Educación ambiental


Nunca antes el mundo entero había podido seguir tan claramente en los medios de comunicación la manera en que una catástrofe se desarrolla paso a paso con implacable lógica: primero un terremoto de violencia inimaginable, que desencadena un tsunami de enorme poder, el cual a su vez arrastra al mar automóviles como si fueran juguetes, lanza barcos tierra adentro, hace desaparecer literalmente edificios, puentes, carreteras, ciudades enteras, tal como si un mandala tibetano de arena fuera borrado una vez terminado.

Más de 20.000 personas pierden la vida, cientos de miles pierden sus viviendas y sus bienes. Lo que viene a continuación es una catástrofe de dimensiones quizás aún mayores: el tsunami vuelve inoperantes los sistemas de refrigeración de centrales nucleares, en especial el de la central de Fukushima, compuesta de varios reactores atómicos. Fallan todos los sistemas de respaldo y todas las heroicas tentativas de impedir o al menos confinar o postergar las peores consecuencias de la fusión nuclear, dejan en evidencia que la energía nuclear no puede ser dominada por el hombre una vez que ha escapado a su control.

Mientras en Japón la radiación ya ha contaminado el agua potable y los alimentos, y una nube radioactiva amenaza con desplazarse en dirección a Tokio y luego expandirse por todo el planeta, y aquellos que siempre han formulado advertencias contra el uso de la energía atómica, ciertamente no pueden experimentar una sensación de satisfacción por haber tenido la razón. Muy por el contrario, cabe temer que incluso las más que claras lecciones aprendidas en la actualidad no serán suficientes para producir un cambio perdurable en el aprovechamiento de la energía y de los recursos naturales. Es demasiado poderoso el afán de lucro de los grandes consorcios de generadores de energía eléctrica, es demasiado alta la dependencia de los responsables de decisiones políticas con respecto a tales consorcios. La maquinaria de los cabilderos es demasiado eficiente. Existe una esperanza demasiado arraigada en la mayoría de los países del mundo –particularmente en los grandes países emergentes como China, India y Brasil– de poder satisfacer con energía atómica –y sólo con ella– los requerimientos energéticos para el desarrollo de su potencial económico. Son demasiadas las expectativas que las personas cifran en el crecimiento económico para obtener trabajo y bienestar, y son muy escasos los conocimientos y la conciencia que la mayoría de ellas poseen acerca de los riesgos y peligros que conlleva esa fuente de energía.

Es la misma lógica del crecimiento económico, dirigida por los intereses del capital privado, la que conduce a la tala rasa de los bosques tropicales, a la so-brepesca en los océanos, al calentamiento del clima, a la manipulación genética de nuestras plantas, a la adulteración química de los alimentos, a la crianza masiva de animales, que trae como consecuencia la EEB («enfermedad de las vacas locas») y la gripe porcina. Se trata de la explotación del planeta, de la violación de la naturaleza en pos de ganancias a corto plazo, a expensas de la mayoría y de las generaciones futuras. Al mismo tiempo, estamos frente a la arrogante creencia de que, con tecnología humana y con astucia se podrá engañar y domar las fuerzas de la naturaleza.

De nada sirven los sermones moralistas, pero nos damos cuenta de que no ha perdido nada de su actualidad el «Tratado sobre Educación Ambiental para Sociedades Sustentables y Responsabilidad Global», que fue firmado en 1992 en Rio de Janeiro, paralelamente a la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre El Medio Ambiente y el Desarrollo.

El texto de este Tratado, lo hemos impreso en nuestra edición Nº 40. Puede también encontrarse en Internet, por ejemplo en la página csdngo.igc. org/alttreaties/AT05.htm. Este tratado expresa la esperanza de que a través de miles de iniciativas a nivel local se logre desarrollar una conciencia que pueda traducirse en acciones, una conciencia que se base en el respeto mutuo y por el medio ambiente, en mayores posibilidades de participación para las personas desfavorecidas, en el reconocimiento de la igualdad entre los géneros, en el respeto, el cuidado y la solidaridad tanto a nivel local como mundial.

La manera en que se comporta un individuo o un grupo pequeño prácticamente no influye en los grandes acontecimientos mundiales. Sin embargo, este esfuerzo tampoco es totalmente indiferente, porque si muchos individuos suman sus esfuerzos pueden, gradualmente, modificar el saber y las convicciones de pueblos enteros y –es de esperar– finalmente también modificar la política, la cual en última instancia es la que determina el marco de referencia de la economía.

En las regiones asiáticas, la protección del medio ambiente y del clima constituye un tema prioritario, debido a las condiciones geográficas y a la gran cantidad de personas amenazadas por tempestades e inundaciones.

Por eso un grupo de ONG de Filipinas, India, Corea, Nueva Zelanda, Samoa y Laos ha formado una alianza con la sigla CLIMATE para convertir el cambio climático en su tema de trabajo. También participa en ella la Oficina Regional de DVV International para Asia y el Pacífico, con sede en Laos. Otras organizaciones están invitadas a sumarse a este llamado.

Hillary J Musarurwa es miembro fundadora y directora de la ONG «Penya Trust» en Zimbabue. Uno de sus colaboradores es Lawrence Hoba, que está adquiriendo renombre en África como joven escritor. «PENYA» es la sigla de «Practical Empowerment and Networking Youth Association» (Asociación de Jóvenes para el Empoderamiento Práctico y el Trabajo en Red). Pero «Penya» es también una palabra de la lengua shona que significa «brillar».»Brillar» es lo que se desea que hagan los niños, niñas y jóvenes en las comunidades campesinas de Simbabwe, brillar a pesar de sus arduas condiciones de vida, de los problemas ecológicos causados por la tala rasa de los bosques, la erosión, la disminución de la biodiversidad, la creciente infertilidad de los suelos y los complejos problemas sociales a que conduce ese deterioro ecológico.

La siguiente contribución también se remonta al «Tratado sobre Educación Ambiental para Sociedades Sustentables y Responsabilidad Global».

REAJA es una de esas siglas con doble significado: por una parte, es la forma imperativa del verbo portugués «reagir» (reaccionar), y por tanto constituye una exhortación a reaccionar ante los desafíos y a actuar. Pero al mismo tiempo designa a la «Red de Educación Ambiental de Jóvenes y Adultos» («Rede de Educação Ambiental de Jovens e Adultos». REAJA es coordinada por Marcos Sorrentino, exdirector de formación de adultos en el Ministerio Brasileño de Medio Ambiente; Simone Portugal, profesora brasileña que utiliza el arte para la capacitación sobre el medio ambiente; y Moema Viezzer, cientista social brasileña en actividad desde hace varias décadas, además de pedagoga y asesora internacional en asuntos de educación sobre género y medio ambiente.

El texto «Aprendiendo con relatos y metáforas» lo publicamos con la gentil autorización del boletín «Equals» del Proyecto «Beyond Access», el que fue fundado en 2003 por Oxfam, el Instituto de Educación de la Universidad de Londres y el Departamento para el Desarrollo Internacional (DFID) del Reino Unido. Está Este trabajo se basa en una investigación llevada a cabo por Siân Davies para obtener el grado de Master en Educación Ambiental por la Universidad de Rhodes, Facultad de Educación, Grahamstown, República de Sudáfrica. Los directores de tesis fueron Heila Lotz-Sisitka y Rob O’Donoghue.

Moema Viezzer, a quien acabamos de presentar brevemente más arriba, retoma la palabra con una contribución propia, en la que trata la cuestión de la justicia de género y de la diversidad equivalente, así como el tema de la ecología, el clima y la protección del medio ambiente en relación con la sostenibilidad de la vida, el actuar humano y la actividad económica, tópicos ambos que a su juicio están íntimamente relacionados.

 

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