Raúl Leis R.

La Educación Popular des Jóvenes y Adultas en la Construcción de Ciudadanía Transformadora


«No podemos olvidar que la educación de personas adultas está en crisis por definición: es lo que le da su mayor debilidad y su mayor potencialidad. Cuando afirmamos que la educación de personas adultas está en crisis queremos decir que trabaja con las crisis del sistema educativo ordinario y del sistema social.

Efectivamente, en la educación de personas adultas trabajamos con los descosidos, con los rotos, del tejido social: los expulsados del sistema educativo, los excluidos, los y las inmigrantes, las mujeres analfabetas, los que tienen necesidades educativas especiales, las muchedumbres solitarias. A nadie se le oculta que, en correspondencia con este paisaje, en muchos lugares se trabaja en edificios pequeños, precarios, desgastados, en bajos o barracones que no quiere nadie. Pero con todo y ser importante, un centro no es más que un rico entramado de relaciones humanas. ….

Nuestros centros de educación de personas adultas configuran en ese sentido una pequeña comunidad, y dentro de ella constituyen lo que Zygmunt Bauman llamaba, en un libro recomendable, 1 un «círculo cálido». Los centros de educación de personas adultas son algo más que centros receptivos, son centros propositivos. Y trabajan por cambiar las condiciones de vida de los sujetos que acuden, es decir, trabajan desde la convicción de que otro mundo es posible. Como los nuevos movimientos sociales, su perspectiva está cambiando desde posiciones reactivas a posiciones proactivas. No sólo se oponen, sino que proponen. Su resistencia es activa, no pasiva; cívica y no cínica».
José Beltrán Llavador La Educación Popular des Jóvenes y Adultas en la Construcción de Ciudadanía Transformadora 2

Los sentidos ciudadanos de la EPJA

El proceso de globalización tiende a configurar un nuevo ordenamiento mundial, donde la estructura tecnológica se define respondiendo a una nueva división internacional del conocimiento, donde para Francisco Lavolpe 3 se identifican nuevas categorías de ciudadanía, relacionadas a los roles sociales definidos por las ventajas relativas de cada área o nivel de conocimiento asociado: La ciudadanía global firmemente ligada al nuevo patrón de acumulación mundial y la protociudadanía, cuya relevancia dentro de la estructura productiva transnacional es marginal o complementaria. Se produce un cambio de la noción del ciudadano involucrado plenamente en el gobierno de la cosa pública, que acepta ceder parte de su soberanía a cambio de garantías de convivencia social, que ahora el patrón de acumulación global no está en condiciones de garantizar.

La ciudadanía global esta integrada en la economía mundial, especialmente a través del consumo. Este tipo de ciudadanía comparte pautas culturales de consumo global, acceso a la tecnología y a las comunicaciones globales, el bienestar de la seguridad urbana, los derechos políticos y sociales atribuidos a la democracia moderna. En cambio, la protociudadanía se asocia a la marginalidad y exclusión de los beneficios económicos, sociales y culturales, siendo este fenómeno de naturaleza estructural y está presente en países tanto subdesarrollado como en menor cuantía en los desarrollados. Esta ciudadanía aparece devaluada en sus condiciones socioeconómicas, situación en la que los derechos fundamentales asociados al patrón de acumulación hegemónico le son sensiblemente recortados o vedados; un ciudadano que a los fines económicos aparece como representante de la ciudadanía marginal. Se configura así un modelo de ciudadanía dual caracterizada por la inestabilidad política y socioeconómica, pues la capacidad del Estado para resolver o contener los conflictos derivados de estas desigualdades se ha reducido sensiblemente.

¿Cómo reducir esta brecha asimétrica? La agenda que propone el informe «La Democracia en América Latina» 4 apunta a la expansión de la ciudadanía. Para hacerla sostenible es fundamental desarrollar una política que encarne opciones, agrupe voluntades y genere poder democrático. Urge proseguir con la reforma de las instituciones; empero, estas iniciativas necesitan un hilo que robustezca la participación ciudadana. Sólo ésta podrá hacer más legítimas y eficientes tales reformas. En este sentido, un aspecto institucional clave son las reformas electorales que aseguren un mejor balance entre gobernabilidad y representación. El tipo de economía debe estar en el centro del debate público y no ser relegado a una mera cuestión técnica. El desarrollo de la democracia depende de que se amplíe de manera decidida la ciudadanía social, sobre todo a partir de la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la creación de empleos de buena calidad. Sólo si se reduce la desigualdad, se podrá disminuir la pobreza sosteniblemente y mejorar las posibilidades de crecimiento económico.

La expansión se asocia al impulso de la ciudadanía integral, que incluye el pleno reconocimiento de la ciudadanía política, la ciudadanía civil y la ciudadanía social, que van mas allá del régimen político y sus reglas institucionales, pues se visualiza que los habitantes deben acceder plenamente a sus inalienables derechos cívicos, sociales, económicos y culturales, mirados como un todo coherente e hilvanado. La democracia conlleva un concepto de la persona y de la construcción de la ciudadanía, pues es una forma de organización del poder que supone la existencia y el buen funcionamiento del Estado.

Según el informe, la ciudadanía política se desenvuelve en la vigencia de lasdemocracias electorales, que falta ser enriquecida con la democracia de ciudadanía. La ciudadanía civil se ubica en logros importantes en materia de legislación de derechos humanos, pero preocupa la poca capacidad de los Estados para garantizar estos derechos en la práctica. El progreso realizado en relación al respeto del derecho a la vida, la integridad física, la seguridad y la no discriminación, ha sido irregular y en algunos casos insuficiente. La situación de la ciudadanía social es preocupante y se sitúa como el principal desafío, pues los sectores más excluidos del ejercicio pleno de la ciudadanía social coinciden con las afectadas ciudadanías civiles y políticas. Los problemas clave son la pobreza, la exclusión y la desigualdad, que impiden que las personas se manifiesten como ciudadanos con plenos derechos e igualdad en el espacio público, lo que afecta la inclusión social.

La ciudadanía social se relaciona a los modelos de políticas sociales que contienen diversas dimensiones tipos de ciudadanías subyacentes. Así, Sonia Fleury 5 plantea estas dimensiones: La ciudadanía invertida, cuando el individuo o grupo pasa a ser objeto de la política como consecuencia de la exclusión y está presente S en el modelo de asistencia social. La ciudadanía regulada, expresa la concepción de los beneficios como privilegios diferenciadores de las categorías de trabajadores, la ciudadanía se vincula con el principio de mérito en base a la condición de inserción en la estructura productiva, y es propia de los modelos de seguro social. La ciudadanía universal, procura garantizar a la totalidad de los ciudadanos un mínimo vital en términos de renta, bienes y servicios, fundamentado en un ideal de justicia social, y asociada al modelo de la seguridad social.

Bottomore 6 a su vez, diferencia entre ciudadanía formal y sustantiva. La ciudadanía formal es la adscripción legal a un Estado, lo que no es una condición necesaria ni suficiente para la ciudadanía sustantiva, pues se puede ser parte legal de un Estado estando marginado de jure o facto de derechos políticos, civiles y ni hablar de los sociales. La ciudadanía sustantiva supone que los derechos de la ciudadanía son más la expresión real y coherente de los derechos humanos.

Bustelo 7 diferencia, en el marco de las políticas sociales, entre ciudadanía asistida y ciudadanía emancipada, afirmando y enfatizando la autonomía y emancipación de los actores sociales. La ciudadanía asistida apunta a ubicar la distribución de la riqueza y las desigualdades como naturales y resultado del éxito de los más aptos, y considera que las políticas del Estado deben ser marginales. Bajo esta mirada, las políticas sociales son meros mecanismos de control social, que permiten la gobernabilidad necesaria para la legitimación de reformas estructurales exigidas por el mercado y los organismos internacionales de crédito; se pone el énfasis en la focalización de los subsidios del Estado hacia los sectores más pobres y el diseño de esquemas público-privados vistos como redes de contención, en lugar de procurar una mejor distribución del ingreso.

En cambio, la ciudadanía emancipada sitúa la igualdad social como eje, comprendida como derecho a iguales oportunidades de acceso a los recursos para el desarrollo. La igualdad implica equidad y también la justicia redistributiva basada en la solidaridad colectiva. Esta ciudadanía es por definición una propuesta socialmente inclusiva por el acceso al empleo productivo a una educación de calidad y oportunidades que permitan a las personas participar y ampliar el campo de sus derechos y responsabilidades. Las personas no son objetos sino sujetos, en su doble dimensión individual y social, por lo que defiende la necesidad de sostener la política social sobre diversos principios, entre los que se destacan los de universalidad y solidaridad.

Para José Beltrán y F. Hernández la condición de ciudadano se relaciona con la ciudadanía plena, una doble dimensión, vinculada tanto con la polis, con la esfera de lo público, de la política, en tanto que participación en los asuntos públicos; como con el locus, espacio o topos que habita, de esta manera:

 

 

 

 

 

La ciudadanía, para ellos, va mas allá de conjuntos de ciudadanos con derechos limitados en un contexto espacial dado con obligaciones y derechos, que tienen como integrantes formales todos los miembros legales de un Estado. El concepto de ésta referido a la categoría de Estado.

«Efectivamente, una ciudadanía que se pretende crítica, no puede dar la espalda a los hechos sociales más incómodos, sino que debe afrontarlos desde un mínimo principio de la responsabilidad y de la fraternidad. La comprensión sociológica da lugar a ocasiones nada despreciables para abordar estos hechos desde una distancia crítica, que en absoluto justifica una supuesta neutralidad ni nos exime de un posicionamiento claro, sino que más bien nos exige ejercer nuestra autonomía, tomar las instituciones para reinventarlas, y con ellas, reinventarnos —educar educándonos— en el espacio de la plena ciudadanía».8

Para Paul Barry Clarke, la ciudadanía puede ser activa o pasiva. Es pasiva respecto de su acción en relación al Estado y activa cuando se activa con el sufragio o la participación electoral. El problema de la ciudadanía activa es que se restringe a actividades más o menos formales, y solo unos cuantos son ciudadanos enteramente activos. En cambio, la ciudadanía profunda involucra obligaciones y actividades políticas continuas, lo cual resulta difícil dentro de los confines de la democracia formal y exige, por lo tanto, una politización de la sociedad civil. 9 Esto lo resume en su propuesta Ser Ciudadano:10

  • Participar en la dirección de la propia vida.
  • Tener conciencia de que se actúa en y para un mundo compartido con otros, y que nuestras propias identidades se relacionan y se crean mutuamente.
  • Entender la diversidad como pluralidad.
  • Participar en una conversación —no en una tertulia— con el mundo.
  • Dialogar con la alteridad.
  • Ofrecer alternativas para que la ciudadanía no sea meramente formal o superficial.
  • Pensar fuerte el mundo para adquirir compromisos fuertes con él.
  • Tener una existencia compartida.
  • Conciliar, en una tensión permanente, el interés particular con el bien universal (adentrarse en lo universal).
  • Ser político: ser partícipe en los asuntos públicos que nos conciernen.
  • Huir del mero egoísmo, del sectarismo.
  • Ser ciudadano activo, ampliando el espacio público y extendiendo el alcance de las actividades cívicas.
  • Educarnos en el ejercicio de la ciudadanía.
  • Ser sujeto social, es decir, ser sujeto activo partícipe en una democracia directa y de paso ejercer una democracia de proximidad.
  • Ser yo-ciudadano: cultivar el juicio reflexivo, vivir una existencia de múltiples tramas, enriqueciendo el ejercicio de la libertad.
  • Comprometerse con la suerte del mundo.
  • Procurar la mejora del yo, de los otros y del mundo.
  • Ser capaces de pensar desde el punto de vista de los demás.
  • Pensar nómada, alejándonos de la tiranía de las categorías únicas.

Los sentidos ciudadanos de la EPJA apuntan esencialmente hacia construir ciudadanía con enfoque de derechos pues,

«además de enfrentar la exclusión, hay que preguntarse cuáles son las finalidades de la educación y si éstas representan las aspiraciones del conjunto de la sociedad y no sólo de determinados grupos de poder». 11

El gran desafío se encuentra localizado en la capacidad que tiene la educación, y en especial la EPJA, para aportar sustantivamente a superar las dicotomías y las brechas superando las ciudadanías pasivas, formales, asistidas, invertidas, marginales, hacia ciudadanías plenas, profundas, emancipadas, sustantivas e integrales, es decir, transformadoras.

En esa capacidad se juntan inseparablemente la calidad y equidad, pues la educación es de calidad si abre el cofre de posibilidades y recursos a los que tienen carencia de ellos, para actuar en pie de igualdad, de condiciones de acceder a las oportunidades educativas y desarrollar plenamente el derecho a la educación.

Muchas experiencias y documentos apuntan a la relación entre EPJA y construcción de ciudadanía. Entre ellas, un reciente documento del ICAE, 12 que prioriza la crisis alimentaria global pues amenaza las necesidades más básicas de la población, y pone en riesgo la sobrevivencia de millones de personas de los países subdesarrollados. La población marginada debe ser

«la prioridad de las deliberaciones de CONFINTEA VI, y por ello se debe reconocer la interdependencia entre el aprendizaje para el trabajo, el aprendizaje para el empoderamiento individual y colectivo, y el aprendizaje para la justicia social… La educación de las personas adultas debe brindar una formación e información adecuada para enfrentar este problema crítico, que tiene mayor impacto en mujeres y niños/as».

Por ello ubica como temas clave la pobreza y la creciente desigualdad social y cultural, un punto de referencia importante en relación a la educación y el aprendizaje de personas jóvenes y adultas orientado al trabajo; la prioridad de la educación de personas adultas, incluida la alfabetización, como parte de los objetivos de Educación para Todos/as y como una herramienta crítica para alcanzarlas. Igualmente, la educación de las personas adultas es un componente invisible pero central de los ODM y es indispensable para todas las estrategias que procuren cumplirlos; la necesidad de nuevas políticas y legislación para asegurar el derecho al aprendizaje sin discriminación por edad, género, raza, etnia, clase, orientación sexual, religión, discapacidad y status nacional.

Se trata de

«apostar a una educación de jóvenes y adultos más orgánica con los procesos sociales transformativos que tengan un sentido evolutivo hacia la equidad social, el respeto de la vida y la búsqueda de sentidos culturales y estilos de vida alternativos más satisfactorios», 13

pues la EPJA debe edificar un espacio participativo y democrático, de igualdad y libertad, en el que la ciudadanía se construya a través tanto de sujetos educativos como de sujetos socioeconómicos, políticos y culturales, que se hagan cada vez más protagonistas de su vida y de su sociedad.

Esta intencionalidad de la EPJA se afirma en planteamientos 14 como CONFINTEA V (Hamburgo 1997), que ubica el aprendizaje de adultos como epicentro de la educación de adultos al articular participativamente las competencias básicas de lectura y escritura y concientización de los adultos en aprendizaje, en cuanto a los derechos y responsabilidades ciudadanas.

«El aprendizaje de la lectura y la escritura es un proceso social, múltiple y contextualizado, que tiene lugar en un espacio social, en la relación con los otros y que implica una manera igualmente social de participación».

Para la Década de la Alfabetización de las Naciones Unidas, la alfabetización significa la comprensión de una realidad social económica, política, cultural, que transcurre a través del lenguaje escrito, abriendo las puertas al empoderamiento individual y social, favoreciendo así la identidad cultural, la participación democrática, la ciudadanía, la tolerancia y el respeto por los demás, el desarrollo social, la paz y el progreso.

La OEI enfatiza que la alfabetización en la EPJA debe viabilizar tres logros esenciales para la educación a lo largo de la vida: El desarrollo de un proceso de formación integral que los considere seres dotados de capacidades, experiencias, conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes frente a la vida y a sus condiciones personales y sociales; su participación activa en el proceso de alfabetización como sujeto-realizador de su propia formación; la apropiación de saberes socialmente válidos que le permitan la reflexión crítica sobre la realidad y su situación personal. Por ello se distinguen dos enfoques: el instrumentalista, que tiene que ver con el punto de vista de la niñez y esgrime variables demográficas; pero en cambio el enfoque del adulto se sostiene en variables sociopolíticas, pues enfoca temas como el empoderamiento, relaciones intrafamiliares, participación y organización comunitaria, ciudadanía, gobernabilidad democrática.

En el documento central del Marco de Acción para América Latina y el Caribe producto de la reunión celebrada en Santo Domingo (febrero, 2000), se acuerda incorporar la educación de jóvenes y adultos a los sistemas educativos nacionales y darle prioridad en las reformas educativas que se realizan, como parte de la responsabilidad central de los gobiernos en el desarrollo de la educación básica de su población bajo los siguientes planteamientos (entre otros). Mejorar y diversificar los programas educativos de manera tal que otorguen prioridad a los grupos excluidos y vulnerables; prioridad a la adquisición de habilidades y competencias básicas para la vida, y fomento de la construcción de la ciudadanía.

El Foro Mundial de Educación de Dakar reafirma el derecho que tienen los jóvenes y adultos de recibir los beneficios de una educación que satisfaga sus necesidades básicas de aprendizaje. En el sentido más amplio del término, una educación que incluya; aprender a saber, hacer, convivir y ser, de tal forma que tengan la capacidad de mejorar sus vidas y transformar sus sociedades.

UNESCO/OREALC en su programa Literacy Assessment Monitoring Programme, reconceptualiza el propósito de la formación de los jóvenes y adultos como

«formar jóvenes y adultos como ciudadanos autónomos, capaces de participar y organizarse en forma colectiva, crítica y creativa en espacios locales o ampliados; asumir tareas propias ante los cambios, y convivir en forma solidaria».

Esto se resalta al ubicar a la educación como

«derecho humano y bien público, que permite a las personas ejercer los otros derechos humanos. Por esta razón, nadie puede quedar excluido de ella. El derecho a la educación se ejerce en la medida que las personas, más allá A de tener acceso a la escuela, puedan desarrollarse plenamente y continuar M aprendiendo. Esto significa que la educación ha de ser de calidad para todos y a lo largo de la vida… Asegurar el derecho a aprender a lo largo de la vida. Se necesita transitar desde sistemas educativos lineales, organizado s en grados y edades, hacia sistemas flexibles con diferentes modalidades y trayectos articulados entre sí». 15

Por ello, los sentidos ciudadanos se encarnan en una ciudadanía que es

«una construcción social que se funda, por un lado, en un conjunto de condiciones materiales e institucionales y, por el otro, en una cierta imagen del bien común y de la forma de alcanzarlo. Lo que equivale a decir que es siempre el objeto de una lucha...». 16

La construcción participativa de la ciudadanía transformadora

Existen dos perspectivas esenciales en la democracia, que son comparables a un globo aerostático, que se luce cuando asciende y se desluce cuando desciende. El discurso descendente, unidireccional, autoritario o manipulador que baja desde las cúpulas hacia la gente, limitando la expresión ciudadana y la libertad, cortando los caminos de la participación o jugando a la seudoparticipación. Este discurso corrompe la democracia por dentro, la agota y la lleva por el camino de la crisis rompiendo el contrato social.

La propuesta ascendente, por el contrario, ejerce el control democrático de abajo hacia arriba, no sólo en el momento de votar sino en la vida cotidiana de todos y cada uno de los ciudadanos. Lo esencial del sistema democrático ascendente es ejercer el derecho a la exigencia de rendición de cuentas, la auditoría social, la participación en la definición de las políticas públicas, desde abajo hacia arriba, como una práctica habitual, favorecida por el poder –no sólo tolerada –, garantizada por las instituciones, ejercida de forma abierta, clara y continua por la población.

«El interrogante y el desafío que se abren en este nuevo contexto pasan por definir modalidades de participación alternativas al autoritarismo del control estatal y al individualismo asocial de la lógica privada». 17

Por ello, cualquier sistema que no sea sosteniblemente fundamentado en un modelo participativo y transparente, se convierte en un esquema autoritario o sociedad de dominación que pervierte los objetivos enunciados por muy bellamente expresados que estén. Es innegable la necesidad de estrechar o anular la brecha entre el quehacer público y la ciudadanía. Sólo en la medida en que el ciudadano se considere parte del ciclo de políticas públicas tendrá la iniciativa de ser actor y fiscalizador. Todo lo anterior invita a concentrarnos en la calidad del proceso democrático, en el camino de debatir, forjar y cumplir acuerdos sobre las temáticas importantes, en los grandes debates de la sociedad que sustentan la legitimidad del proceso. En este contexto, algunas preguntas clave son: ¿Cómo impulsamos mejoras en la calidad (amplitud, profundidad) de los debates (incluyendo información) sobre temas clave de la política pública? ¿Cómo alimentar los procesos participativos para forjar acuerdos amplios, específicos y duraderos? ¿Cómo coadyuvar en el fiel seguimiento y cumplimento de estos acuerdos claves? ¿Cómo entender lo público no únicamente como gobierno, sino además como espacios para diálogos entre muchos ciudadanos sobre los asuntos clave que trascienden el momento electoral?

Es necesario trabajar en la construcción de una nueva cultura política, incorporando en la ciudadanía la comprensión profunda de la verdadera democracia, es decir, aquella que se sustenta en una ciudadanía formada, crítica y madura, que comprenda y asuma que todos y todas son sujetos y no solo objetos, de los derechos y obligaciones que el marco jurídico les otorga. Como consecuencia lógica, deberá establecerse en los hechos de la práctica política, el reconocimiento, respeto, e impulso de procesos ciudadanos verdaderamente participativos que incidan en las decisiones públicas, ya que éstas involucran y/o afectan a toda la ciudadanía. Esto no será posible sin la revaluación del concepto de lo público. Hasta ahora, lo público es reconocido como un sinónimo de gobierno.

Esta comprensión generalizada es falsa. El poder ciudadano es reconocido en nuestros marcos jurídicos al afirmarse que el pueblo es el origen, fuente y referencia sustantiva del poder, pero en la práctica cívico/política real, esta clara potestad es expropiada por autoridades que se comportan como los únicos depositarios del poder.

Formar ciudadanía, entendida como aquella que sea capaz de comprender y comprometerse en forma responsable en la participación para la revaluación de lo público, significa desarrollar procesos educativos que ayuden a crear la nueva cultura política, desarrollar y fortalecer la institucionalidad democrática necesaria para poder diseñar y aplicar las políticas públicas necesarias que permitan asumir modelos de desarrollo incluyentes y sustentables.

Por eso es necesario asumir una visión de Estado que supere la equivocada idea generalizada que lo reduce solamente a gobierno. Con ello, la comprensión del ámbito y los espacios de responsabilidades —y de participación en ellas— superará la visión reduccionista de delegar en el gobierno las tareas que en realidad son responsabilidad compartida —ciudadanía y gobierno— y que son propias de un Estado verdaderamente democrático.

Un enfoque integral se debe basar en la participación consciente, activa y comprometida de todos los sectores de la sociedad. El cambio de actitud y el sentido y compromiso de involucramiento social, solo se podrán lograr cuando la ciudadanía y sus sectores organizados caigan en cuenta de la conexión que hay entre dichos fenómenos, la injerencia en su vida cotidiana y el proceso democrático de los países.

La cultura política es un marco importante para mirar desde ahí el tema generacional y en especial las culturas juveniles, dado que los jóvenes en tanto

«sujetos sociales, constituyen un universo social cambiante y discontinuo, cuyas características son siempre resultado de una negociación-tensión entre la categoría sociocultural asignada por la sociedad particular y la actualización subjetiva que sujetos concretos llevan a acabo a partir de la interiorización diferenciada de los esquemas de la cultura vigente». (Reguillo, 1997,13)

Así, es bueno diferenciar la juventud como grupo social que puede ser categorizado desde distintas variables demográficas, económicas, pero que proyecta dimensiones culturales de lo juvenil que hacen referencia a producciones culturales o contraculturales, que estos grupos generan en su cotidianidad, construyendo sus imaginarios sociales. Es necesario por ello aprender a mirar y conocerles, en tanto portadores de diferencias y singularidades que construyen pluralidad y diversidad en los distintos espacios sociales (Restrepo, 2001; Duarte, 2001).

Estas culturas juveniles no son neutras ni asépticas, pues están permeadas de la vigencia de las culturas híbridas, ligadas a los medios de comunicación y la tecnología de la información que crea lenguajes comunes pero también enajenaciones.

El caldo de cultivo en que viven está compuesto muchas veces de democracias grises, pobres y sin proyectos ni utopías, sostenidas endeblemente sobre atomizaciones sociales, modelos económicos excluyentes y descontentos generalizados.

La aparición de nuevos movimientos sociales juveniles (expresión de las culturas juveniles) no se distancian del conjunto de los movimientos sociales como instancias múltiples, heterogéneas, emergentes, y en muchos casos provisionales y experimentales. Muchos se desarrollan tanto en dictaduras como en democracias, de acuerdo a los espacios que encontraron para desenvolverse, y con diversos niveles de expresión. La posibilidad de movimientos sociales juveniles de nuevo tipo es una tendencia posible, pero es más difícil de proyectar si pueden pasar también a estadios de más complejidad organizativa y visión estratégica, convirtiéndose en sujeto político de transformaciones mucho más de fondo, a pesar de la transitoriedad de la edad y la despolitización y desideologización imperantes.

Para lograrlo tendrían que avanzar en ligar lo reivindicativo con propuestas económicas, políticas, sociales de corte nacional o global. Es decir, la capacidad de ligar el aquí con el allá. Descubrir las causas profundas de crisis societal, que enmarcan la situación en que se desenvuelven. Desarrollar la democracia interna, la ética y la participación como estilos de vida y organización. Impulsar la capacidad de autodeterminación y autogestión a niveles nacionales, regionales y de base. Desarrollo de los valores, la memoria colectiva y la identidad como parte de su práctica como movimientos sociales. Capacidad de incidencia, de generar alianzas y ganar legitimidad en el conjunto social. Incorporación de procesos educativos organizativos a lo interno, que les permitan impulsar los aspectos interiores.

Lograr una propuesta participativa, reflexiva, dialogal, ética, democrática, no es tarea fácil pues en todas las esferas y niveles existen, diversos matices de miedo o resistencia a la participación que representa en el fondo, una concepción de la vida que mira las relaciones entre la gente como una estructura vertical, dirigida, unidireccional, cuando participar invita a lo contrario, a compartir, intercambiar, multidireccionar. Pero ambos extremos no son las únicas alternativas, también existen matices de semiparticipación o seudoparticipación que pueden entenderse tanto como preámbulos al autoritarismo o limbos permanentes o formas de transición hacia la participación más plena.

Se trata, pues, de un inmenso territorio por conocer, ganar y avanzar. El Estado necesita ser transformado con espacios de más vigencia de la sociedad civil, reivindicando la presencia de los sujetos en los diversos niveles de discusión, tomas de decisiones con respecto a estrategias, planes y proyectos. Los espacios de participación deben multidimensionarse albergando todas las esferas de la vida social, donde la población expresa sus deseos, aspiraciones y reivindicaciones.

Es fundamental cultivar una ciudadanía formada, crítica y madura que comprenda y asuma que todos y todas son sujetos de derechos y obligaciones. Para los gobiernos muchas veces la participación se reduce a involucrar a la gente en la ejecución de políticas definidas desde arriba, obstruyendo la posibilidad de participación en diversos grados, incluso el decisional, en cambio para los movimientos ciudadanos la búsqueda de participación real es una de sus principales reivindicaciones.

La ciudadanía, a menor organización mayor invisibilidad. La mayor visibilidad está en los movimientos sociales que giran en torno a ideas y/o fuerzas como el territorio, la vecindad, la ciudad, entorno físico, la educación, la salud, la identidad sexual, la herencia, la integridad, la identidad cultural, étnica, lingüística y nacional, y se apoyan en valores tales como la autonomía y la identidad, con sus correlatos organizativos como la descentralización, el autogobierno y la autodependencia. Al promover la participación, los movimientos sociales abren cauces que generan espacios de aceptación de la diversidad, pues asumen pluralidad de intereses legítimos y contrapuestos. La dinámica ciudadana busca abrir camino hacia crear nuevos espacios públicos que no sean necesariamente estatales. Lo público es entonces el espacio que puede asegurar la participación y presencia sustantiva de los actores sociales y políticos frente al orden estatal y privado.

El propósito ciudadano es articular el buen funcionamiento de la democracia representativa con el crecimiento de la democracia participativa, articulados a la edificación de una sociedad y economía con equidad, justicia y sostenibilidad ambiental. Para ello la existencia de una sociedad civil crecientemente fuerte debe estar relacionada con un sistema político autónomo competitivo con partidos políticos democratizados, íntegros, permeables a las necesidades y aspiraciones de la población.

Trabajar en red es altamente conveniente y redituable, entendiendo que la red está formada por hilos y no por agujeros, por lo que invita a sumar esfuerzos, crea sinergias, evitar duplicaciones, y en cambio fortalece el intercambio de experiencias, aprendizaje sobre formas de control democrático ciudadano (incidencia política, rendición de cuentas, monitoreo, negociación, diálogo, cabildeos y formas no violentas de protesta), que permita a la población conocer maneras de relacionarse transformadoramente con una realidad que les es hostil o indiferente, y que creen muchas veces inalcanzable.

EPJA como educación de la ciudadanía

La educación, de acuerdo al Informe Delors, 18 que tiene como fundamento cuatro grandes pilares o aprendizajes: i) aprender a conocer, ii) aprender a hacer, iii) aprender a convivir con los demás y iv) aprender a ser, aportó un paradigma de ciudadanía basado en el derecho de todos(as) al aprendizaje durante toda la vida, y es referencia indispensable para ubicar cuáles deben ser los aprendizajes básicos y más relevantes en la EPJA. La ciudadanía se expresa en el aprendizaje como un acto germinal y proteico, abierto a la solidaridad, la cultura, el desarrollo integral de la persona y de todas las personas.

Tedesco propone la posibilidad de introducir en la educación en general y la EPJA, el desarrollo de experiencias que no se genera «naturalmente» en la sociedad.

«Aprender a aprender implica un esfuerzo de reflexión sobre las propias experiencias de aprendizaje que no pueden desarrollarse sin un guía, sin un modelo, sin un «acompañante cognitivo», que solo la actividad educativa organizada puede proporcionar. Aprender a vivir juntos, por su parte, implica vivir experiencias de contacto con lo diferente, experiencias de solidaridad, de respeto y de responsabilidad con respecto al otro, que la sociedad no proporciona naturalmente. La escuela puede, en este sentido, recuperar su función cultural a través del desarrollo de experiencias que no tienen lugar en la cultura externa… En este sentido, es posible recuperar la idea según la cual la educación ‹anticipa› el futuro y la socialización». 19

En este marco, la educación popular aporta un proceso sistemático e intencionado de comprensión de la vida para transformarla conscientemente, en base a la capacidad de organizarse en el marco de los necesarios cambios de sociedades y democracias. Es un conjunto de acciones articuladas sistemática y procesualmente, con el fin de comprender colectivamente la vida, para transformarla asociativamente. Es una propuesta política, ética, pedagógica y epistemológica que propone una metodología transformadora, que es válida no sólo para los hechos educativos, sino tambíen para el proceso integral de transformación. En ella prevalece el sentido de proceso estratégico que permite superar la visión inmediatista y parcializada de la realidad. Una visión holística y compleja de la realidad, debe superar los enfoques parcializados, funcionalistas y profesionalizantes que suelen sustentar las propuestas tradicionales. En esta visión entra la revalorización de la memoria histórica, la recuperación crítica y devolución sistemática, la investigación y acción participativa, la planeación y el pensamiento estratégico, al igual que la sistematización de las experiencias, que es la mejor forma de aprehender de las propias prácticas, crear conocimientos y compartir experiencias.

En esta perspectiva, la Educación Popular no es sinónimo de «educación no formal» o «educación de adultos» o «educación participativa», sino que las trasciende, puesto que por su planteamiento metodológico puede generar propuestas en diversas esferas, por ejemplo, la educación formal, la educación cívico-política, las estrategias de comunicación, o la alfabetización de adultos, la etnoeducación. La Educación Popular ha generado y aportado experiencias significativas de participación tanto en los espacios pedagógicos, comunicacionales, como en procesos de participación ciudadana a nivel local, nacional e internacional.

Es un modelo de enseñanza-aprendizaje sobre la base de la producción y apropiación colectiva del conocimiento, que trata de potencializar la capacidad del participante o el receptor, para participar en la producción colectiva del conocimiento o de la comunicación, a apropiarse críticamente del conocimiento universal acumulado, en lugar de sólo recibirlo o transmitirlo unidireccionalmente. Se propician condiciones para la creación y producción de un nuevo conocimiento, sin caer en el elitismo que niega que la gente sea productora de conocimiento, o el basismo que abjura del conocimiento universal acumulado. En este proceso el punto de partida y de llegada es la práctica, constituyendo la teoría producida o acumulando, el momento de profundización que permita a la práctica existente dar el salto de calidad hacia una práctica mejorada o una nueva práctica en un proceso siempre ascendente.

La EPJA debe articular el pretérito con el futuro, pues esta vinculación pasa por una crisis muy profunda. Según Tudesco, los análisis acerca de la cultura del nuevo capitalismo señalan como uno de sus más importantes rasgos la fuerte ruptura con el pasado y falencias en definir las perspectivas de largo plazo, es decir,

«nada a largo plazo y nada para transmitir». «En ese contexto, el solo hecho de incorporar el tema del futuro en la agenda de discusiones de política educativa es una novedad importante, cargada de consecuencias». 20

En la medida que la población sea más sujeto que objeto, las decisiones colectivas podrán ser mas incluyentes y acertadas, lo que es un logro frente a la idea de élites iluminadas como la única garantía de la democracia. La participación ciudadana en la definición de las políticas públicas, por ejemplo, comprende las acciones colectivas o individuales, de apoyo o de presión, mediante las cuales intentan incidir en las decisiones acerca del tipo de gobierno que debe regir una sociedad, en la manera cómo se dirige el Estado en dicho país, o en decisiones específicas del gobierno que afectan a una comunidad o a sus miembros. Una ciudadanía poderosa y diversa, organizada en diferentes modos y sectores, infunde profundidad y permanencia a la democracia. Para ello los procesos educativos tienen que estar articulados a los procesos organizativos asociativos, y por lo tanto el proceso de formación y comunicación debe mantener una relación orgánica con la capacidad y fortaleza de incidencia y acción de la ciudadanía. Por eso, toda estrategia, y sus acciones correspondientes, deben contemplar la manera de obtener un saldo de conciencia y organización ciudadana de mayor profundidad.

En cuento a la construcción participativa y transparente de políticas públicas y de una sociedad democrática, es necesario reafirmar que lo público no es sinónimo de gobierno, sino también de ciudadanía. No reconocerlo es negar la base de la democracia que reconoce los marcos jurídicos, que es el pueblo –la ciudadanía– el origen, fuente y referencia sustantiva del poder. Existe una concepción «desde arriba» de las políticas públicas, que connota un origen estrictamente institucional de la acción orientada a problemas públicos. Se privilegia ahí el trabajo de los expertos y los decidores. La política pública parece nacer del desempeño técnico, legal y administrativo de las burocracias, dirigidas unidireccionalmente al consumo pasivo de una sociedad pasiva o solo receptora.

La invitación que nos plantea esta perspectiva es doble. Por una parte, involucrar a los actores en los diferentes momentos de configuración de la política educativa, y por otra, algo que es más importante aún, concebir su gestión como un proceso de aprendizaje social continuo, en el que la alternativa correcta deberá construirse y reconstruirse a partir del diálogo entre los distintos actores, con sus distintas representaciones, intereses y capacidades. En cuanto a las políticas públicas, en los países existe un panorama de improvisación en la atención de las necesidades de las trayectorias de vida de la población, por lo que tienen una productividad de corto alcance. Las dinámicas de muchos países tienden a responder a las transnacionalización de los objetivos de las políticas globales orientadas por los organismos internacionales. Es evidente la gran brecha entre la necesidad, la demanda social y la proyección real de la EPJA, lo que requiere ampliar los recursos y la coordinación institucional. En ello reconoce la falta de capacitación profesional de los docentes y demandas de profesionalización.

La educación de adultos en América Latina y sus resultados son «invisibles». Se realiza preferentemente fuera de las instituciones y no está documentado, y lo documentado tiene una circulación muy limitada. Las políticas, los programas y las experiencias son muy variados y están desparramados entre todas las instancias de gobierno y en las organizaciones sociales. Sólo una pequeña porción de todo eso es explícitamente reconocida como «educación de adultos» y como «aprendizaje de adultos». 21

Son necesarias políticas públicas integrales, lo que implica reconstruir programas y modalidades, relacionar las demandas con una mayor capacidad de iniciativa para la formación, capitalizar experiencias, potenciar estrategias pedagógicas y fortalecer modelos de gestión. 22 Aquellos países que no tienen una política para la educación de personas adultas deben formular una, ya que la política general sobre educación no es suficiente para contrarrestar la tendencia a marginar los intereses de las personas adultas. Para lograrlo, una incidencia exitosa en las políticas de aprendizaje de personas jóvenes y adultas requiere la participación de un amplio espectro de organizaciones de la sociedad civil.

En cuanto al financiamiento, es evidente que los actuales medios son insuficientes y no son prioridad en los presupuestos educativos, hasta el punto que en los últimos 30 años se han invertidos solo 3 % y menos, en acciones para adultos en los presupuestos educativos. En diversos países es muy débil el acopio y presentación de la información en materia de financiamiento y actividades en educación de adultos, lo que es un obstáculo para calibrar la eficiencia y eficacia de los programas. Existe un problema de financiamiento de los espacios de articulación o de acción de la sociedad civil. Hay que reconocer que la autogestión es muy débil y los espacios para contar con financiamiento sustantivo son pocos.

Es preciso que el Estado tenga claras las necesidades y orientaciones del sistema educativo, para que quienes quieran apoyarlas puedan desarrollar una acción concentrada, evitar la dispersión y concentrar esfuerzos, con el fin de ejercer un mayor impacto sobre algún problema educativo. Entre las condiciones que intervienen en la relación sociedad civil resaltan la dificultad para mantener la continuidad de las iniciativas públicas, debido a la ausencia de políticas nacionales, y cuando el gobierno convoca a la sociedad civil pero luego se cambia a los funcionarios y la relación e iniciativa se desvanece con ello.

Definitivamente, la participación ciudadana es más fuerte cuando es parte de un proceso, no una acción ubicada coyunturalmente. También la implementación de acuerdos no responde a lo concertado con la sociedad civil, es decir, se hacen propuestas con la participación de la sociedad civil pero no se ejecutan por parte del Estado. La dependencia de muchos países del financiamiento internacional, impone agendas tanto a los gobiernos como a la sociedad civil. 23

Por todo esto es clave fortalecer a las diferentes redes permanentes de instancias ciudadanas de la sociedad civil para el diagnóstico, monitoreo, intercambio y conocimiento de las necesidades educativas del país, para la construcción de agendas colectivas concordantes con las necesidades educativas del país, y para la participación ciudadana en la demanda de soluciones y la búsqueda conjunta de éstas.

Es importante crear indicadores para medir la incidencia de los esfuerzos de la sociedad civil en la EPJA, y desarrollar mecanismos apropiados para la comunicación de los logros de la participación de la sociedad civil en beneficio de la educación. También, la institucionalización de las instancias de participación de la sociedad civil en el tema educativo, mediante un marco jurídico. El proceso de concertación debe proponerse y desarrollarse completamente, incluyendo la obligación del Estado en el cumplir lo concertado. 24

Es importante fomentar la soberanía de los Estados en cuanto a las decisiones sobre educación y sus resultados, como afirma ICAE,

«Se necesita revisar y desafiar las políticas actuales del Fondo Monetario Internacional (FMI), que demandan que los gobiernos nacionales congelen sus inversiones en educación… Es necesario que se aumente el porcentaje destinado a la educación en el presupuesto nacional en relación con otros presupuestos (como por ejemplo, defensa), que se aumente la parte del presupuesto de la educación que se asigna a la educación y a la alfabetización de personas jóvenes y adultas, y que se puedan monitorear los presupuestos nacionales para asegurar una eficiente inversión donde más se requiere: en la inteligencia y creatividad colectiva de nuestra sociedad y en la iniciativa e ingenio de las personas. Debe realizarse incidencia y mantener un diálogo con donantes, para el reconocimiento de la alfabetización de personas adultas como una prioridad complementaria de la educación primaria universal». 25

Si los sueños que se sueñan juntos empiezan a ser realidad, es posible que el sueño común de la integridad y la transparencia, de la justicia y la libertad, pueda hacerse realidad emergiendo como el «sumak kamsay» 26 (buen vivir) al que se refieren los saberes de los pueblos originarios andinos. Es decir, el concepto y forma de vida que se centra en el relacionamiento de la persona con la naturaleza y con la sociedad, con la existencia individual y colectiva, en base a una visión de un respeto, que busca integrarle valores a la convivencia humana, y es así porque afirma crear un nuevo contrato social que integre la unidad en la diversidad, la pluriculturalidad, la equidad, la integridad como apuestas germinales brotando e irrumpiendo animosa y esperanzadoramente en el seno de la sociedad astillada y violenta que padecemos.

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Notes

1 Z. Baumann. Comunidad. «En busca de seguridad en un mundo hostil.» Madrid: Siglo XXI.2002.

2 José Beltrán Llavador. «La educación de personas adultas en la encrucijada: dilemas y perspectivas.» Revista

Interamericana Educ. de Adultos. CREFAL México. 29 enero junio 2007.

3 Lavolpe, Francisco. Op cit. «Las nuevas ciudadanías de la globalización», pp. 47- 65.

4 PNUD. «La Democracia en América Latina.»

5 Sonia Fleury. «Estados sin ciudadanos.» Lugar Editorial. Buenos Aires. 1997.

6 Marshall, T. H. y Bottomore, T. «Ciudadanía y clase social.» Madrid, Alianza. 1998.

7 E. Bustelo. «Expansión de la Ciudadanía y Construcción Democrática, en Todos Entran. Propuesta para sociedades incluyentes.» UNICEF y Ed. Santillana. Bogotá 1998.

8 José Beltrán Llavador y Francesco Hernández. «El Ciudadano y Las Instituciones» / Dobón Universitat de València. España.

9 Paul Barry Clarke: «El Ciudadano Profundo.» (Entrevista de Nicolás Niebla. Letras Libre. 1 feb, 2001Editorial Vuelta, Mèxico, p. 38.

10 Paul Barry Clarke. «Ser ciudadano.» Editorial Ediciones Sequitur, Madrid, 1999.

11 «Educación de Calidad Para Todos. Un asunto de Derechos Humanos.» Op cit..

12 CONFINTEA VI, «Asuntos prioritarios.» Documento Público del Consejo Internacional de Educación de Personas Adultas (ICAE)/julio 08.

13 Jorge Rivas Díaz. «Hacia la Sexta Conferencia Internacional de Educación de Jóvenes y Adultos. Ocho inolvidables y once tesis.» Revista Interamericana de Educación de Adultos. CREFAL México. AÑO 29. Enero –Dic 07.

14 Sonia Comboni Salinas / José Manuel Juárez Núñez, «Educación de Adultos en América Latina: perspectivas en los albores del siglo XXI.» Revista Interamericana de Educ. de Adultos. CREFAL 29 enero junio 2005.

15 «Educación de Calidad Para Todos. Un asunto de Derechos Humanos.» Op cit..

16 José Nun. «Democracia ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos?» Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. p. 65. 2001.

17 Juan Carlos Tedesco. «Informe Sobre Tendencias Sociales y Educativas en América Latina 2007», IIPE UNESCO, Buenos Aires.

18 Jaques Delors. «La Educación Encierra un Tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre Educación para el Siglo XXI», Santillana-UNESCO, Madrid. 1996.

19 Juan Carlos Tedesco. Op.cit «Informe Sobre Tendencias Sociales y Educativas en América Latina 2007.»

20 Juan Carlos Tedesco. Op.cit «Informe sobre Tendencias Sociales y Educativas en América Latina 2007.»

21 Rosa María Torres citada por Sonia Comboni Salinas / José Manuel Juárez Núñez, «Educación de Adultos en América Latina: perspectivas en los albores del siglo XXI», Revista Interamericana de Educ. de Adultos. CREFAL México, 2005.

22 Maria Cabello M.Op. cit.

23 «Encuentro Centroamericano de Articulación y Concertación Sociedad Civil» – Estado UNESCO, San José, Mayo 2007.

24 «Encuentro Centroamericano de Articulación y Concertación Sociedad Civil» – Estado. UNESCO, San José, Mayo 2007.

25 CONFINTEA VI Asuntos prioritarios Documento Público del Consejo Internacional de Educación de Personas Adultas (ICAE)/JULIO 08.

26 Pablo Dávalos. El «Sumak Kawsay» («Buen vivir») y las Censuras del Desarrollo. ALAI, 2007.

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