Michael Trucano

“Distribuir los dividendos digitales"

Entrevista realizada por Johanni Larjanko


©  Banco Mundial

Michael Trucano es especialista principal en educación y tecnología de la Iniciativa Mundial para la Innovación en el Campo de la Educación del Banco Mundial. Su blog se puede visitar en: http://blogs.worldbank.org/edutech/ 


Es pleno verano. He viajado a una remota isla del archipiélago de Vaasa, en Finlandia. Estoy, por así decirlo, en medio de la nada. Tengo una cita. Michael Trucano trabaja para el Banco Mundial y me ha concedido una entrevista para referirse a las habilidades que se requerirán en el futuro. He puesto en marcha mi ordenador y he abierto Skype. En un lugar muy distante, en su oficina de Washington D.C., donde es de madrugada, Mike responde a mis preguntas. Mientras el sol de la tarde brilla sobre mi piel y las olas bañan mis pies, entrevisto a un hombre profundamente comprometido con la igualdad digital.

¿Cuáles son las habilidades que, en su opinión, requeriremos en el futuro?

Bueno, de hecho precisaremos una gran cantidad de habilidades. Todo dependerá de quiénes seamos, de dónde vivamos, qué necesitemos y qué deseemos. Algunas habilidades que nos fueron útiles en el pasado –no solo para abrirnos camino en la vida, sino también para encontrar un trabajo y conservarlo–, ciertamente están cambiando. Una considerable cantidad de tareas rutinarias serán bastante menos valoradas en el futuro. En cambio, habilidades tales como el pensamiento crítico, las habilidades comunicativas y la capacidad de congeniar, de entenderse y de poder trabajar con todo tipo de personas, se encuentran entre aquellas habilidades y competencias no cognitivas que adquirirán cada vez más importancia. Para ser preciso, yo no las llamaría “nuevas” habilidades. Existe una gran inquietud con respecto a la automatización y a la idea de que robots o algoritmos vendrán a reemplazar el trabajo realizado por personas. Pero las habilidades y competencias que señalé no se prestan para ser automatizadas, pues son profundamente humanas, propias de nosotros como personas.

Entonces, ¿las fuerzas impulsoras en este contexto son la globalización, el desarrollo técnico y la impresión de que la naturaleza misma del trabajo, así como el tipo de labor realizado de forma manual, requieren un grado cada vez mayor de asistencia computacional y tecnológica?

Claro, esa es, por cierto, una presunción que yo comparto. Querámoslo o no, la tecnología ya maneja muchos aspectos de nuestras vidas. Si bien esa situación la hemos podido observar desde hace siglos, la velocidad y el ritmo de las transformaciones son ahora, en mi opinión, especialmente desorientadores. Es una realidad inquietante.

Hay quienes ven en la digitalización un instrumento, una manera para lograr algo determinado. Otros dirán que la digitalización es un tema y una habilidad en sí misma. Un fenómeno que debe ser comprendido y que tiene profundos y decisivos alcances para la sociedad y el planeta.

Sostengo una postura equidistante entre esas dos corrientes de opinión. Pienso que la digitalización es ambas cosas. Y allí radica gran parte de la complejidad de este fenómeno. Con ocasión del reciente Congreso de Universidades Populares (Volkshochschultag) celebrado en Berlín, también se abordó el tema de la igualdad digital. Debatimos sobre si la digitalización contribuye a lograr un acceso más igualitario a la educación, a la justicia educativa, o si acentúa aun más la desigualdad en el acceso a la educación. También en este aspecto comparto ambas opiniones. El mundo en el que vivimos es complejo y las respuestas no son sencillas.

Mucho se ha hablado sobre el efecto potenciador que internet podría tener en los países en desarrollo. ¿Qué ha ocurrido con este debate?

Pienso que este debate sigue estando presente en ciertos lugares. Aún se emplea la metáfora de saltarse etapas en relación con las tecnologías. Por lo general se trata de usar las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) en el campo de la educación a fin de prescindir de algunas etapas relacionadas con el desarrollo. Creo que son cada vez más las personas que temen que ciertamente se podrían saltar etapas en la dirección equivocada, y que por ende determinados grupos de la sociedad podrían dar un salto que los lleve mucho más lejos que otros. En el mundo se habla muy poco de las consiguientes desigualdades. Pero la situación puede cambiar sorpresivamente y los ganadores, incluso los claros ganadores, pueden igualmente caer, incluso de muy alto.

Este es un aspecto que en mi opinión debería estar presente en nuestro debate sobre la igualdad, y me refiero a igualdad como condición prioritaria. Se trata de un tema de capital importancia en el campo de la educación, como también lo es la necesidad de inculcar en los alumnos, los ciudadanos y los trabajadores del mañana nuevos repertorios de habilidades. Lo que quiero decir es que deberíamos usar las TIC de tal manera que, como mínimo, ofrezcan igualdad de oportunidades. Si reflexionamos sobre este aspecto —es decir sobre la desigualdad— desde un comienzo, ello podría llevarnos a discurrir métodos más eficaces para reflexionar sobre el uso de la tecnología en la educación. Si no les dedicamos la necesaria atención a estos asuntos, afrontaremos problemas realmente graves.

Tengo la impresión que las TIC han sido una promesa durante largo tiempo. Se las ha presentado como una herramienta que permitirá nivelar el campo de juego, mejorar nuestra calidad de vida, democratizar el proceso de aprendizaje, etc. ¿Cuándo se verán finalmente cumplidas estas promesas?

Es verdad. Es algo que nos ha sido prometido desde hace mucho tiempo: la revolución que la tecnología provocaría en el ámbito de la educación. Ya en la década de 1920, Thomas Edison habló del potencial revolucionario del cine, y de sus efectos transformadores en la educación. Desde entonces, esas mismas palabras han sido repetidas con cierta regularidad y creciente frecuencia para referirse a la televisión, la radio o las computadoras. Ahora se las repite en relación con las tabletas. Si miro al pasado, realmente me parece que si bien a lo largo del tiempo han ocurrido muchas cosas positivas, definitivamente aún no hemos alcanzado la meta.

¿Me podría explicar qué son los dividendos digitales?

Cada año el Banco Mundial edita lo que consideramos nuestra publicación analítica emblemática, a saber el Informe Mundial sobre Desarrollo. Este año se concentró en el impacto, o la ausencia de impacto, de la tecnología en las comunidades y sociedades de todo el mundo. Básicamente señala que los dividendos que se deberían obtener gracias al uso de la tecnología se encuentran desigualmente distribuidos en aspectos fundamentales. De acuerdo con este Informe, tenemos varias alternativas. Como diseñadores de políticas, educadores, ciudadanos o padres, podemos decidir cómo responder frente a esta situación. También tenemos la opción de no responder. En la comunidad de la alfabetización, ya hace casi tres décadas se comenzó a hablar sobre el efecto Matthew, relacionado con la lectura. Se trata de la idea de que los ricos serán más ricos y los pobres, más pobres. Estamos apreciando esa realidad también en el ámbito tecnológico. Las personas aventajadas gozarán de aún más ventajas. Los dividendos digitales documentan este fenómeno al más puro estilo del Banco Mundial. Se ha recopilado una gran cantidad de datos, gráficos y tablas sobre la materia. Podría parecer demasiado, pero el hecho de contar con tal cantidad de material que respalde los análisis representa una ventaja. Ofrece un cuadro muy completo que permite formular una afirmación categórica: tenemos que afrontar esta situación.

De manera que contamos con dos alternativas: podemos desesperarnos o bien podemos actuar.

Exactamente. No quiero negar que existe una sensación de desesperación, pero si nosotros no tenemos alternativas, ¿quién las tiene? La tecnología es creada por las personas y hoy están ocurriendo una cantidad enorme de fenómenos muy interesantes que crean nuevas oportunidades. Podemos cambiar la manera en que se imparte la educación, o en que se prestan otros servicios públicos. Son cada más las herramientas a las cuales se puede acceder gratuitamente, gracias al software de código abierto y a los movimientos sociales. Se trata de oportunidades que no van a cambiar las cosas por sí solas.

A la vez se está debatiendo sobre el concepto de conocimiento y de qué se necesita aprender. Me aventuraría a decir que para desenvolverse adecuadamente en el futuro se debe aprender más sobre habilidades sociales, aprender a aprender, curiosidad y autonomía. ¿Concuerda conmigo?

Mire, yo también lo veo así. Para acceder a los datos nos basta realizar una búsqueda en Google. Muchas de estas operaciones son rutinarias, y en consecuencia se prestan para la automatización, para la externalización. Durante los últimos 40 años, al menos en países del Norte y de Occidente, la educación ha cumplido la digna tarea de impartir enseñanza con la modalidad que se fundamenta en datos. Esta educación les ha ayudado a las personas a acceder a la clase media y a mantenerse en ella. Pero ahora la situación es distinta. Debemos inculcar habilidades no cognitivas, habilidades de comunicación, competencias que tienen que ver con la empatía, el pensamiento crítico y la capacidad analítica. Estas habilidades van a influir en la sociedad y la van a modelar, por lo que deben formar parte del currículo.

Entonces, la pregunta del millón es ¿cómo podemos inculcar estas habilidades?

Ha habido una nutrida retórica sobre la posibilidad de que la tecnología reemplace a los maestros. Hay quienes sostienen que el acceso a la información se traducirá de manera casi mágica en una población de alumnos mejor informados e ilustrados. En el Banco Mundial existe la convicción fundamental de que la inversión en la formación docente y en el apoyo a los profesores producirá resultados óptimos. Hablamos de todo tipo de profesores, tanto de los que trabajan en las aulas como de los que enseñan fuera de ellas. La preocupación se centra en el estudiante o el educando y el maestro se encuentra justo a su lado.


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