De Half-Die a la mitad del mundo 

Kadijatou Jallow Baldeh 
ActionAid International 
Gambia   

 

 

 

 



A mediados del siglo XX era fácil defi nir nuestra identidad en función de un nombre, un idioma, una etnia y un país de origen. En el siglo XXI nos está resultando sumamente difícil definir quiénes somos en realidad. Se entendía por lengua materna el idioma que hablaban ambos padres, y por nacionalidad, el lugar donde nos había tocado nacer, lo cual me recuerda la canción “Né quelque part” [“Nacido en alguna parte”]. Como africanos nos enorgullecíamos de nuestros apellidos, clanes y aldeas. En el siglo actual, “¿qué hay en un nombre?”, para citar una frase de Romeo y Julieta. Hoy resulta evidente que a los hijos de padres que proceden de distintos continentes y se han establecido en un tercer continente les cuesta definir quiénes son en realidad. Su nombre ya no conlleva una etnia ni una nacionalidad. Un ciudadano francés ya no es definido como una persona blanca de ojos azules, pelo rubio y una baguette bajo el brazo. Hoy en día, un ciudadano francés puede ser cualquier persona: negra, árabe o asiática.

Gracias a la industrialización y el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, el mundo nos parece cada vez más pequeño. La gente puede recorrer la mitad del continente en un día, celebrar reuniones con personas situadas en el otro extremo del planeta sin abandonar su hogar, enterarse de los sucesos segundos después de ocurridos, todo gracias a la televisión y los satélites.

En la década de 1960, por haber crecido en la ciudad de Banjul, en Gambia, yo sabía muy poco de lo que sucedía fuera de los límites de mi barrio de Half-Die, y no me preocupaba mayormente de cómo era la vida más allá de mi entorno inmediato. El único contacto con el mundo exterior era una fotografía de la reina Isabel II y de sus hijos colgada en la pared de la casa de un vecino que había estado en Gran Bretaña por motivos de estudio. Pocas personas poseían aparatos de radio y eran contados los propietarios de bicicletas y de automóviles en todo el país. En la actualidad, niños de apenas 5 años de edad ya son capaces de contarnos lo que ocurre en Europa, Asia y América debido a su contacto con la información en la televisión, en internet o en ambos medios.

La socialización ha traspasado últimamente los límites de nuestros hogares, comunidades, países y continentes para abarcar sectores más amplios de todo el planeta. La educación occidental infl uye directa o indirectamente en nuestro pensamiento y nuestra manera de actuar como africanos. La oportunidad de estudiar y de asistir a conferencias fuera de Gambia ha infl uido gradualmente en mi transformación en ciudadana mundial. Lo que sucede en Asia o en Estados Unidos incide directamente en la vida cotidiana de los africanos que habitan en poblados tan pequeños que ni siquiera figuran en el mapa, y los viajes han permitido que estadounidenses y europeos entren en contacto con otras culturas y religiones. Nos hemos convertido en ciudadanos mundiales sin percatarnos ni estar preparados para ello. Ya es hora de que reconozcamos y afrontemos la realidad de ser ciudadanos mundiales y comencemos a actuar en consecuencia.

Como adulto me he dado cuenta de que soy un ciudadana mundial y de que no hay vuelta atrás. El valor de la libra y del dólar determina cuál será mi próximo alimento, y son muchas las políticas africanas que dependen de las normas del FMI. A nivel mundial, la gente comparte los mismos sueños y aspiraciones, incluso en contextos distintos.

Es la educación, en el sentido más amplio de la palabra, y no la certificación, lo que nos abre una gran cantidad de puertas. El analfabetismo, la ignorancia, la falta de aptitudes y la pobreza se encuentran claramente interconectados como fenómenos generalizados. La pobreza y la ignorancia han dado lugar al terrorismo y los actos de violencia. Estos a su vez han conducido al surgimiento de Boko Haram en África Occidental, de ISIS en la Península Arábiga, de los magnates de la droga en Latinoamérica, de Al Qaeda en el Magreb, en fin: hay para todos los gustos.

Si bien la tecnología de la información ha logrado transformarnos a todos en ciudadanos de la aldea mundial, ha habido que pagar un alto precio. La gente ya no está satisfecha con su modo de vida, sino que persigue el sueño de una existencia placentera que solo se encontrará en la tierra prometida de Europa o de Estados Unidos. Nuestros jóvenes perecen en alta mar hacinados en frágiles embarcaciones en busca de una vida mejor. En el siglo XVIII, los africanos morían en barcos de esclavos, mientras que en el siglo XXI los jóvenes pagan US$ 4.000 por transformarse en esclavos voluntarios o por morir tratando de alcanzar su destino.

El problema no se resolverá hundiendo las naves o arrestando a los traficantes de personas. La única manera de hacerlo es yendo a la raíz del problema y analizándolo desde una perspectiva mundial. ¿Por qué ni ustedes ni yo nos embarcaremos en esta peligrosa aventura? La respuesta es que tenemos algo a lo cual aferrarnos: una educación, un empleo, un hogar, tres comidas por día, y otras cosas valiosas de las que podemos disfrutar.

Ser miembro de PAMOJA a nivel nacional y subregional me ha ofrecido la oportunidad de trabajar con personas en las comunidades de base. Me ha abierto los ojos a las causas y las consecuencias de la pobreza en relación con las injusticias, el analfabetismo y la falta de información. La pobreza ha sido causada por los seres humanos y todos podemos de alguna manera contribuir a los esfuerzos por minimizarla.

Como ciudadana mundial he asumido ahora la responsabilidad de ponerme al día con los sucesos de alcance mundial y adoptar la diversidad. He tenido la oportunidad de contribuir a esta tarea supervisando el proceso de empoderamiento para grupos de mujeres y niños mediante el empleo de enfoques participativos tales como Refl ect, Refl exión-acción y Análisis Participativo de Vulnerabilidad.

Como miembro de la aldea mundial tengo hoy la responsabilidad moral de ayudar a revertir este peligroso éxodo masivo. PAMOJA es una excelente plataforma desde la cual empezar esta tarea de promoción para transformar el mundo en un lugar mejor.


Sobre la autora

Kadijatou Jallow Baldeh 
es especialista en programas para la educación y la juventud en ActionAid International Gambia, y es miembro del consejo ejecutivo de la red Pamoja África Occidental. Ha tenido la oportunidad de viajar a otras regiones de África, Europa, América y Asia para interactuar con personas de distintos contextos culturales y religiosos.

Contacto 
ActionAid International The Gambia 
MDI Road, Kanifing 
Kanifing Municipality 
Gambia 

kadijatou.baldeh@actionaid.org 

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