Inclusión y diversidad en la educación yorùbá

Diipo Fagunwa 
Servicios de Cuidado y Apoyo para la Tercera Edad  
(Elderly Care and Support Services – ELCASUSE) 
Nigeria






Resumen – Los yorùbás son un importante grupo tribal que habita principalmente en la región Sudoccidental de Nigeria. En este artículo se analiza la educación autóctona de los yorùbás (a la que, para abreviar, denominaremos “educación yorùbá”), y se destaca la manera en que ésta constituye un ejemplo de inclusión y diversidad. La educación yorùbá es un sistema de enseñanza complejo y holístico que abarca todas las etapas de la vida y es impartido por agentes culturales. Ente éstos se incluyen el clan familiar, los grupos de pares, las sociedades culturales, los gremios, etc. La educación se ofrece en forma de conocimiento integrado y se trasmite a través de mitos, cuentos populares, tradiciones, relatos, tambores parlantes, cánticos, elegías, proverbios, festivales, el empleo, el aprendizaje práctico, etc.


En el mundo yorùbá, la inclusión y la diversidad son tan antiguas como la creación. Olódùmaré (el Dios Supremo) creó el universo y las deidades, y luego les otorgó el control sobre determinadas áreas de la naturaleza a fin de regular el rumbo y el objetivo de su creación. Así pues, Olódùmaré involucró a sus diversas deidades en el manejo de la naturaleza, e introdujo la inclusión y la diversidad institucionalizadas en el universo.

Según la mitología yorùbá, el hombre fue creado cuando una divinidad conocida como Ọbàtálá le pidió a Olódùmaré que viniera a vivir en el mundo, a lo que Olódùmaré accedió. Luego la divinidad solicitó el apoyo de otras deidades. Ọrúnmìlá (el dios de la sabiduría y la inteligencia) le regaló un gato, una caracola rellena de arena, un pollo con cinco dedos y algunas frutas de palma. Otras divinidades le obsequiaron oro, con el que Ọbàtálá elaboró una cadena por la cual descendió desde los cielos. Cuando llegó al mundo, se encontró con una extensión de agua. El pollo esparció la arena de la caracola sobre las aguas y así creó la tierra firme. Ọbàtálá plantó las frutas de palma, que germinaron de inmediato, con lo que se inició la agricultura. El gato le hizo compañía a Ọbàtálá, pero éste pronto se quedó solo. Se dedicó a moldear imágenes de sí mismo con lodo. Como tenía sed, extrajo jugo de las palmeras que había en las cercanías y bebió hasta quedar aletargado; debido a su estado de aturdimiento comenzó a modelar imágenes con deformidades. Ọbàtálá le llevó estas imágenes, incluidas las que tenían deformidades, a Olódùmaré para que les insuflara vida y pudieran transformarse en seres humanos que lo aliviaran de su soledad. Olódùmaré hizo lo que le pidió Ọbàtálá y así nacieron los seres humanos; las personas con deformidades fueron parte de la diversidad humana.

Educación con una larga tradición

Los yorùbás son de ascendencia africana y constituyen un importante grupo tribal en la región sudoccidental de Nigeria. Una gran cantidad de ellos habita también en Benín y Togo, y se observan, asimismo, pequeños focos de población de esa etnia en algunos países de África Occidental como Ghana, Liberia, Sierra Leona, Costa de Marfil y Gambia. También se encuentran descendientes de los yorùbás como grupos de diáspora en Norteamérica, Latinoamérica y el Caribe. Estos últimos son descendientes de personas que fueron vendidas como esclavos, o bien son inmigrantes económicos.

La educación yorùbá fue practicada antes de que el hombre blanco entrara en escena. Se impartía de manera permanente a lo largo de toda la vida. Iniciaba a los miembros de la sociedad en las tradiciones, las costumbres, los principios y las prácticas de la tribu. Respetaba la individualidad y la diversidad, de modo que no había fracasados ni desertores. El conjunto de asignaturas enseñadas era vasto, con un plan de estudios exhaustivo. Era complejo y se basaba en el ethos Ọmọlúwàbí, que se refiere a una educación orientada a forjar una persona integral, un individuo con buen carácter y con un empleo remunerado que participa de manera productiva en la sociedad. La palabra Ọmọlúwàbí deriva de “Ọmọ tí olú ìwà á bí” (niño o niña que ha nacido con buen carácter o que posee una sólida formación moral).

La educación yorùbá incluía a todos los miembros de la colectividad y era dictada por las instituciones de la comunidad. Entre los agentes educativos se incluían la familia, los grupos de pares, las sociedades tradicionales y la comunidad en general. Se organizaban festivales para promover la enseñanza de prácticas morales, culturales y ancestrales. Llegado el momento apropiado, las personas eran iniciadas en la adultez por su grupo de pares, mientras que las sociedades tradicionales las instruían en los secretos, la lógica y la filosofía de la comunidad. Lo que se enseñaba tenía utilidad práctica para la vida comunitaria y se fundaba en las necesidades, las tradiciones y la historia de la sociedad. Los contenidos se entregaban íntegramente en la lengua materna, que era vernácula y comprendida por todos. Las asignaturas y las aptitudes que se enseñaban eran vastas, pertinentes, diversas e integrales. Los maestros y los recursos que se empleaban en la enseñanza eran diversos, pero locales, por lo que resultaban familiares y fáciles de organizar. El aprendizaje era para todos e inclusivo, y respondía de manera comprobada a las necesidades. Los métodos de enseñanza eran variados, y abarcaban la observación, la participación, la práctica, la narración de cuentos, la recitación, la repetición, el canto, el juego, la comprensión oral, las adivinanzas, los proverbios, el aprendizaje práctico y el trabajo, etc.

La familia es lo más importante

La familia yorùbá es ampliada, y en ella se valora la antigüedad y la edad. La unidad fundamental es el ẹbí (familia). El hombre más anciano es el jefe de toda la familia, y por lo general se trata de una persona que posee sabiduría y discernimiento en lo relativo a las tradiciones familiares. Recurre al consejo de otros parientes de edad avanzada, a quienes incluye en la administración de la familia. Los ancianos son un tesoro oculto de conocimientos y sabiduría, y ofician de custodios de la cultura y las tradiciones. En el ẹbí los criterios de antigüedad también se aplican a asuntos concernientes al linaje, los grupos de pares, las sociedades tradicionales y la jefatura de la tribu.

La educación yorùbá se inicia en el hogar, cuando los hijos reciben de la madre las primeras nociones del idioma; en su aprendizaje cuentan con el apoyo de diversos agentes, como la familia y la comunidad en general. Los niños y niñas son integrados a la comunidad mediante juegos, tonadas, canciones de cuna, refranes, mitos, cuentos, etc., en todos los cuales se narra la historia de la comunidad y se ensalzan sus valores. Los niños y niñas se imponen de las normas de la comunidad al participar en sus actividades. Se comparten adivinanzas y relatos narrados a la luz de la luna, actividad en la que todos son incluidos y participan independientemente de sus capacidades. Los hijos de la familia comen juntos del mismo cuenco. Mantienen una relación armoniosa, aprenden a transformarse en personas ecuánimes, a apoyarse unos a otros y a cultivar la preocupación por los demás. A niños y niñas se les motiva para que participen en un sistema diverso de tutelaje que promueve la dedicación y el buen comportamiento en la vida comunitaria mediante la experiencia cotidiana y ejemplos de honradez, trabajo arduo, piedad, disciplina, generosidad, para lo cual cuentan con el apoyo de otros miembros de la comunidad. Todos están incluidos en el deber de preocuparse por los demás. Los ancianos, los niños, las viudas jóvenes, las personas con discapacidades y las personas vulnerables son valorados y reciben cuidados.

La religión en la vida diaria

Los yorùbás son religiosos. La familia, la comunidad, los grupos de pares, los gremios y las instituciones religiosas imparten formación en la fe para reforzar las enseñanzas en este ámbito. Entre los principios de la religión yorùbá se incluye el de que deben llevar una vida casta y moralmente recta. En todas las declaraciones de los yorùbás se incluye a Dios y están presentes las diferentes deidades en su vida. En su uso del lenguaje abundan las alusiones y referencias religiosas, con lo que manifiestan su creencia en Dios. El día comienza con saludos. Un yorùbá pregunta “A à jí i ‘re bí?” or “Ṣé à jí daadaa bí?” (“¿Amanecimos bien?”). A lo que otro yorùbá responde “A dúpẹ”, que significa “gracias”, aunque ese agradecimiento no se debe sólo a que se hayan preocupado por su bienestar, sino que además se dirige a Dios por su protección y participación en sus vidas. Así pues, “A dúpẹ” en yorùbá es una forma abreviada de “A dúpẹ lọwọ Ọlọrun” (“Agradecemos a Dios”), que se fusiona con el agradecimiento de cortesía. No es inusual escuchar a un yorùbá jurar “Ọlọrun ń gbọ” (“Dios está escuchando” o “Dios es mi testigo”), o utilizar una fórmula similar invocando a una deidad familiar como Ifá, Ọṣun, Ọya, etc., en prueba de honradez o de veracidad. Se realizan libaciones como una señal de respeto por los espíritus de los antepasados y los predecesores, y para incluirlos en la vida cotidiana de los yorùbás. Es posible observar ermitas dispersas por todas las aldeas y campamentos como recordatorios de la presencia divina y de la necesidad de demostrar piedad, humildad, reverencia y responsabilidad para con la comunidad y sus protectores.
 

El Dios Supremo Olódùmaré se reúne con las deidades yorùbá para consultar su opinión e incluirlas en la gestión de los asuntos del mundo (ilustración/collage del profesor O. Famule, del Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Wisconsin), © Prof. O. Famule/University of Wisconsin

La educación yorùbá respeta el género. Tradicionalmente, las mujeres eran miembros permanentes y activos de las familias de sus esposos. Allí ejercían una autoridad de la que tal vez no gozaban en su hogar biológico. En efecto, hay un dicho que reza “ti obinrin ba pe nile oko tan a daje sibe” (“Cuando una mujer permanece largo tiempo en el hogar de su marido, se convierte en una hechicera). De modo que se transformaba en una persona muy poderosa en la familia de su esposo. Si el primogénito de la esposa es una niña, los yorùbás dicen que ella es ọwọ ẹrọ (“de mano suave”), queriendo decir que marca un comienzo sereno. A las mujeres no se les imponía la abrumadora tarea de labrar la tierra y cavar con azadón, ni la ardua faena de la cosecha en la granja o de extraer la savia de las palmeras. El verdadero trabajo pesado lo realizaban los hombres. Sin embargo, se esperaba que las mujeres ayudaran a los hombres ocupándose de las labores domésticas y preparándoles la comida tras una extenuante jornada de trabajo. Ellas y los hijos también transportaban cestas y otras cargas desde las granjas al hogar.

La educación yorùbá entrega herramientas para asegurar el futuro económico de sus beneficiarios. Ningún yorùbá se encuentra desempleado. Los hijos son criados con una mentalidad de “ise ni oogun ise” (“el empleo es el antídoto contra la pobreza”). Se los educa para conseguir un empleo remunerado y se los integra en el proceso de desarrollo de su comunidad.

La educación yorùbá se preocupa de los grupos desfavorecidos. A los siervos se los respetaba y a los esclavos se les permitía casarse en el hogar de su amo. En las granjas y en las casas se cocina más comida de la necesaria a fin de estar preparados para la llegada de invitados o viajeros inesperados. Los viajeros pueden entrar libremente a las granjas para alimentarse, incluso si el dueño no está presente. Los primero que hace un yorùbá tras intercambiar cortesías con un invitado o visitante es ofrecerle agua y luego alimentos.

Ifá es el vínculo de los yorùbás con el mundo espiritual y un depositario de la tradición. Se lo consulta para la adivinación sobre padecimientos, y para el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades graves. Se recurre a Ifá para contrarrestar las fuerzas del mal, mientras que Èṣù, cuyo tótem está grabado en el ọpọn Ifá (cuenco adivinatorio), es el principal consejero de Ifá. Los sacerdotes de Ifá son formados de manera muy diligente y con un alto grado de disciplina, debido a la inclusividad y diversidad de los conocimientos que adquieren y al lugar que ocupan en el culto religioso. El sacerdocio está abierto a hombres y mujeres por igual y su instrucción es un proceso intensivo, exhaustivo y formal. Algunos autores y estudiosos consideran que la educación tradicional africana es esencialmente no formal, pero la formación de los sacerdotes de Ifá desmiente esta impresión.

Recuperar la tradición

Nigeria está afectada por problemas sociales y económicos. Se ha implantado un nuevo paradigma educativo, el cual ha desechado la educación Ọmọlúwàbí que apunta a formar a una persona integral. Se ha producido un conflicto entre la educación occidental y la educación yorùbá, por lo que muchos miembros de esta etnia han llegado a adoptar una cultura mestiza, lo cual los ha sumido en la confusión. Se observa un sometimiento de la religión autóctona promovido por dos credos foráneos: el cristianismo y el islamismo. Los relatos a la luz de la luna han desaparecido; los proverbios, los aforismos y otras manifestaciones son algo muy poco frecuente. El ethos Ọmọlúwàbí, que incluía la honradez, la modestia, la decencia, la laboriosidad y los elevados principios morales es ahora una farsa y los padres ya no crían a sus hijos según esos principios. La lengua yorùbá es la vernácula en muchos hogares, pero el idioma imperante es el inglés. Lamentablemente, hay niños y niñas que, siguiendo el ejemplo de sus padres, ignoran su lengua nativa pese a no haber abandonado nunca el territorio yorùbá. Las instituciones tradicionales basadas en el parentesco están sometidas a la autoridad política, y las religiones y prácticas ancestrales han quedado avasalladas. Las sociedades tradicionales son consideradas enemigas del progreso, y su cantidad de miembros ha disminuido considerablemente. En lugares donde se celebran festivales tradicionales ya no se respira la atmósfera reverencial e imponente de otra época, y no se aprecian la intensidad y la adhesión de antaño. Incluso los gobernantes tradicionales están reinventando la cultura. Un Oba (soberano) exigió que los monarcas ya no fueran enterrados de acuerdo con la costumbre, sino según su religión. Otro calificó la religión tradicional de idolatría, y atribuyó los problemas económicos a la intervención de los monarcas. Lo irónico es que “la fe autóctona [de los yorùbás], calificada de idolatría y rechazada por muchas personas, se ha transformado en la piedra angular de una nueva tradición religiosa que se vanagloria de contar con millones de adherentes en el continente americano” (Olupona 2012:19). De hecho, Ifá ha vaticinado en el corpus de Ìrẹtẹ Ogúntán que “Óhun a bíni mọ kì í wù wọn, tẹni ẹlẹni ní í bá wọn lára mu” (“Ellos nunca amarán lo que es suyo, sino lo que les pertenece a otros”).

Es preciso adoptar medidas de alfabetización cultural y de custodia cultural acompañada de alfabetización religiosa a fin de fortalecer la mentalidad yorùbá y mejorar la situación de la educación de esta etnia. Ello se puede lograr mediante la alfabetización. En la custodia cultural se emplean diversas herramientas, entre ellas la comunicación, la información, la indagación, la investigación, las entrevistas, la corrección de errores, los incentivos, la presencia visual y la inteligencia, que son herramientas prescritas en el ethos Ọmọlúwàbí para supervisar la cultura de una manera pacífica basada en la tutoría. El proceso de custodiar la cultura surtirá efecto con la cooperación de los padres (al entregar formación en el hogar), las escuelas (al inculcar prácticas provechosas) y la religión (al enseñar buenas costumbres). La alfabetización religiosa consiste en permitir que los jóvenes yorùbás entren en contacto con las diversas tradiciones religiosas, no con el fin de convertirlos o de adoctrinarlos, sino de familiarizarlos con las tradiciones que constituyen el patrimonio cultural de la fe (ibíd.).

Se observan valores positivos en la educación yorùbá, la cual se ocupa de las necesidades de la comunidad, es flexible e inclusiva. Se amolda a los diversos intereses y necesidades al inculcar los valores de Ọmọlúwàbí de manera inclusiva. Es preciso que la educación yorùbá adopte y adapte los aspectos beneficiosos de otras culturas y resista y rechace los que son negativos. Un renacimiento de su ethos inclusivo y diverso favorecerá la transferencia de aptitudes y costumbres tradicionales e incentivará las prácticas positivas.


Referencias

Boroffka, A. (2006): Psychiatry in Nigeria. A partly annotated Bibliography. Kiel: Brunswiker + Reuter Universitätsbuchhandlung.

Falola, T. (2016): The yorùbá Factor in World History. Conferencia pública ofrecida el 8 de julio de 2016 en la Universidad Trenchard Hall de Ibadán con motivo de la celebración de séptimo aniversario de la radio Splash 105.5 FM y del 77 cumpleaños del jefe Muritala Adebayo Akande MFR.

Odugbemi, T. & Ayoola, A. (eds.) (2008): A textbook of Medicinal Plants in Nigeria. Lagos: University of Lagos Press.

 

Olupona, J. K. (2012): Bonds, Boundaries and Bondage of Faith – Religion in Private and Public Spheres in Nigeria. Discurso pronunciado durante la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales al Mérito de Nigeria.


Sobre el autor

Diipo Fagunwa es el fundador y director ejecutivo de Servicios de Cuidado y Apoyo para la Tercera Edad (Elderly Care and Support Services – ELCASUSE) en Nigeria. Anteriormente fue catedrático en el Departamento de Educación Permanente de la Universidad Obafemi Awolowo, en Ile-Ile, Nigeria.  

Contacto
diipofagunwa@gmail.com 

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