flara vida y pudieran transformarse en seres humanos que lo aliviaran de su soledad. Olódùmaré hizo lo que le pidió Ọbà- tálá y así nacieron los seres humanos; las personas con de- formidades fueron parte de la diversidad humana. Educación con una larga tradición Los yorùbás son de ascendencia africana y constituyen un importante grupo tribal en la región sudoccidental de Nigeria. Una gran cantidad de ellos habita también en Benín y Togo, y se observan, asimismo, pequeños focos de población de esa etnia en algunos países de África Occidental como Ghana, Liberia, Sierra Leona, Costa de Marfil y Gambia. También se encuentran descendientes de los yorùbás como grupos de diáspora en Norteamérica, Latinoamérica y el Caribe. Estos últimos son descendientes de personas que fueron vendidas como esclavos, o bien son inmigrantes económicos. La educación yorùbá fue practicada antes de que el hombre blanco entrara en escena. Se impartía de manera permanente a lo largo de toda la vida. Iniciaba a los miem- bros de la sociedad en las tradiciones, las costumbres, los principios y las prácticas de la tribu. Respetaba la indivi- dualidad y la diversidad, de modo que no había fracasados ni desertores. El conjunto de asignaturas enseñadas era vasto, con un plan de estudios exhaustivo. Era complejo y se basaba en el ethos Ọmọlúwàbí, que se refiere a una educación orientada a forjar una persona integral, un indivi- duo con buen carácter y con un empleo remunerado que participa de manera productiva en la sociedad. La palabra Ọmọlúwàbí deriva de “Ọmọ tí olú ìwà á bí” (niño o niña que ha nacido con buen carácter o que posee una sólida for- mación moral). La educación yorùbá incluía a todos los miembros de la colectividad y era dictada por las instituciones de la co- munidad. Entre los agentes educativos se incluían la familia, los grupos de pares, las sociedades tradicionales y la co- munidad en general. Se organizaban festivales para promo- ver la enseñanza de prácticas morales, culturales y ances- trales. Llegado el momento apropiado, las personas eran iniciadas en la adultez por su grupo de pares, mientras que las sociedades tradicionales las instruían en los secretos, la lógica y la filosofía de la comunidad. Lo que se enseñaba tenía utilidad práctica para la vida comunitaria y se fundaba en las necesidades, las tradiciones y la historia de la socie- dad. Los contenidos se entregaban íntegramente en la len- gua materna, que era vernácula y comprendida por todos. Las asignaturas y las aptitudes que se enseñaban eran vastas, pertinentes, diversas e integrales. Los maestros y los recursos que se empleaban en la enseñanza eran diver- sos, pero locales, por lo que resultaban familiares y fáciles de organizar. El aprendizaje era para todos e inclusivo, y respondía de manera comprobada a las necesidades. Los métodos de enseñanza eran variados, y abarcaban la ob- servación, la participación, la práctica, la narración de cuentos, la recitación, la repetición, el canto, el juego, la comprensión oral, las adivinanzas, los proverbios, el apren- dizaje práctico y el trabajo, etc. La familia es lo más importante La familia yorùbá es ampliada, y en ella se valora la antigüe- dad y la edad. La unidad fundamental es el ẹbí (familia). El hombre más anciano es el jefe de toda la familia, y por lo general se trata de una persona que posee sabiduría y dis- cernimiento en lo relativo a las tradiciones familiares. Recu- rre al consejo de otros parientes de edad avanzada, a quie- nes incluye en la administración de la familia. Los ancianos son un tesoro oculto de conocimientos y sabiduría, y ofician de custodios de la cultura y las tradiciones. En el ẹbí los cri- terios de antigüedad también se aplican a asuntos concer- nientes al linaje, los grupos de pares, las sociedades tradi- cionales y la jefatura de la tribu. La educación yorùbá se inicia en el hogar, cuando los hijos reciben de la madre las primeras nociones del idioma; en su aprendizaje cuentan con el apoyo de diversos agen- tes, como la familia y la comunidad en general. Los niños y niñas son integrados a la comunidad mediante juegos, tona- das, canciones de cuna, refranes, mitos, cuentos, etc., en todos los cuales se narra la historia de la comunidad y se ensalzan sus valores. Los niños y niñas se imponen de las normas de la comunidad al participar en sus actividades. Se comparten adivinanzas y relatos narrados a la luz de la luna, actividad en la que todos son incluidos y participan inde- pendientemente de sus capacidades. Los hijos de la familia comen juntos del mismo cuenco. Mantienen una relación ar- moniosa, aprenden a transformarse en personas ecuánimes, a apoyarse unos a otros y a cultivar la preocupación por los demás. A niños y niñas se les motiva para que participen en un sistema diverso de tutelaje que promueve la dedicación y el buen comportamiento en la vida comunitaria mediante la experiencia cotidiana y ejemplos de honradez, trabajo arduo, piedad, disciplina, generosidad, para lo cual cuentan con el apoyo de otros miembros de la comunidad. Todos están in- cluidos en el deber de preocuparse por los demás. Los an- cianos, los niños, las viudas jóvenes, las personas con dis- capacidades y las personas vulnerables son valorados y reciben cuidados. La religión en la vida diaria Los yorùbás son religiosos. La familia, la comunidad, los grupos de pares, los gremios y las instituciones religiosas imparten formación en la fe para reforzar las enseñanzas en este ámbito. Entre los principios de la religión yorùbá se in- cluye el de que deben llevar una vida casta y moralmente recta. En todas las declaraciones de los yorùbás se incluye a Dios y están presentes las diferentes deidades en su vida. En su uso del lenguaje abundan las alusiones y referencias religiosas, con lo que manifiestan su creencia en Dios. El día comienza con saludos. Un yorùbá pregunta “A à jí i ‘re bí?” or “Ṣé à jí daadaa bí?” (“¿Amanecimos bien?”). A lo que otro yorùbá responde “A dúpẹ”, que significa “gracias”, aunque ese agradecimiento no se debe sólo a que se hayan preocu- pado por su bienestar, sino que además se dirige a Dios por su protección y participación en sus vidas. Así pues, “A dúpẹ” 84 2017 Inclusión y diversidad | Identidad 23