Kebeh Kollie, Liberia
Kebeh Kollie ha participado de adulta en cursos de lectura, escritura y cálculo. Actualmente, su negocio está prosperando: administra con éxito un almacén de productos secos y ha logrado saldar su crédito. ¡La alfabetización con una finalidad obra milagros!
Kebeh Kollie: De pequeña nunca tuve la oportunidad. Mis padres, especialmente mi madre, nunca tuvieron el dinero para enviarnos a mi hermano y a mí a la escuela al mismo tiempo. En consecuencia, fue mi hermano, y no yo, quien recibió apoyo para estudiar. Según la tradición de mi pueblo, son los hombres quienes permanecen en la familia y se hacen cargo de ella. Las mujeres siempre pasan a integrar otras familias. Por eso prefirieron que mi hermano fuera a la escuela en mi lugar. Hoy día mi hermano no es mucho lo que me ayuda. Comenzó a ayudarme antes de la guerra, cuando tenía trabajo. Ahora, no tiene trabajo y la vida se ha vuelto dura para él. Creo que si me hubieran dado a mí la oportunidad de ir a la escuela la situación actual sería mucho mejor. A las mujeres se les abren muchas posibilidades cuando aprenden.
Quise aprender porque a medida que pasaba el tiempo comprendí que la educación es la herramienta más valiosa para cualquier persona que quiera salir adelante. La educación permite cambiar nuestra vida y la manera en que somos consideradas entre los amigos. Me di cuenta de que, en cuanto comienzas a aprender, te transformas en otra persona. Al principio pensé que ya era demasiado tarde. Pero luego, al ver que mis amigos estaban aprendiendo, acepté el desafío.
Lo primero que puedo decir es que cuando comencé a identificar los números mi calidad de vida mejoró enormemente. Pienso que toda persona que carece de educación es en parte ciega. En segundo lugar, al ser capaz de reconocer los números puedo sacar partido de mi teléfono móvil, ya que puedo llamar a mis clientes para informarlos sobre nuevas mercancías que tengo en existencia, y para decirles que si acuden a mi almacén en un determinado día les puedo ofrecer un descuento. Y, en tercer lugar, estoy aprendiendo a llevar un registro de utilidades y pérdidas. Conozco algunos números; bueno, no todos. A veces lamento que no me hubieran enviado al colegio cuando era niña, pero más vale tarde que nunca. Y seguiré aprendiendo a leer y escribir hasta el final de mi vida.
Quedé impresionada por el trabajo en equipo con otras mujeres de mi edad, y por la estrecha relación que las lecciones tienen con nuestras vidas. No aprendemos como lo hacen los niños. La mayoría de las lecciones tienen que ver con nuestras actividades en la comunidad y en el hogar. Cuando comencé a trabajar con este método, lo encontré muy divertido y pensé que se trataba de una broma. Cuando algunas amigas que asistían a clases de alfabetización en otras escuelas me comentaron que iban a dar examen, me asusté. Pero con el REFLECT no tuvimos que dar ningún examen. El método es sencillo y consiste en leer y escribir sobre nuestras familias y sobre la vida en la comunidad.