Gösta Vestlund

“Democracia significa aceptar y comprender la igualdad de valores y derechos para todos los seres humanos”

Entrevista realizada por Sturla Bjerkaker, educador de adultos y miembro del Salón Internacional de la Fama de la Educación Permanente y de Adultos (International Adult and Continuing Education Hall of Fame).

© Maria Zaitzewsky Rundgren

En el pasado, Gösta Vestlund (105) fue profesor, rector e inspector en varias “universidades populares” de Suecia. En su inusualmente larga existencia y trayectoria profesional se ha ocupado en especial del aprendizaje para la democracia. Dedicó muchos años a trabajar junto a movimientos para la promoción de las universidades populares y la alfabetización en África. Su visión del impacto de la educación de adultos es bastante inequívoca: sin el aprendizaje y la educación a lo largo de toda la vida no existirían las sociedades del bienestar con que cuentan actualmente los países nórdicos, y no tendríamos democracias plenamente desarrolladas ni en Europa ni en ninguna otra parte del mundo.


Nos encontramos en una hermosa zona suburbana a la que se llega tras recorrer media hora hacia el este de la capital sueca, Estocolmo, en una casa adosada de ladrillos rojos construida en 1961. La débil luz del sol que se asoma esta mañana de fines de febrero se cuela por las enormes ventanas, desde las que se aprecia el hermoso panorama de un jardín cubierto de nieve. La sala de estar se ilumina con las parpadeantes imágenes que provienen de la pantalla del televisor, en la que se observan escenas de los Juegos Olímpicos de Invierno de Corea del Sur. Disciplinas nórdicas, triunfadores nórdicos.

Tranquilo, sentado en su sofá, Gösta Vestlund es el venerable abuelo de la educación popular nórdica y de la enseñanza y el aprendizaje de inspiración humanista para los adultos. En sueco se la denomina folkbildning, y tiene un sentido similar al de su sinónimo en danés: folkeoplysning. Resulta muy difícil traducir dicho término a otros idiomas. Me parece que no solo se debe al vocablo mismo, sino además al concepto que encierra, ya que difícilmente se encuentra la folkbildning en otros lugares fuera de Suecia.

“No es tan así” sostiene Gösta Vestlund, “ya que mi experiencia en Tanzania, por ejemplo, me ha demostrado que también es posible reproducir la folkbildning en otras culturas”.

Más adelante analizaremos el tema con mayor detalle.

Gösta Verlund ha sido una figura ampliamente conocida durante muchísimos años en Suecia y en los países nórdicos. Nacido en 1913, en 2018 cumplió 105 años, lo cual significa que ha vivido no una, sino dos guerras mundiales en Europa.

Vive solo y se encarga personalmente de las tareas domésticas. Su único problema (!) es que ya no puede leer con la misma facilidad que antes. Para ello cuenta con un equipo especial que aumenta las letras 16 veces, lo cual le permite leer publicaciones tales como informes internacionales sobre los avances —o sobre la falta de progreso— en el campo de la educación. Su memoria es excelente y su perspectiva respecto del futuro resulta incluso más impresionante. Porque, como señala Gösta, “mientras estás vivo, ¡tienes una misión que cumplir!”.

Su trayectoria desde una pequeña aldea en medio de Suecia hacia el escenario internacional, y su permanencia en Tanzania en la década de 1970, ¿cómo ocurrió todo eso?

“Mi primera visita a África y a Tanzania se remonta a 1965”, recuerda Gösta Vestlund. “En ese entonces éramos un grupo de diez profesores de una universidad popular sueca a punto de poner en marcha círculos de alfabetización en distintas zonas del país. Se trataba de una campaña de alfabetización financiada por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional (ASDI) y la Asociación de Educación Obrera (ABF por su sigla en sueco), que en ese entonces era —y sigue siendo en la actualidad— la entidad educativa más grande de Suecia. Colaboramos con el Instituto de Educación de Adultos en Dar es-Salam y con el Instituto de Cooperación en Moshi”.

¿Cómo fue que Suecia llegó a involucrarse en la cooperación para el desarrollo en Tanzania?

“Los primeros ministros suecos Tage Erlander y, años más tarde, Olof Palme, mantenían contactos a través de ASDI con Julius Nyerere, el célebre primer ministro de Tanzania. En 1971, una delegación del país africano visitó Suecia. Aquí se encontraron con un sistema de educación de adultos que, a su juicio, era el que se requería aplicar también en Tanzania. ‘Necesitamos tiempo para lograr educar a los niños y niñas’, reflexionaron, ‘así que comencemos con los adultos’”.

A sus 105 años, Gösta continúa leyendo todos los días para mantenerse al tanto de los recientes avances en el campo de la educación de adultos. Su único problema es que le cuesta leer la letra menuda, © Håkan Elofsson

Usted visitó numerosas veces Tanzania y realizó allí varias estadías de trabajo

“Así es”, continua Gösta. “Volví a Tanzania en 1974 con el fin de conversar sobre algunos temas. Debatimos sobre la manera de organizar la educación de adultos y de implementar los métodos basados en círculos de estudio. También les dimos a conocer el modelo escandinavo de escuelas populares, y les sugerimos que pusieran en marcha algunas instituciones de ese tipo para así determinar si encajaban en la cultura de aprendizaje de Tanzania.

‘¡Solo unas pocas!’, preguntaron extrañados nuestros amigos tanzanios. ‘¡Tenemos que educar a 14 millones de personas, por lo que necesitamos contar con universidades populares en cada uno de nuestros 86 distritos!’”.

Fue así como se crearon numerosas universidades populares, y hoy en día existen 55. Se las conoce como universidades populares de desarrollo (Folk Development Colleges, FDC).

¿Siguen funcionando estas instituciones de acuerdo con los modelos sueco y escandinavo?

“Hasta donde sé”, replica Gösta, y nos muestra una nota conceptual que hace poco le envió el Ministerio de Educación de Tanzania, titulada El papel de las universidades populares de desarrollo en los esfuerzos por atender a las necesidades de niños, niñas y jóvenes vulnerables y no escolarizados. En la nota se hace referencia a la etapa fundacional en 1975, y se señala que en una época más reciente —el año 2009— más de 30.000 alumnos estaban asistiendo a los cursos de las FDC. “El objetivo de la formación es entregarles a los jóvenes y adultos conocimientos y aptitudes que les permitan trabajar por cuenta propia y ser autosuficientes (…) Las FDC serán centros integrales orientados a jóvenes que han perdido la oportunidad de seguir estudiando en la educación formal”, concluye la nota del ministerio.

Debe haber sido un agrado para usted leer esa publicación.

“Sí, me produce una enorme satisfacción, luego de haber trabajado para esas instituciones durante todos esos años”.

Nos informa de que la fundación de las FDC en Tanzania puede remontarse a la década de 1920. En ese entonces, Gran Bretaña creó escuelas para agricultores en numerosas regiones a fin de enseñarles a cultivar la tierra. Estas instituciones no funcionaban bien, pero cuando se combinó la agricultura con el desarrollo social y local, al igual que con actividades de formación docente, comenzaron a operar satisfactoriamente. Se trató de una iniciativa similar a la emprendida un siglo atrás en Dinamarca por Grundtvig y Kold, gracias a la cual crearon el Movimiento Escandinavo de Universidades Populares.

“Lo que no tenían en Dinamarca”, agrega Gösta, “era la oportunidad de sentarse a la sombra de los mangos a dialogar sobre la vida…”.

Tras enviudar, en 1976 se trasladó a Dar es-Salam con su segunda esposa, y allí tuvieron que aprender el swahili. Asistieron a un círculo de estudio del swahili en Suecia, y luego a un curso de esa lengua impartido por la ASDI. En ese entonces ya tenía 62 años, por lo que no le resultó fácil aprender un nuevo idioma. La familia permaneció en África por dos años, tras lo cual Gösta regresó a Suecia para reasumir sus funciones habituales como inspector de universidades populares en el Ministerio de Educación en Estocolmo, cargo que ocupó durante 20 años en total, luego de haber trabajado como profesor en varias universidades populares y como rector de una de ellas en Suecia. Durante su larga existencia, Gösta también puso en marcha un programa de formación de docentes de universidades populares en la Universidad de Linköping, en el cual también se ofrecía a profesores y rectores tanzanios la posibilidad de asistir a cursos de menor duración.

Tanzania sigue siendo un país importante para las iniciativas suecas de cooperación para el desarrollo y para los educadores de adultos de las asociaciones de estudio y de las universidades populares suecas. Eva Önnesjö, quien durante muchos años fue la encargada de los asuntos internacionales en la asociación de estudios del Movimiento por la Templanza, declara que una ONG especializada, la “Karibu Association”, aún continúa funcionando y cuenta con miembros en ambos países, y que cerca de 20 FDC de Tanzania están trabajando de manera conjunta con universidades de Suecia.

Una de las principales tareas a las que se ha dedicado Gösta Vestlund a lo largo de sus 105 años es la promoción de la democracia. Para él, la democracia es mucho más que elecciones libres; es una manera de ser, un estilo de vida. Él no pone en duda que las elecciones libres son esenciales en cualquier país y cultura, pero sostiene que la capacidad de leer y escribir constituye un fundamento y una condición imprescindible para la democracia. Por eso recuerda su labor en Tanzania, Kenia y Etiopía como una iniciativa en pro de la democracia.

¿Qué opina sobre las condiciones para la democracia en un país europeo occidental desarrollado como lo es ­Suecia? ¿Son las ideales?

Cada año, la universidad popular de Tollare, situada en las afueras de Estocolmo, organiza un ciclo de seminarios que lleva el nombre de Gösta: los seminarios Vestlund. El lema de estos seminarios es “democratizar la democracia”.

“Debemos mantener siempre vivo el diálogo sobre la ­democracia”, advierte Gösta.

“Acabo de leer el último Informe de la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey Report) y me parece que puedo advertir un cambio dentro de los grupos, por ejemplo en los países en desarrollo. Están atravesando un proceso en el que personas otrora oprimidas se están transformando en personas más empoderadas. Se trata de un cambio cultural que podemos percibir en muchos lugares, y el panorama es alentador. Son cada vez más los habitantes de muchos países que declaran que ‘ya no seremos personas oprimidas sino ciudadanos empoderados y participativos’.

También resulta esperanzador comprobar que hoy en día los jóvenes suecos se muestran cada vez más dispuestos a debatir sobre diversas inquietudes y a aprender sobre el funcionamiento de la sociedad y el rumbo que está adoptando. La esencia de la democracia es la aceptación y la percepción de que todos los seres humanos tienen los mismos derechos y valores. La alfabetización cumple, sin duda, un papel fundamental en este contexto, y no hay que olvidar que ello resulta igualmente aplicable a los fenómenos ambientales tales como el cambio climático. Lo anterior debe enmarcarse en un contexto democrático”.

Nuestro venerable abuelo de las folkbildning ignora por qué goza de tan buena salud: es algo que va contra toda lógica, pero está bien así. Su mente está lúcida. Su único problema es que ya no ve como antes, pero puede escuchar audiolibros y participar en diálogos humanos que le parecen tan importantes. “Ser una persona bildad (educada)”, señala, “consiste en no humillar a los demás”.

Gösta, su visión de la humanidad debe tener algún origen. ¿Puede usted retroceder 100 años hasta los inicios de su vida y decirme qué fue lo que lo formó como ser humano?

“Oh, son tantas cosas, pero debería partir por mi abuela. Nacida a mediados del siglo XIX, ella sabía lo que era ser pobre. Vivió en un período de hambrunas que afectó a las zonas rurales de Suecia a fines de la década de 1860. Para ella fue fundamental tratar con cuidado todos los productos que le ofrecía la naturaleza y sembrar cultivos donde fuera posible. También me enseñó modales y me inculcó la puntualidad y la necesidad de hacer mi trabajo a conciencia. Ella irradiaba sensatez y sensibilidad, y me infundió la confianza para expresar mis opiniones, incluso si éramos pobres. Todos deben ser valorados de manera igualitaria’.

Otro suceso importante que moldeó mi carácter ocurrió a comienzos de la década de 1930, hace “solo” 85 años: tres jóvenes que habían huido de la Alemania de Hitler llamaron a nuestra puerta. Nos hablaron del creciente poderío del régimen nazi y de lo que estaba a punto de ocurrir en Alemania. Ello abrió mis ojos al mundo exterior que existía más allá de mi comunidad local enclavada en medio de Suecia, y debe de ser una de las experiencias que inspiraron mi labor en el extranjero y mis posturas con respecto a la democracia”.

“La capacidad y la oportunidad de permanecer en contacto y de dialogar con otras personas debe constituir la motivación central de la educación popular, de la formación, del bildning y, en consecuencia, de la democracia”, nos dice nuestro entrevistado de 105 años, quien aún da muestras de estar comprometido. En 2016 fue aceptado como miembro del Salón Internacional de la Fama de la Educación Permanente y de Adultos en la Universidad de Oklahoma, Estados Unidos.

“Para mí fue un gran honor”, reconoce.

Y, sin duda, también fue un honor para el Salón de la Fama.

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