Sofía Valdivielso

La Oficina para el Género y la Educación (Gender and Education Office – GEO) del Consejo Internacional para la Educación de Adultos (International Council for Adult Education – ICAE) fue creada con la finalidad de luchar por la superación  de los roles de género tradicionales y de la hegemonía de un género sobre el otro en ellos implícita. No se trata de ignorar las diferencias entre los géneros, sino más bien de respetarlas y verlas como equitativas. GEO se dedica también al trabajo de cabildeo político, especialmente en el contexto de las grandes conferencias de las Naciones Unidas, y a la vez se preocupa del seguimiento y monitoreo de los objetivos acordados. Al respecto, GEO colabora estrechamente con otras redes femeninas tanto regionales como globales.

Lenguaje, género e igualdad

Una mirada desde la Oficina de Educación y Género del ICAE

Introducción

Uno de los indicadores de la emergencia de la sociedad de la información es la crisis de un sistema social basado en la asignación de roles en función del sexo. Generalmente todo cambio produce confusión. Nos encontramos en un momento en que lo nuevo no ha terminado de nacer y lo viejo no ha terminado de morir. Las identidades tradicionales, basadas en el sexo, han sido muy limitantes, tanto para hombres como para mujeres, en la medida en que los modelos hegemónicos han encerrado a unos y a otras en modelos identitarios muy rígidos. La masculi nidad hegemónica ha impedido a los hombres desarrollar y manifestar su lado emocional, pues su identidad se sustenta en la racionalidad, el control y el poder mientras que todo esto ha sido negado a las mujeres para, las que el modelo de feminidad hegemónico les exigía ser emotivas, sensibles y abnegadas. Lo masculino siempre se ha definido en oposición a lo femenino y esto ha impedido a unos y a otras desarrollarse como seres integrales. El proceso para superar esta dicotomía ya está en marcha, pero los modelos anteriores aun siguen vigentes. El número de mujeres muertas cada año es un indicador de la supervivencia de un modelo que se sustenta en la dominación y el control de un sexo sobre otro. Superar esta dicotomía y construir modelos identitarios más integrales y complejos implica desvelar dónde se encuentran los nudos que impiden la emergencia de una sociedad de iguales diversos. La educación es uno de los espacios/procesos sociales donde se construyen las identidades de género. Una buena educación, basada en el reconocimiento y respeto de la diferencia, es fundamental para superar los viejos modelos.

Esto es una tarea compleja y hay algunos frenos que la dificultan. Entre ellos podemos destacar dos que a mi juicio se encuentran estrechamente interrelacionados. Por un lado tenemos el lenguaje, las palabras que usamos para nombrar las realidades en las que nos encontramos inmersos. Ese lenguaje en apariencia es neutro, pero en absoluto lo es. Detrás de cada una de las palabras que usamos para nombrar nuestro mundo hay una relación de poder. La realidad de las mujeres ha sido tradicionalmente nombrada por los hombres y nosotras en la mayoría de los casos, la hemos dada por válida, y el hacerlo nos ha impedido reflexionar sobre ella.

Por otro lado están las personas encargadas de facilitar la emergencia de identidades más abarcativas quienes, en la mayoría de los casos, siguen operando desde los viejos modelos cargados de prejuicios, los cuales se caracterizan por tener raíces muy profundas.

En la década de los 90, sobre todo después de la conferencia de Beijing, el tema de la mujer comenzó a adquirir importancia política en todo el mundo. Se crearon instituciones dedicadas a favorecer la igualdad, a vigilar la implantación de los compromisos adquiridos por los gobiernos, a implementar políticas positivas dirigidas a disminuir la brecha de género, etc. En un principio estas instituciones nos nombraban en singular y al hacerlo nos homogenizaban a todas. Todas somos mujer. Sin embargo la realidad no se escribe en singular sino en plural. Hay muchas cosas que nos igualan pero hay igualmente muchas otras que nos desigualan. No tener en cuenta las desigualdades produce que las mismas se sigan reproduciendo.

En el presente artículo pretendemos reflexionar sobre estas dos dimensiones: el lenguaje y la igualdad. Para ello nos vemos en la necesidad de aclarar algunos conceptos dado que solemos pensar que si usamos las mismas palabras significa que compartimos los mismos significados y esto, desgraciadamente, no suele ocurrir, lo cual se convierte en fuente de conflicto y malentendido. En una segunda parte presentamos la GEO como ejemplo de una red educativa que trabaja en pro de una educación más igualitaria y justa.

Algunas precisiones conceptuales

El campo conceptual en el que nos estamos moviendo es muy amplio y en nuestra opinión está cargado de prejuicios sociales que en la mayoría de los casos nos impiden saber desde que posición se habla y qué se dice en relación a las mujeres. Por ello hemos considerado necesario hacer algunas precisiones conceptuales. Dado la limitación de este trabajo hemos optado por presentar sólo dos conceptos que consideramos son importantes para dibujar los límites del tema que nos ocupa. Los conceptos son: género e igualdad.

Género

Este concepto surge en la década de los 80 con el objetivo de romper con el determinismo biológico implícito en el concepto sexo. Esta nueva categoría de análisis reveló el carácter cultural de las construcciones identitarias de hombres y mujeres.

No existe una definición normativa y unívoca del género ya que se trata de un concepto en plena efervescencia teórica que se va perfilando y reelaborando con el avance en las investigaciones.

En sus primeras asignaciones, el concepto de género se utilizó para enfatizar su carácter cultural por oposición al sexo biológico. La idea fundamental era subrayar que la posición de inferioridad de las mujeres se debía a razones socioculturales y no a la naturaleza humana.

Esta primera acepción se tornó rápidamente muy restrictiva pues se le criticó su determinismo y su dualismo al hacer un paralelismo entre mujer/femenino y hombre/masculino. Desde estas primeras asunciones se definía el sexo como las características biológicas (anatómicas, fisiológicas, hormonales, etc.) que distinguen a mujeres y a hombres, y el género como las características que cada sociedad y cultura atribuye a cada sexo. (Cobo Bedía, 1995; Lagarde, 1996).

Para Seyla Benhabib, el género es una categoría relacional que busca explicar una construcción de un tipo de diferencia entre los seres humanos. (Benhabib.1992:52).

En los últimos 20 años este concepto ha sufrido cuatro rupturas conceptuales fundamentales: (Martín, 2005:68-69)

Ruptura con la identificación sexo/género: En un primer momento se argumenta que el sexo biológico no es destino y la etnografía demuestra que no existen cualidades innatas y universales aplicables a hombres y mujeres en todas las culturas. De esta manera el género, en tanto que construcción social, viene a cubrir la laguna, revelándose como un concepto interdisciplinariamente válido y operativo.

Ruptura con la dualidad genérica: El concepto género, que nació en contraposición y reacción al determinismo biológico del sexo, se había construido de forma igualmente binaria (masculino/femenino); pero esta dualidad no resultaba pertinente ya que no daba cuenta de otras prácticas y construcciones identitarias múltiples, por ello se redefine como una categoría analítica abstracta, multidimen sional y relacional.

Ruptura con la dualidad sexual: Los estudios sobre sexualidad plantean que el sexo también se construye socialmente y la etnografía argumenta que existen otras nociones al margen de hombre y mujer en diferentes culturas. Esto conduce a una redefinición del género cuya base serán diversas percepciones socio-sexuales propias de cada sociedad en lugar del sexo biológico.

Ruptura con la heteronormatividad: El surgimiento de discursos que denuncian que el género invisibiliza las prácticas y orientaciones sexuales al margen de la heteronormatividad obliga a un replanteamiento de las teorías cuya meta es tener en cuenta cómo afectan las sexualidades no normativas a la construcción del género.

Las distintas teorías feministas coinciden en el supuesto de que el género no es un hecho natural, sino un proceso histórico, social y cultural. Por tanto, más que una categoría, es una teoría amplia que abarca categorías, hipótesis, interpretaciones y conocimientos relativos al conjunto de fenómenos históricos construidos en torno al sexo. El género está presente en el mundo, en las sociedades, en los sujetos sociales, en sus relaciones, en la política y en la cultura.

Igualdad

En el uso cotidiano este concepto suele utilizarse como sinónimo de identidad, en el sentido de idéntico. Es decir, decimos que dos cosas son iguales o que son idénticas. También lo usamos como sinónimo de mismidad en la medida en que dos cosas iguales son la misma cosa. Esta confusión terminológica ha producido que en el uso común del término se piense que lo contrario de la igualdad es la diferencia y esto nos introduce en un dilema porque se puede llegar a pensar que si la igualdad es buena, entonces la diferencia es mala y hay que anularla, o bien que si la diferencia es buena, entonces hay que abandonar la lucha por la igualdad en la medida en que nadie quiere ser identificado como idéntico en un mundo donde se celebra la diversidad. En esta lógica el concepto de diferencia llevado al extremo nos lleva a negar la universalidad y esto nos lleva a justificar que como las mujeres o los pobres o los inmigrantes son diferentes pues sólo hay que aceptarlo y lo que es una desigualdad intolerable se convierte en algo natural.

Amorós (2005) puntualiza que desde una precisión terminológica esta sinonimia es nefasta y aboga por la utilización de este concepto en el sentido ilustrado en el que igualdad en absoluto es sinónimo de identidad.

«Hablamos de identidad cuando nos referimos a un conjunto de términos indiscernibles que comparten una predicción común. Entonces cuando se dice que ‹todos los indígenas son perezosos› o que ‹todas las mujeres son emotivas›, o cosas similares, estamos afirmando que todos los sujetos subsumidos en esa predicción son idénticos, y por tanto, indiscernibles bajo esa predicción común. Sin embargo, cuando hablamos de igualdad nos referimos a una relación de homologación bajo un mismo parámetro que determina un mismo rango, una misma equiparación de sujetos que son perfectamente discernibles.» (Amorós,2005: 287)

Isabel Santa Cruz (1992) reconstruye la retícula en la que se inscribe la igualdad. De esta matriz surgen tres conceptos necesarios para precisar el concepto de igualdad. El primero es la equipotencia que implica que dos personas tengan la misma capacidad de actuar. El segundo concepto que emerge de esta matriz es la equivalencia que implica que dos personas tengan el mismo valor situándolas en un mismo nivel de ponderación de valores que perfectamente pueden ser distintos. Por ejemplo, si decimos que la justicia es tan importante como la solidaridad o que los valores masculinos son tan importantes como los femeninos, los estamos haciendo equivalentes precisamente porque son diferentes. Por último, el concepto de equifonía o capacidad de tener el mismo reconocimiento en el discurso, es decir, la capacidad de mantener un discurso que goce de igual credibilidad que otro y que sea escuchado como discurso igualmente solvente. (Santa Cruz, 1992)

Desde esta lógica el derecho a la diferencia presupone el derecho a la igualdad entendida desde la matriz expuesta. Cualquier diferencia que no la incorpore debe ser contestada porque hay diferencias que son indeseables por injustas. Por tanto la igualdad hay que construirla y hay que oponerla no al concepto de diferencia, sino al de desigualdad porque toda desigualdad es éticamente intolerable. De aquí se deriva que nuestra tarea consiste en defender e impulsar el derecho a la igualdad porque las diferencias forman parte de la naturaleza tanto biológica como humana, son hechos, mientras que las desigualdades son las consecuencias de realidades humanas injustas.

Oficina de Educación y Género del Consejo Internacional de Educación de Adultos GEO/ICAE

 

Esta oficina tiene sus orígenes en el Programa de mujeres del Consejo Internacional de Educación de Personas Adultas (ICAE), cuya sede se encontraba en Canadá. A partir de 1996 se redefinen los objetivos para adecuarlos a las nuevas necesidades en Educación y Género y la Coordinación de la Oficina de Género, GEO, pasa a realizarse desde Montevideo, Uruguay, con el apoyo de la infraestructura de la REPEM (Red de Educación Popular entre Mujeres de América Latina). Su principal misión es destacar la dimensión educativa como una herramienta estratégica para lograr la justicia y la igualdad en las relaciones de género.

GEO nace como una red multicultural, interregional y global. Tiene en consi deración las distintas prioridades de las regiones, fomentando y estableciendo relaciones cooperativas y horizontales entre distintas ONG y distintas redes, tanto locales como globales, con las universidades, etc. Se propone diseminar, socializar y difundir materiales y conocimientos en relación a educación y género entre las instituciones locales, regionales e internacionales.

Entre sus líneas más importantes de acción se destaca el trabajo en: la transversalización en género de las políticas públicas; y el control, seguimiento y lobby de las Conferencias de Ciclo Social de las Naciones Unidas.

GEO tiene una publicación electrónica mensual llamada ‘Voices Raising’, que es distribuida a través de una lista a personas y organizaciones de todo el mundo que trabajan los temas de educación y género. Incluye información enviada por los lectores que quieren compartir su saber. Está dirigida a facilitar el trabajo cooperativo entre las y los participantes de las distintas regiones.

Asimismo trabaja estrechamente con otras redes, formando lo que podríamos llamar una red de redes. Entre ellas cabe destacar: REPEM, DAWN, FEMNET y SOCIAL WATCH.

Desde su nacimiento GEO ha sido muy activa. Ha participado en casi todas las conferencias organizadas por las Naciones Unidas en este tiempo. Siempre con el mismo objetivo: llevar el mensaje y el lenguaje de CONFINTEA a todos y cada uno de los espacios de reflexión y debate. Esta participación es la que ha posibilitado que se comprenda cada vez con más claridad que todo está relacionado con todo y que en la actualidad ninguno de los problemas a los que nos enfrentamos puede ser resuelto desde un solo sector, un solo escenario o un solo actor.

Por tanto, nos configuramos como una red de mujeres feministas interesadas en el desarrollo de la justicia en las relaciones de género, y convencidas de que la educación es una de las variables que lo hará posible. Asumimos que la educación es un derecho universal y que por tanto no es algo que se concede, que se otorga, sino algo que se posee por el mero hecho de haber nacido independientemente del lugar de nacimiento, del género, de la raza o de la clase social a la que se pertenece. Con estas asunciones de base trabajamos en tres direcciones que consideramos interrelacionadas e interconectadas.

En primer lugar, como red educativa nuestra principal misión consiste en afirmar y destacar que la educación es una herramienta estratégica para conseguir un mayor nivel de justicia e igualdad entre los géneros, las razas, las etnias o las clases sociales. Para que esto ocurra pensamos que es absolutamente necesario hacer advocacy en todos aquellos escenarios donde se estén debatiendo y consensuando acciones relacionadas con los derechos humanos y con la educación.

Esta afirmación nos ha llevado a participar en la última década en todas las conferencias organizadas tanto por las Naciones Unidas como por las organizaciones no gubernamentales. Participamos en el FSM (Foro Social Mundial) desde el principio y el ICAE es una de las organizaciones presentes en el Comité Internacional de este Foro.

Lo que perseguimos con esta participación es, por un lado, asegurarnos de que los significados en torno a la educación de las niñas y niños, de las mujeres y hombres que han sido consensuados en las conferencias internacionales específicamente educativas sean respetados y asumidos en otras conferencias y evitar así que en cada contexto se invente la rueda de nuevo. Consideramos que esto es una pérdida de energía que no lleva a ningún puerto.

En este sentido, nuestra presencia en estos foros es una manera de ínter- seccionar las agendas, en la medida en que abrimos espacios de comunicación más allá de los espacios tradicionales de lo que hasta ahora se ha venido considerando como específicamente educativo. En la medida también en que no sólo nos limitamos a llevar las voces de quienes están discutiendo temas educativos sino también de recoger lo que se está discutiendo en otros foros y llevarlo a los contextos educativos.

Trabajar en esta línea es difícil y muy lento pero estamos convencidas de que está facilitando romper con el pensamiento fragmentario, que entiende que la realidad se organiza en torno a temas o a disciplinas aisladas y avanzar en un planteamiento más integrador, que lejos de negar el conocimiento específico de las distintas disciplinas y de los distintos ámbitos los incluye y al mismo tiempo los trasciende.

Otra de las dimensiones que definen a la GEO es la investigación (GEO, 1999, 2003….). Consideramos que lo que afirmamos debemos demostrarlo y además nuestras investigaciones son herramientas útiles para fortalecer nuestra labor de lobby. Nuestro primer trabajo de investigación fue la elaboración de unos indicadores para el seguimiento de Confintea V, cuyo resultado presentamos dos años después en el primer seguimiento de la conferencia celebrada en Manila. Realizamos el análisis de aquellos indicadores relacionados con las temáticas de género. Nuestra metodología sirvió de base para un estudio posterior más amplio coordinado desde el ICAE conocido como «Informe Sombra» y que se presentó en el seguimiento de Confintea+6 en Septiembre de 2003 en Bangkok. Entre esta fecha y el 2010, año en que se celebró la 6º CONFINTEA en Belém do Pará, dirigimos nuestras energías hacia el trabajo en red con otros sectores y con otros actores, convencidas de que en la actualidad es imprescindible la cooperación entre sectores y actores en la búsqueda de alternativas a una realidad que se define por ser multidimensional y compleja. Hemos participado activamente en la organización de los distintos Foros Sociales Mundiales, en las Semanas de Acción Global, en el Llamado Mundial contra la Pobreza, en el seguimiento de los Objetivos del Milenio, y en la organización del FISC (Foro Internacional de la Sociedad Civil) previo a CONFINTEA.

Una tercera dimensión es la interrelación entre lo local y lo global. Sabemos que los cambios globales se materializan en los territorios concretos. Lo global y lo local están intrínsecamente interrelacionados. Por esta razón, GEO trabaja en ambos lados al mismo tiempo y esto lo hace conectándose con redes locales. No olvida ni el contexto donde se desarrolla la vida, que está ligada a la tierra, que está localizada en el territorio, que está poblada de niños y niñas y de hombres y mujeres concretas, ni el contexto global, donde se toman decisiones que nos afectan a todas y a todos.

Bibliografía:

Amorós, Celia (2005) La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias…para las mujeres. Madrid, Cátedra.

Benhabib, Seyla (1992) Una revisión del debate sobre las mujeres y la teoría moral. En Isagoría nº 6, 36-64.

Benhabib, Seyla (1990) El otro generalizado y el otro concreto. En Cobo Bedía, Rosa (2006) Interculturalidad, feminismo y educación. Madrid, MEC y Catarata pp. 85.

Freire, Paulo. & Macedo, Donaldo (1989). Alfabetización. Lectura de la palabra y lectura de la realidad. Barcelona. Paidós & MEC.

Lagarde, Marcela (1996) Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia. Madrid: Horas y HORAS.

Martín Casares, Aurelia (2006) Antropología de género. Cultura, mitos y estereotipos sexuales. Madrid, Cátedra.

Molina Petit, Cristina (1994). Dialéctica de la Ilustración. Madrid: Anthropos.

Santa Cruz, Isabel (1992) Feminismo y ética. En Amorós, Celia (2005) La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias…para las mujeres. Madrid, Cátedra pp. 287.

Subirats, Marina y Brullet, Cristina (2002) Rosa y azul: la transmisión de géneros en la escuela mixta, en González, A. y Lomas, C. Mujer y educación, Barcelona, Graó pp. 133-167.

 

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