienzo del presente milenio si el 20, 30, 40 e incluso 60 por ciento de la población adulta no tiene la posibilidad de prepararse para participar en los mismos. Ninguno de los objetivos de desarrollo del milenio puede ser alcanzado sin la participación activa de las personas jóvenes y adultas, y por tanto sin su educación.

¿Por qué, en plena crisis económica, algunos países han decidido invertir en la formación de personas adultas? Porque se ha reconocido que ahí se encuentra uno de los componentes esenciales de las estrategias para salir de la crisis. La formación continua de la población activa no es un lujo ni una forma de derroche social; es una de las respuestas indispensables para el relanzamiento de la industria en el contexto de un mercado mundial que se encuentra perturbado. Hay que frenar las políticas macroeconómicas que tienden a impedir que los países inviertan en la calificación de su población activa, precisamente para preparar mejor la salida de la crisis. Estas macropolíticas no parecen percibir que los cambios necesarios en los modos y técnicas de producción, como también en la organización del trabajo, no pueden realizarse sin un mejoramiento acelerado de las competencias básicas de la población. Las empresas lo requieren para reposicionarse, los trabajadores lo reivindican para proteger su derecho al trabajo, y las poblaciones migrantes lo necesitan para calificarse en el país anfitrión y en primer lugar para aprender el idioma de éste. Lo mismo está ocurriendo con la economía informal, donde las mujeres y los varones que operan dentro de ella para sobrevivir se ven obligadas a incrementar sus competencias. Ahora bien, todo este trabajo de calificación que se ha vuelto necesario lleva el nombre de educación de adultos.

 

Paul Bélanger
Fuente: Björn Otte, UNESCO

 

 

 

 

 

En último término, por qué reconocer este derecho de mujeres y varones a la educación a lo largo de toda su vida si no es porque todos tenemos el derecho de vivir con dignidad. El poder seguir aprendiendo, para la ciudadana y el ciudadano de hoy, no importa en qué lugar del planeta, no constituye un entretenimiento superfluo reservado a una minoría privilegiada. Aprender es incrementar la propia autonomía, es gozar de la necesaria libertad de preguntar y de saber más, es reencontrar la autoestima y por consiguiente la estima de los demás, es permitir que cada ciudadano refuerce el sentido de su propia eficacia personal, es experimentar la alegría de aprender. El derecho de aprender no es un lujo sino una fuente de energía íntima que ha llegado a ser socialmente necesaria, en nuestras sociedades actuales, para que cada persona se siga construyendo a sí misma y para seguir construyendo nuestras comunidades. Todas las personas tenemos el derecho de vivir a la altura de la inteligencia humana. Todas tenemos el derecho de aprender a ser, de aprender a evolucionar, de aprender a vivir juntas. La aspiración de poder co-dirigir nuestras vidas en medio de todas las transiciones que nos esperan es una aspiración muy legítima. El aprendizaje de por vida no puede ser tan largo y ancho como la vida si no es asimismo tan profundo como la vida. Es a esto a lo que apunta en el fondo la educación de adultos, y es por esto que la educación de por vida se ha convertido en un derecho fundamental.

Si la necesidad de educación a lo largo de toda la vida encuentra cada vez más convergencia, es también porque ella ha llegado a ser un instrumento esencial del desarrollo de nuestras sociedades, sociedades que no pueden seguir siendo reflexivas sin un permanente estado de alerta de la población civil, sociedades donde no se puede mantener el estado asistencial a menos que éste se vuelva también participativo. Y quien dice participación, dice incremento de la información y mayor capacidad de acción. En efecto, la educación de adultos ha llegado a ser una prerrogativa fundamental porque en todas partes ha llegado a ser necesaria para el ejercicio de todos los demás derechos: derecho a la salud, derecho al trabajo, derecho a un medio ambiente sano, defensa de la discriminación por razones de género, de orientación sexual, de edad, etc. Reconocida así como un derecho legal, y por tanto justiciable, la formación básica de las personas adultas podrá estar abierta a la grandeza del planeta; y este mejoramiento generalizado de las competencias se convertirá entonces en una poderosa palanca para el desarrollo socio-económico y para el incremento de la calidad de vida.

No podemos esperar 35 años para que la población adulta pueda incrementar su formación básica, si ése es el lapso de tiempo requerido para hacerlo por la vía única de la escolarización de los jóvenes. Es ahora cuando hay que actuar, al interior de la población adulta. Es hoy día, cuando el 80 por ciento de la población que será adulta en 2021 ha dejado ya la escuela y ha culminado su formación inicial. Las sociedades, tanto en el Sur como en el Norte, no pueden esperar a la CONFINTEA IX, que sería el año 2043, para mejorar el nivel de calificación básica de su población adulta. Es ahora, durante los próximos cinco o diez años, cuando las personas adultas de hoy tienen la necesidad de adquirir nuevas competencias y capacidades de acción. Cierto que la formación inicial es esencial, es la base necesaria para poder seguir aprendiendo a lo largo de la vida. Sin embargo esta formación al comienzo de la vida ya no es suficiente. Los itinerarios biográficos son demasiado inciertos, las transiciones demasiado numerosas, los contextos demasiado cambiantes. Sería catastrófico que el recorrido educativo de los ciudadanos de hoy en día tuviera que detenerse en el momento en que los jóvenes salen de la escuela. Sin embargo —sí, sin embargo— los informes anuales de la UNESCO sobre Educación para Todos nos muestran que la educación básica de las personas adultas sigue estando, y cito textualmente, «estratégicamente subfinanciada».

Lo que nos preocupa en esta sexta conferencia internacional sobre educación de adultos es también el crecimiento continuo de la productividad social, cultural y económica de nuestras sociedades. Las organizaciones de la sociedad civil no se privan de hablar de productividad. Esta exigencia ha sido y sigue siendo uno de los motores de la evolución del ser humano desde los comienzos del Homo sapiens hasta el día de hoy. La capacidad de acción y de iniciativa de varones y mujeres ha sido y sigue siendo, más que nunca, no sólo el recurso estratégico más benéfico sino también el más renovable. Pero no hay que olvidar, como desgraciadamente y con frecuencia ocurre actualmente, que no puede haber un crecimiento sostenible de la productividad sin una distribución equitativa de sus frutos. No puede haber una participación sostenida de la inteligencia colectiva sin una repartición sostenida de los beneficios así producidos, y sin condiciones para que todos puedan equiparse para contribuir a esa productividad.

Y es por eso que importa corregir el tiro e invertir en educación a lo largo de toda la vida, tanto más cuanto que el retorno de una inversión de ese tipo resulta exponencial, dada la propensión que se puede observar a la reproducción multiplicada de la curiosidad y de los saberes en las comunidades de vida y de trabajo. La humanidad no sobrevivirá a sus crisis alimentarias, económicas y ecológicas, ni al choque inevitable de su multiplicidad cultural, si no es a condición de que todos los ciudadanos del mundo tengan el espacio y los recursos para aprender nuevas formas de producir, de vivir y de habitar conjuntamente. Y este crecimiento sostenido de la productividad por la renovación continua de saberes y competencias tiene también el nombre de educación de adultos.

Se ve pues el «por qué» de invertir en educación a lo largo de toda la vida, y que ese porqué se hace cada vez más evidente. Pero ahora ¿cómo hacerlo?

¿Cómo hacerlo?

Hoy día la cuestión del cómo viene a ser igual de importante, si no más, que la del por qué. En realidad es más importante, porque las soluciones no son simples, pero también porque si no se responde de manera concreta a esta pregunta no se podrá llevar a cabo los grandes cambios que el futuro nos obliga a hacer desde ahora.

El primer paso es adquirir una visión ampliada del campo actual de la educación de adultos. Una visión que para empezar incluya el conjunto de actividades de educación y formación de adultos, desde la alfabetización hasta el desarrollo profesional continuo de médicos e ingenieros, pasando por la formación relacionada con el trabajo, el aprendizaje de idiomas, la educación en temas de salud y medio ambiente, la divulgación agrícola, sin olvidar el vasto campo de la educación popular, y todo ello desde una perspectiva de la educación activa a todo lo largo del camino de la vida. Una visión ampliada de la educación permanente que sepa traducir, en todos los campos de las actividades humanas, esta necesidad de la creciente capacidad de iniciativa de parte de los sectores populares, y que tenga también en cuenta, en todos los ámbitos, el acondicionamiento de entornos educativos favorables, de contextos de acción que estimulen la curiosidad, convoquen y alienten la iniciativa individual y colectiva, que generen la sed de aprender, que susciten la necesidad de perfeccionarse cada vez más.

 

Inscripción
Fuente: Björn Otte, UNESCO

 

El segundo paso concreto es la adopción de políticas y normas legislativas que reconozcan explícitamente que la realidad de la educación en todos nuestros países se encuentra en pleno proceso de mutación, donde el número de personas adultas que están estudiando, o que expresamente están demandando la posibilidad de estudiar, supera el número de personas jóvenes que asisten a la escuela, al liceo o al colegio, o que están en las universidades. Se trata por tanto de la adopción de políticas que para empezar sitúen la educación de adultos en el ministerio de educación responsable de la educación básica, de la formación profesional permanente, de la educación a distancia, y del acceso de personas adultas a la formación postsecundaria y universitaria. Pero también la adopción de políticas que identifiquen las actividades de formación de personas adultas en los demás ministerios: la divulgación agrícola y la agricultura; la promoción de la salud; la formación de las personas detenidas por la justicia; la promoción de la lectura como parte de la cultura; las acciones de los ministerios relacionados con la condición de la mujer, con el medio ambiente y con el bienestar social; sin olvidar por supuesto los ministerios de trabajo y de migración. Para llevar a cabo esta misión —inevitablemente interministerial— de educación de adultos, se hace necesaria una nueva función de comunicación, de sinergia y de coordinación voluntaria, en la que los ministerios de educación están llamados a jugar un papel clave. Las inversiones en educación de adultos no darán fruto sino en la medida en que este esfuerzo concentrado ponga en práctica los dispositivos necesarios para facilitar —mediante la información, la acogida, la referencia, el reconocimiento de las experiencias y las semanas de los estudiantes adultos («adult learners’ week»)— la difícil expresión de esta vasta demanda de formación, y para asegurar la transferencia de los aprendizajes a la acción, es decir allá donde realmente se pueda medir el impacto del esfuerzo colectivo exigido.

En el plano internacional, la decisión de la presente conferencia de revisar de aquí al 2012 el instrumento normativo de la UNESCO, es decir la Recomendación de 1976 sobre el desarrollo de la educación de adultos, crea un espacio importante para la renovación de la visión de la educación de adultos y para la recomendación de medidas legislativas y económicas encaminadas a facilitar el ejercicio del derecho a aprender que tienen las personas adultas. En este sentido son grandes las expectativas que se levantan respecto de la UNESCO y de su instituto para la educación de por vida, con la finalidad de asociar las diferentes agencias de las Naciones Unidas a continuación de esta conferencia.

La tercera vía de acción es la movilización de todos los actores, gubernamentales, económicos y de la sociedad civil. Sin esta movilización, la adopción de medidas legislativas y programas gubernamentales no podrá dar los resultados esperados. Nuestras observaciones muestran que las políticas de formación permanente resultan eficaces sólo en la medida en que tanto los empleadores como los sindicatos, y las organizaciones de economía social de mercado, reconozcan la necesidad de elevar las competencias de la población activa. Lo que marca asimismo toda la diferencia es el papel activo de las organizaciones de la sociedad civil, no solamente en el «hacer hacer» y el «hacer con», sino también en la elaboración de políticas y programas, y en las actividades de vigilancia. Lo mismo ocurre con las asociaciones de estudiantes adultos, un movimiento en pleno auge en todas las regiones del mundo y que se propone hacer reconocer las condiciones específicas de las personas adultas, condiciones que se expresan en lo difícil que es la reconciliación entre familia, trabajo y formación. En el curso de los últimos decenios se ha creado diversas redes mundiales, alrededor del Consejo Internacional de Educación de Adultos y al exterior del mismo, con el fin de despertar a la opinión pública, sensibilizar a quienes toman decisiones y ayudar a los actores a organizarse en el terreno: estoy pensando en la Campaña Mundial para la Educación, en el grupo de acción femenina Gender Education Office, en el Hall of Fame para la educación de adultos, en el Foro Mundial para la Educación de por Vida, y por supuesto en el Foro de la Sociedad Civil sobre educación de adultos y educación popular que ha celebrado su primera reunión mundial durante los días previos a esta conferencia.

Hay una cuarta vía de acción, que puede ser la más difícil, pero que no deja de ser esencial, y es la movilización de recursos financieros y personales. No se la puede encarar de entrada, sin antes desarrollar y adoptar planes de acción que especifiquen los objetivos que se pretende alcanzar y los presupuestos asignados a este fin, y unos y otros enmarcados en una legislación nacional. ¿Y cómo se puede hablar de financiamiento sin mencionar las cifras concretas? Es necesario que los principales mecanismos financieros de la Educación Para Todos, tales como la Education Fast Track Initiative, apoyen explícitamente los objetivos 3 y 4 de la Educación Para Todos que tienen que ver con la alfabetización de personas adultas. La demanda, ya conocida, de dedicar el 6 por ciento del presupuesto nacional de educación a la educación de adultos es realista desde el punto de vista presupuestario, y es necesaria en lo que se refiere al desarrollo económico. De la misma manera, la meta convenida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de asignar el 0,7 por ciento del PIB a la cooperación internacional, así como la propuesta de invertir el 6 por ciento de la parte destinada a educación en el desarrollo de las competencias de la población, es el mínimo que se requiere para hacer realidad ese viraje cuya necesidad es ahora objeto de consenso. Los presupuestos son la expresión de la voluntad política.

¿Alguien me pueda explicar el hecho de que un país que es el tercer productor de oro del mundo no pueda encontrar dinero para financiar, de acuerdo con la demanda existente, la alfabetización de adultos de ese país? ¿Pueden ustedes en-tender que un país, primer productor de bauxita del mundo, no pueda financiar la educación básica reclamada por las mujeres y los varones de ese país? Más aún, no puedo entender que un país acepte agotar sus reservas petroleras en menos de dos decenios, es decir desprenderse de esa manera de sus recursos no renovables, sin invertir los fondos que de ahí se desprenden temporalmente para hacer inversiones de largo plazo en los recursos más renovables que están a su disposición, que son la población misma, su capacidad de iniciativa, su inteligencia… Por favor, revisemos los presupuestos crecientemente asignados al armamento, y favorezcamos la inversión más prometedora, la inversión en la creatividad de la población.

 

Paul Bélanger y Babacar Diop
Fuente: Fatima Rodrigues


Invertir en educación de adultos exige también invertir en la creación de las condiciones de trabajo de quienes operan en ese campo. El desafío es la calidad de la formación, y por tanto la eficacia de la inversión nacional aprobada.

La quinta y última vía de acción es el seguimiento, el control de los resultados. Lo que se requiere para empezar, como queda dicho, es establecer metas claras que permitan dirigir la acción y hacer los ajustes necesarios. Precisamente porque las soluciones no son simples, es importante que se instaure mecanismos transparentes para hacer el monitoreo de nuestras acciones y para hacer informes periódicos a todos los actores públicos, privados y de la sociedad. Así que lo que cuenta —en eso estamos de acuerdo todos— son los resultados y su evaluación, no la retórica.

Conclusión

En 1997 hemos celebrado la CONFINTEA V a continuación de las grandes cumbres de Río (en 1992, sobre el medio ambiente), del Cairo (en 1994, sobre población), de Beijing (en 1995, sobre la situación de las mujeres ), de Copenhague ( en 1996, sobre el desarrollo social ). Más de un tercio de las recomendaciones de estas cumbres mundiales hacían un llamado a incrementar la capacidad de iniciativa de la población adulta. La CONFINTEA V estaba apoyada por este movimiento y tenía que responder a él. Esta quinta conferencia generó un consenso en torno a una visión amplia y dinámica de la educación de adultos, pero las acciones concretas y reales que vinieron a continuación no estuvieron verdaderamente a la altura de las expectativas formuladas entonces, en la Agenda para el Futuro. Doce años más tarde, la CONFINTEA VI tiene lugar en un contexto completamente diferente. Tiene lugar justo en vísperas de la cumbre de Copenhague sobre el futuro climático de nuestro planeta, un contexto que hace todavía más imponente el título que la UNESCO de Hamburgo le dio a la actual conferencia: «Educación de Adultos para un Futuro Viable» (Adult learning for a viable future). Si la cumbre de Copenhague es exitosa, la educación de adultos llegará a ser en todas partes una tarea inevitable para transformar las formas de vida, de producción y de consumo. Si dicha cumbre fracasa, la educación de adultos será todavía más necesaria para permitir que la comunidad humana del siglo XXI se rehaga, se informe y ejerza la participación ciudadana, todo ello con el fin de asegurar un futuro planetario para nuestros hijos y para nuestros nietos, para Julio, Mario, Lucas y todos los demás.

El planeta sólo sobrevivirá si llega a ser un planeta de gente que aprende.

Sí, pasar a la acción no sólo es factible sino que se ha vuelto inevitable.

Tenemos que avanzar. Y como decía Einstein, «avanzar es como andar en bici cleta: si se deja de pedalear se pierde el equilibrio».

 

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