Roberto Bissio

El uruguayo Robert Bissio es coordinador de la red Social Watch y miembro del Grupo de Reflexión de la Sociedad Civil sobre Perspectivas de Desarrollo Mundial, que fue creado como iniciativa conjunta de Social Watch, Third World Network, DAWN, la Fundación Friedrich Ebert, Global Policy Forum, Terre des Hommes y la Fundación Dag Hammarksjöld. También es miembro del Comité Asesor del PNUD sobre las Organizaciones de la Sociedad Civil. Su carta abierta a los líderes políticos de todo el mundo fue redactada para una ocasión anterior, pero cumple adecuadamente la función de imperioso recordatorio dirigido a quienes tendrán la responsabilidad de adoptar decisiones trascendentales en la cumbre de Río+20.

Estimado Sr. gobernante


Sabemos que usted es una persona muy ocupada, y es probable que esta carta llegue a sus manos cuando usted se encuentre preparando su viaje a Nueva York para asistir a la cumbre de Naciones Unidas en que se revisarán los objetivos básicos sobre desarrollo social que en el año 2000 usted y sus homólogos se comprometieron a cumplir hasta el año 2015.

Sin embargo, incluso sabiendo lo ocupado que es usted, estimado Sr. gobernante, nos permitimos solicitarle que continúe leyendo este informe, en primer lugar porque parece recomendable que líderes compasivos como usted se detengan de vez en cuando a escuchar la voz de los gobernados, y en segundo lugar porque podría ayudarle evitar la tentación de celebrar una victoria que no es tal.

¿Recuerda cuando, hace 8 años, uno de sus homólogos declaró «misión cumplida»? Y, sin embargo, la guerra que él se preciaba de haber ganado prosiguió, y el candidato opositor que osó afirmar que la invasión había fracasado lo derrotó por una mayoría aplastante. Ahora bien, por cierto que mientras usted esté pronunciando su discurso ante la Asamblea General de la ONU nadie va a fijar en su espalda un letrero similar con la leyenda «¡Hemos alcanzado los objetivos!», pero muchos asesores políticos procurarán que usted se adhiera a las teorías del «vaso medio lleno» y de «casi lo hemos logrado», y se sentirá tentado a sostener que bastará un esfuerzo final para completar en los próximos 5 años el cometido de erradicar la pobreza, cuando lo cierto es que esa tarea ni siquiera llegó a iniciarse durante la década pasada.

Tras leer este informe, se lo pensará dos veces. El público y la prensa tienen buena memoria, su excelencia, y para complicar aún más las cosas, ahora todos pueden leer en Internet la Declaración del Milenio, en la cual hace 10 años 100 líderes mundiales como usted manifestaron que: «No escatimaremos esfuerzos para liberar a nuestros semejantes, hombres,mujeres y niños, de las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema, a la que en la actualidad están sometidos más de 1.000 millones de seres humanos», y señalaron el año 2015 como la fecha límite para reducir esa cifra a la mitad.

Como sus asesores le habrán advertido, en 2008 uno de sus ministros suscribió el Programa de Acción de Accra, en el cual se señala que: «1.400 millones de personas – en su mayoría, mujeres y niñas – siguen viviendo en la pobreza extrema», y el Banco Mundial, de donde provienen estas estimaciones (y la engañosa idea de que la pobreza puede ser descrita únicamente en función del ingreso, cuando todos sabemos que se trata de un fenómeno complejo y multidimensional), estimó en junio del año pasado que «esta crisis dejará 64 millones de personas adicionales sumidas en la pobreza extrema para fines de 2010». Será necesario poner a prueba sus capacidades matemáticas para tratar de explicarle a la prensa cómo diantres puede demostrarse que, habiendo 1.500 millones de personas que actualmente viven en pobreza extrema, estemos en vías de reducir la cifra de «más de mil millones» a la mitad.

De hecho, el problema no es si las metas se alcanzarán de aquí al 2015. Los ODM nunca fueron concebidos como objetivos de planificación, sino como compromisos políticos, asumidos por líderes como usted para definir públicamente los objetivos prioritarios y dedicar sus esfuerzos a alcanzarlos. Los objetivos son una valiosa herramienta, ya que pueden emplearse como criterios de referencia en los procesos de evaluación. Y muchas evaluaciones demuestran que a partir del año 2000 ¡lo cierto es que el progreso en los indicadores sociales se ha ralentizado en lugar de acelerarse!

Que quede claro que no ponemos en duda su capacidad para dirigirse al público y convencerlo, pues sin ese don usted no habría sido elegido por el voto popular. (Si no ha sido elegido popularmente, le rogamos que nos corrija y pediremos excusas públicas por nuestro error). Pero incluso a un orador tan elocuente como usted se le hará difícil sostener que «no se escatimaron esfuerzos» en la lucha contra la pobreza, mientras que el gasto militar a nivel mundial correspondiente al año 2009 fue 15 veces mayor que el total de la ayuda recibida por los países en desarrollo, y un 49 % superior al del año 2000, cuando sus homólogos prometieron «establecer una paz justa y duradera en todo el mundo».

Además de evitar que usted incurra en el bochornoso error de cantar victoria, la lectura de este decimoquinto informe anual de Social Watch le permitirá mantenerse en sintonía con las preocupaciones y el estado de ánimo de sus ciudadanos. Este informe es, en efecto, el resultado de un proceso desde abajo hacia arriba. No corresponde a un dictamen encomendado por consultores, sino a las conclusiones de cientos de organizaciones y movimientos que participan activamente durante todo el año en iniciativas relacionadas con el desarrollo social. Lo que dichas entidades pretenden al contribuir con este esfuerzo es, precisamente, llamar la atención de líderes como usted con respecto a los problemas que les conciernen, y así ayudarles a cumplir sus promesas y a diseñar políticas más equitativas, que incluyan las cuestiones de género y estén orientadas en favor de los pobres.

Cada coalición de Social Watch determinó sus propios énfasis y prioridades para redactar su capítulo nacional, y cada una recaudó sus propios fondos y definió sus propios mecanismos de consulta con las comunidades de base para recopilar evidencias que permitieran validar sus conclusiones. Siempre que lo han juzgado necesario, ellas no han vacilado en criticarlo a usted, su gobierno y las políticas en vigor, como asimismo a las élites poderosas de su país, o a los sistemas de gobernanza. Esperamos que concuerde con nosotros en cuanto a que la expresión de opiniones críticas contribuye a consolidar los procesos democráticos. Así y todo, pese a que en los informes se estima que hay muchos aspectos que pueden (y deben) ser mejorados bajo su administración, también somos conscientes de que usted comparte la responsabilidad con otros 191 líderes, y de que por tanto, como promedio, solo la mitad del 1 % de la culpa puede achacársele a usted personalmente.

A nivel colectivo, sin embargo, cuando usted y sus homólogos se reúnen en la Asamblea General de las Naciones Unidas, todos son responsables de sus actos, al igual que de su inacción, puesto que no existe otro mecanismo de gobernanza mundial en un nivel jerárquico superior. Sí, sabemos que algunas agencias y organizaciones especializadas se ocupan de las finanzas o del comercio, y que esas entidades cuentan con sus propios procesos de toma de decisiones, pero ¿quiénes forman parte de sus respectivas asambleas si no los ministros que usted ha nombrado y que están bajo su mando?

Sabemos que su capacidad de atención es reducida y que hay múltiples asuntos que ocupan su tiempo. Usted puede argumentar que sí, que la pobreza es su prioridad, y que la igualdad de derechos para las mujeres es una causa con la que usted y su cónyuge, cualesquiera sean sus respectivos géneros, están comprometidos. De hecho, nunca nos hemos encontrado con ningún líder que adopte la postura opuesta y defienda la pobreza, la esclavitud o la negación de educación a las niñas. Así y todo, hay otras materias urgentes a las que usted debería dedicarles tiempo, e incluso si usted ha leído la carta hasta aquí tal vez se sienta tentado a abstenerse de leer el informe completo, y quizás podría encargarle a algún asesor que se lo resuma en unos pocos puntos. Podría evitarse ese esfuerzo si continúa leyendo algunas líneas más. El mensaje final que se desprende de este informe es sencillo: así como todos somos conscientes de que las promesas hechas tienen que cumplirse, y de que es justo que se las recordemos, los ciudadanos de todos los países se adhieren al principio de «quien contamina, paga». Aquellos que generaron el problema tienen que financiar las operaciones de limpieza y pagar por el daño causado. Lo anterior es válido para los derrames de petróleo, el cambio climático y la crisis financiera.

Si se aplicaran los principios básicos de justicia, se darían las condiciones para que los recursos y la voluntad política crearan el «mundo más pacífico, próspero y justo» que todos ustedes, los líderes del mundo, nos prometieron hace una década. Hasta podríamos mostrarnos tolerantes frente al vergonzoso retraso que ustedes llevan en su tarea, así como nosotros esperamos que se muestren tolerantes con algunas de las expresiones impacientes, e incluso irrespetuosas, contenidas en este informe. Como comprenderán, tras una década en que no hemos visto que las palabras se correspondan con acciones, algunos de nosotros esperan que ustedes «pateen algunos traseros», si se nos permite la expresión. La verdad sea dicha, esa es una de las medidas que deberían considerar. Cuanto antes, mejor. Prometemos obsequiarlos con un aplauso clamoroso.

Lo saluda respetuosamente,
Roberto Bissio
En nombre de Social Watch

 

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