“La educación como herramienta para promover cambios”

Entrevista a cargo de Sturla Bjerkaker, ICAE 
Fotografías de Claudia Ferreira

Celita Eccher es una educadora popular y activista feminista, resueltamente comprometida con la causa de la educación de adultos y del movimiento en pro de los derechos de la mujer. Entre 2002 y junio de 2014 ocupó el cargo de secretaria general del Consejo Internacional de Educación de Adultos (International Council for Adult Education – ICAE), la red mundial que representa a más de 700 organizaciones involucradas en la tarea de promover a nivel mundial el derecho de jóvenes y adultos al aprendizaje. También fue coordinadora general de la Oficina de Género y Educación del ICAE. Antes de ser nombrada secretaria general de dicha institución, entre 1999 y 2002 fue su tesorera.
 



Hace algunos años tuve que viajar seis horas en bus para ir de Montevideo a León, en Uruguay. Tras otras dos horas de trayecto en automóvil, circulando por caminos cada vez más accidentados, llegamos finalmente a Cañas, un pequeño pueblo rural situado al oeste de Cerro Largo, una remota zona fronteriza con Brasil.

Es ahí donde vivía Celita Eccher, en una casa aún en proceso de construcción. Me ofrecieron una cama ubicada detrás de la escalera, mientras que los demás invitados tuvieron que dormir en colchones dispuestos en la sala de estar. Celita me condujo a Cañas, donde llegamos a una casita campestre con una sola habitación que cumplía todas las funciones, desde “cocina” hasta fogón y “sala de clases”. Las mujeres se sentaban junto a los muros mientras sus hijos jugaban sobre el suelo de piedra. Se realizaban actividades de cocina, artesanía en lana y alfabetización. “Este es el aprendizaje comunitario en su variante práctica”, observó Celita. “El aprendizaje derivado de la necesidad. Aprender a sobrevivir”. 

Así es la vida de Celita en su pueblo. La semana anterior podría haberse encontrado en Nueva York, Hamburgo o Dakar dando charlas o dialogando con los ministerios. Desde 2002 hasta julio de 2014 fue la dinámica secretaria general del ICAE.

La artista inglesa Barbara Hepworth señaló en una oportunidad: “Debemos buscar en nuestra infancia para encontrar una respuesta asociada a las experiencias que más tarde nos llevaron a transformarnos en quienes somos en la vida adulta…” Esta reflexión nos proporciona el punto de partida para la entrevista que nos concedió Celita en junio de 2014.

Celita, ¿qué recuerdos tienes de tu niñez?

Tengo muy hermosos recuerdos de mi niñez. Me acuerdo de los juegos y de la libertad de que gozábamos. Mis abuelas cumplieron un importante papel en mi vida. Celita Martins fue una hermosa y cultivada mujer que hablaba fluidamente tres idiomas; me pusieron este nombre en honor a ella. La otra, Pepa Sanguinetti, era una italiana piamontesa criada en Monte Caseros, Argentina. Aunque no sabía leer ni escribir, ese detalle carecía para mí de toda importancia pues era una magnífica narradora de historias. Me relataba episodios de revoluciones históricas como si fueran escenas de la una película. Me enseñó muchas cosas que fui capaz de comprender de inmediato, y que percibí aun más claramente a medida que fui creciendo.

Recuerdo, como si fuera ayer, las vacaciones en el campo, montando a caballo, trepando árboles, cuidando el ganado. Al atardecer nos reuníamos en torno al fuego para asar mazorcas de maíz y escuchar a los personajes más célebres de la hacienda contar historias de almas perdidas, del hombre lobo y fantasmas que realmente lograban asustarnos…

“En 1968, junto con mis compañeros de universidad creíamos que íbamos a cambiar el mundo. Lo más importante para mí era luchar contra la injusticia, y me decanté por la educación porque considero que es una herramienta para promover cambios.”

¿Qué fue lo que despertó tu interés por la educación y tu compromiso con esta área?

Siendo aún estudiante llegué a la convicción de que iba a trabajar en el área de la educación y no en ámbitos como la salud, los asuntos laborales o la pobreza. En 1968, junto con mis compañeros de universidad creíamos que íbamos a cambiar el mundo. Lo más importante para mí era luchar contra la injusticia, y me decanté por la educación porque considero que es una herramienta para promover cambios.

A los 22 años comencé a trabajar con adolescentes en una escuela pública secundaria. Durante la dictadura nos trasladamos a Perú, porque mi marido y yo fuimos despedidos de nuestro empleo. Fue una lección inolvidable de traslación cultural que me hizo ver la realidad desde otra perspectiva. Me vi obligada a modificar esa percepción estrecha que nos hace ver todo desde la óptica de nuestra cultura, creyendo que nuestro país es el centro del universo.

Cuando regresamos a Uruguay aún imperaba la dictadura, por lo que nos fue imposible encontrar empleo. Todos los habitantes estaban incluidos en la categoría A, B o C: “A” significaba partidario del régimen y “C”, opositor. Nosotros figurábamos en la peor de todas. Dispuesta a ejercer mis derechos ciudadanos, fui delegada de mi partido político y miembro del colegio de profesores, lo que coartó mis oportunidades laborales, pues no podía trabajar ni en ministerios ni en empresas privadas.

¿Fue en medio de la lucha por organizar tu vida en los años de la dictadura cuando se cruzó en tu camino la educación de adultos?

Tuve que desarrollar al máximo mi creatividad para sobrevivir. Un día tuve la suerte de ser seleccionada para trabajar en un proyecto cuyo objetivo era impartir educación a mujeres de zonas rurales a través de actividades rentables y la administración de cooperativas. En ese ámbito de aprendizaje pude conocer los aspectos fundamentales de la educación de adultos en una propuesta de enseñanza a lo largo de la vida mediante la organización colectiva de los trabajadores. Fue una extraordinaria oportunidad para aprender y enseñar en el contexto de un proceso de educación popular que más tarde se fusionó con la teoría y la práctica del feminismo. Nuestra querida profesora, Beatriz de María, nos enseñó que la distribución del poder genera más poder, y que necesitamos fomentar la creatividad en el desarrollo de la autoconfianza, reconocer nuestras luces y sombras; podemos superar más eficazmente nuestras debilidades personales trabajando en equipo, y debemos transformarnos en seres humanos integrales capaces de crecer como personas. En esta era de neoliberalismo y post-neoliberalismo, muchos de esos valores han quedado obsoletos.

“Aprendí que las emociones que expresan alegría, tristeza u otro tipo de sentimiento contribuyen a nuestro proceso de aprendizaje y de crecimiento como seres humanos.”

¿Han estado tu labor y tu vida influidas por tu compromiso con cuestiones de género?

Aprendí que las emociones que expresan alegría, tristeza u otro tipo de sentimiento contribuyen a nuestro proceso de aprendizaje y de crecimiento como seres humanos. Tras cada éxito y fracaso compartimos la risa y el llanto de las mujeres de las cooperativas. Me esforcé al máximo en la tarea de elaborar junto a estas mujeres el plan de acción fijando objetivos para las cooperativas, aprendiendo a interpretar los balances financieros, a hacer un recuento del efectivo, a organizar la producción, a gestionar el personal y tantas otras actividades necesarias para administrar un negocio. Sin embargo, nunca hay que perder de vista el objetivo fundamental: la educación en el proceso de desarrollo y el empoderamiento de la mujer.

¿Cómo llegó a relacionarse con REPEM y GEO?

La creación en 1981 de la Red de Educación Popular entre Mujeres (REPEM), en Pozos de Rosas, Venezuela, fue respaldada por el Programa para la Mujer del ICAE. Gracias a la intervención de Gabriela Psicheda, coordinadora de REPEM Cono Sur, fue posible acabar con el aislamiento interno y externo al que habíamos estado confinadas por la dictadura. Para nosotras supuso una gran revelación entrar en contacto con otras 12 organizaciones que también estaban trabajando de manera aislada en la promoción de los derechos de la mujer en Uruguay y, tiempo más tarde, con otras entidades afines de Latinoamérica y el Caribe. Aprendimos de la diversidad y confiamos en nuestro apoyo solidario.

¡Luego vinieron los contactos con el ICAE!

En 1985 asistí a una reunión de la REPEM, seguida poco después por la Asamblea Mundial del ICAE en Buenos Aires. Era la primera vez que coincidíamos las líderes de movimientos feministas latinoamericanos, y volvimos a encontrarnos en la reunión del ICAE, en cuya ceremonia inaugural participó Raúl Alfonsín, el primer presidente argentino elegido democráticamente tras la dictadura.

En ese proceso de redemocratización, la educación popular cumplió un papel fundamental, por lo que en 1986 el Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL) organizó en Montevideo una de las reuniones más importantes de su historia, con el lema “Fortalecer la democracia”. Desde entonces hemos estado estudiando, reflexionando y analizando la propuesta metodológica y las premisas teóricas que guiaron nuestra labor hasta que finalmente llegamos a fusionar la educación popular con el feminismo. 

Yo terminé ocupando el cargo de coordinadora de la Oficina de Género y Educación (Gender and Education Office – GEO). Como vicepresidenta del ICAE para Latinoamérica me correspondió reanudar la labor del Programa para la Mujer, cuya influencia había sido restringida enormemente tras una época de claro protagonismo. Así pues, el CEA AL y la REPEM asumieron la responsabilidad de organizar este programa. Trabajamos con enorme entusiasmo y contamos con el apoyo de tres redes feministas: FEMNET Africa, DAWN South East Asia y REPEM. La contribución de la GEO a la promoción del derecho a la educación con perspectiva de género ha sido fundamental para la labor del ICAE.

“Si algún día descubro que mi corazón ya no late con entusiasmo por ninguna causa, querrá decir que estoy a dos metros bajo tierra.”

¿Cuál crees que es tu filosofía respecto del aprendizaje a lo largo de la vida?

Está arraigada en los valores de mi familia, pues siempre me sentí atraída por el trabajo comunitario desde distintas perspectivas: política, educativa y filantrópica. En 1968 mi compromiso continuó encarnándose en los ideales de los estudiantes; creíamos que íbamos a cambiar el mundo muy rápidamente y aprendimos nuestra lección mordiendo el polvo. Tuve la fortuna de seguir desarrollándome a partir de esa labor. La propia vida me ha ofrecido la oportunidad de aprender de tantas personas y de comprender tantas culturas, de estar cerca de gente maravillosa como las líderes de movimientos feministas mundiales, y de involucrarme en procesos de aprendizaje, en el movimiento mundial en pro de los derechos de la mujer y en iniciativas tales como el Foro Social Mundial. Si algún día descubro que mi corazón ya no late con entusiasmo por ninguna causa, querrá decir que estoy a dos metros bajo tierra.

Un último actor, aunque no el menos importante es la Academia Internacional de Promoción del Aprendizaje a lo Largo de la Vida.

La Academia Internacional de Promoción del Aprendizaje a lo Largo de la Vida [International Academy of Lifelong Learning Advocacy – IALLA] es un espacio único para la traslación cultural. Un lugar donde siempre aprendemos de nuestros conocimientos y nuestras diferencias culturales, donde trabajamos durante semanas junto a educadores provenientes de todas las regiones del mundo. Cada curso se transforma en una experiencia irrepetible, donde cada vez surge un grupo distinto de personas entusiastas. Ofrece la posibilidad de crear un espacio de aprendizaje donde permanentemente experimentamos la sensación de que los demás también son seres humanos llenos de conocimientos y de afecto, y de que podemos fortalecernos al aprender de nuestras diferencias. IALLA no es como cualquier otro curso, pues sus resultados trascienden el ámbito del aprendizaje para promover el derecho a la educación.

¿Provocó la educación de adultos algún cambio en tu personalidad o en tu modo de vida?

He tenido la inmensa fortuna de trabajar y de aprender sin dejar de ser la misma persona en mi trabajo y en mi vida personal. Siempre he realizado una labor de activismo, luchando por aquellos valores en los que creo firmemente.

 

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