Siân Davies/Heila Lotz-Sisitka/Rob O’Donoghue

El cambio climático es un tema abstracto, pero omnipresente, que amenaza las bases de susbistencia de las mariscadoras de la provincia Oriental del Cabo, Sud áfrica. Recurriendo a una antigua tradición de la cultura de la región, la narración de relatos y de metáforas que reflejan el mundo real, pero también al intercambio con personas que han encontrado solución a problemas similares, se ha logrado despertar esperanzas de revertir el deterioro de la vida marina y se ha puesto de manifiesto la necesidad y la factibilidad de una rehabilitación de la zona costera y de una recolección sostenible de mejillones y camarones.

Aprendiendo con relatos y metáforas

Introducción

Mucho se ha hablado sobre el cambio climático y sus repercusiones previstas para las comunidades rurales de África. Poco se ha hablado, sin embargo, acerca de la postura que deberíamos adoptar en cuanto a facilitar el aprendizaje a nivel local, de tal manera que se refuerce la capacidad de las personas para adaptarse a los efectos del cambio climático y la degradación ambiental. El cambio climático continúa siendo un riesgo algo abstracto, aunque siempre presente, que resulta difícil de percibir o de afrontar, en particular cuando se es la parte afectada por los impactos de este fenómeno, como ocurre con la mayoría de las comunidades de África Meridional.

Nuestra historia de aprendizaje se basa en la labor realizada con mariscadoras en Hamburg y en Ngqinisa, dos comunidades costeras situadas en la provincia Oriental del Cabo, en Sudáfrica. Si bien estas actividades no se centraron directamente en el cambio climático, intentaron resolver un problema de mayor alcance relativo a la manera en que las comunidades amenazadas aprenden acerca de los riesgos y de posibles prácticas alternativas. La comunidad de mujeres con que trabajamos están expuestas a peligros similares a los que afrontan otras mujeres que viven en la extrema pobreza y deben superar el desafío que supone la pérdida de los recursos marinos de los cuales dependen. El ingreso familiar medio de las mujeres con que trabajamos fluctuaba entre US$80 y US$100 mensuales, y la mayoría de ellas tenían a su cargo entre 6 y 9 niños y niñas, muchos de ellos huérfanos a causa de los estragos del VIH-SIDA. Nuestro objetivo era averiguar cómo aprenden las mujeres a sortear los riesgos en ese contexto.

 

 

 

Mariscadoras de comunidades costeras de Hamburg y Ngqinisa
Fuente: Siân Davies

 

 

 

Relatos ilustrados y metáforas como métodos de aprendizaje

Necesitábamos crear y desarrollar espacios de aprendizaje y materiales didácticos que permitieran salvar la brecha entre dos mundos en cuanto a conocimientos y contexto: las explicaciones ecológicas de los científicos y conservacionistas, y la práctica cotidiana de recolectar recursos marinos para sobrevivir. En este empeño decidimos concentrarnos en el desarrollo de métodos de coaprendizaje, y comenzamos por utilizar un enfoque de relatos basados en ilustraciones.

Lo primero que hicimos fue pedirles a las mujeres que nos narraran sus experiencias en la labor de recolección. En sus relatos iniciales hacían hincapié en la abundancia de recursos disponibles, y en su impresión de que en realidad ellos estaban aumentando. De modo que, a su juicio, las restricciones dispuestas en las normas de extracción constituían un incordio innecesario, sobre todo en un contexto de pobreza. Gracias a las fotografías tomadas por todos nosotros (las mujeres y los investigadores) del litoral rocoso y de las prácticas de extracción, logramos configurar un panorama que reflejara con mayor exactitud la realidad de un gradual agotamiento de los recursos costeros. Tras revisar las fotos, las mariscadoras decidieron modificar sus relatos. Comenzaron a hablar más acerca de la pérdida de recursos y cómo ella repercutiría en sus ingresos y en sus medios de subsistencia. Lo anterior indica que el empleo de fotografías ha permitido que las mujeres adquieran un mayor grado de autoconciencia y ha dado pie para que comiencen a debatir en torno a la realidad del agotamiento de los recursos. Pese a reconocer la disminución de las especies marinas y los riesgos que ello trae aparejados, las mujeres se mantuvieron de manera unánime en la creencia de que resultaba impensable que estos recursos alguna vez fueran a agotarse del todo.

 

Las fotografías motivaron a las paricipantes a reflexionar sabre la destrucción de los recursos costeros
Fuente: Siân Davies


 

 

Tras escuchar las narraciones de estas mujeres, llegamos a percatarnos de que se les ofrecían pocas oportunidades de aprendizaje, al tiempo que permanecían «atrapadas» dentro de los estrechos límites de su ámbito laboral, lo que restringía su capacidad para asumir un compromiso crítico y para tomar decisiones. ¿Cómo podían ampliar sus conocimientos sobre los riesgos y las prácticas alternativas? El hecho de implementar programas educativos que mantienen a las comunidades confinadas en su propia realidad, sin poder adquirir información y percepciones adicionales o novedosas acerca de prácticas, aspectos, contextos, ambientes o conocimientos de carácter alternativo, equivale a hacerlas subsistir en condiciones de permanente desventaja.

Creación de nuevas formas de expresión para nuevos relatos y prácticas

A fin de permitir que las mujeres de ambas comunidades aprendieran unas de otras y se imbuyeran de otros contextos, planificamos una visita de estudio a otra comunidad costera situada en Coffee Bay, a unos 500 km a lo largo de la costa, donde pudieron observar la situación y conversar con habitantes de otras localidades que estaban aplicando métodos de rehabilitación de recursos costeros. No obstante, éramos plenamente conscientes de que si pretendíamos que las mujeres sacaran provecho de esta experiencia, era preciso que comprendieran la ecología de las especies marinas en cuestión, y se les impartieran los conceptos y términos ecológicos básicos que facilitaran ese aprendizaje. Así pues, debíamos discurrir un método para inculcarles estos términos de una manera que les permitiera conectarse con, y sacar conclusiones de, conceptos y experiencias que resultaran familiares en el contexto sociocultural de la vida de una mariscadora.

 

 

Mariscadoras y sus hijos disfrutando mejillones frescos para el almuerzo
Fuente: Siân Davies

 


 

 

 

Decidimos hacer uso de la metáfora, ya que es un recurso ampliamente empleado en la cosmología isiXhosa y una característica fundamental de su idioma y sistema de comunicación. Descubrimos que las metáforas eran una herramienta para salvar la brecha entre el conocimiento y la experiencia establecidos, por una parte, y el conocimiento y la experiencia de carácter ecológico o científico, por otra.

Primera metáfora. Un elemento central de la cultura y el sistema de creencias isiXhosa es la propiedad de ganado, y por ende la necesidad de pastizales fértiles. Se elaboró una metáfora alusiva al tema para explicar que en esos terrenos pueden encontrarse muchos tipos de pasto. El pasto tierno mantiene a las vacas gordas, saludables y productivas. Pero si se consume o se quema todo el pasto tierno, sólo crecerá el pasto duro y agrio y comenzarán a criarse vacas más pequeñas y delgadas, que dejarán de producir leche y parirán pocos terneros. Les explicamos a las mujeres que lo mismo era aplicable al mar, donde hay muchas especies de animales y plantas que conviven en las rocas. El iqongwe (bígaro gigante) se alimenta de las tiernas algas marinas (verdes y rojas), ricas en nutrientes que crecen cerca de las comunidades de imbaza (mejillones), y de ostras. Cuando se extrae una cantidad excesiva de imbaza y ostras de las rocas, las algas tiernas dejan de crecer y las rocas desnudas se cubren de plantas acuáticas duras y agrias (costras rosadas y grises). Como el iqongwe cuenta con menos algas tiernas para alimentarse, adelgaza, no se desarrolla adecuadamente, y por tanto disminuye su número de crías.

Segunda metáfora. Se concentró en el hogar, y la historia que narramos era más o menos la siguiente: las personas y los animales solo pueden reproducirse cuando son adultos maduros. Estos adultos pueden tener muchos hijos y crías que crecerán hasta ser grandes y fuertes, pero solo si son capaces de acogerlos y protegerlos en un hogar seguro y productivo. Cuando los hijos y las crías regresan al hogar, debe haber adultos que los reciban y los amparen. Si el hogar está vacío, los hijos y crías se marcharán para no volver. Les explicamos que algo similar ocurre en el mar. Los imbaza (mejillones), las ostras y los iqongwe (bígaros gigantes) solo pueden reproducirse una vez que se han desarrollado hasta alcanzar la adultez. Ello les toma alrededor de seis meses a los imbaza y a las ostras, y cerca de tres años a los iqongwe. Descargan su esperma y sus huevos en el agua, donde estos terminan por unirse para procrear pequeños mariscos capaces de movilizarse en el agua. Estos diminutos organismos han de nadar de regreso al refugio de las comunidades en las rocas, lo que solo es posible si allí hay una cantidad suficiente de mariscos adultos que los acojan y protejan. Si las recolectoras han extraído una cantidad excesiva de imbaza, ostras o iqongwe de las rocas, entonces las crías no podrán encontrar el camino de regreso. Asimismo, si se extraen demasiados ejemplares más desarrollados, entonces no habrá suficientes mariscos adultos que descarguen su esperma y sus huevos en el agua para procrear más descendencia, por lo que las comunidades se irán reduciendo paulatinamente.

Tercera metáfora: Nos pareció que esta estrategia pedagógica basada en relatos resultaba muy eficaz, y las historias fueron materia de una serie de debates entre las mujeres. De hecho dieron pie a una tercera metáfora, que fue elaborada por las propias mujeres. A lo largo de una de nuestras sesiones fuimos interrumpidos constantemente por una gallina que intentaba a toda costa entrar al recinto para poner ahí sus huevos. Una de las participantes señaló con el dedo a los polluelos y explicó que la historia acerca del hogar era similar a la situación de la mamá gallina, pues como sus crías tienden a desviarse del camino se perderían si ella no estuviera cerca para hacerlas volver a su lado. Fue gracias a esta metáfora, creada por las propias participantes en la investigación, como logramos confirmar que habían comprendido los conceptos ecológicos básicos.

Conclusión: oportunidades para nuevas prácticas sostenibles

Este trabajo con metáforas proporcionó a las participantes conocimientos ecológicos suficientes para interactuar productivamente con la comunidad de recolectoras de Coffee Bay, quienes estaban implementando un proyecto de rehabilitación de mejillones. Comprendieron el contenido y las motivaciones de la iniciativa que estaba llevando a cabo dicha comunidad. También fueron capaces de planteársela como una posible práctica alternativa para su propia comunidad, y cuando regresaron a Hamburg y a Nquinsa organizaron una serie de reuniones comunitarias para analizar la posibilidad de establecer un proyecto de rehabilitación de mejillones, que tenía el potencial de aumentar la cantidad de ejemplares recolectados, y al mismo tiempo de mantener un acceso permanente a los recursos naturales que eran tan importantes para complementar sus medios de subsistencia y alimentar a su familia.

Para concluir esta historia, recomendamos a otras personas en situación de riesgo y vulnerabilidad que entren en contacto con otras comunidades que vivan una realidad parecida, y se tomen tiempo para aprender conjuntamente las formas de expresión y los métodos necesarios para introducir cambios en las prácticas. Es probable que el desarrollo de una percepción más profunda de las pedagogías a fin de crear una resiliencia ecológica constituya un desafío clave para el futuro y un aspecto decisivo en el empoderamiento de las mujeres para desarrollar las capacidades que les permitan afrontar y sortear los riesgos propios de las comu

 

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