De acuerdo con los informes de las Naciones Unidas, América Latina es un continente con altos niveles de pobreza y si bien no es el continente más pobre, sí es el continente con mayores niveles de inequidad e injusticia.
Aunque la pobreza tiende a medirse por los ingresos económicos y el nivel de gasto (menos de 1 US$ diario en el caso de la población indigente), ella está expresando al mismo tiempo el grado de violación de los derechos humanos, es decir, de no satisfacción de las necesidades humanas, y por lo tanto, del derecho elemental a una vida digna como seres humanos.
Para los educadores populares de América Latina esta situación de injusticia tiene sus raíces en estructuras económicas, políticas y culturales que impiden la superación de la pobreza, y la respuesta adecuada, o sea la eliminación de la pobreza y la vigencia plena de los derechos, pasa por el cambio de esas estructuras a través de una lucha que es esencialmente política.
En esta lucha son los grupos marginados y excluidos quienes asumen el protagonismo en alianza con grupos solidarios de la clase media, intelectuales, religiosos, que se identifican con esas luchas. El objetivo de esta movilización es transformar las condiciones de injusticia y violación estructural de los derechos humanos y generar otras en las que esos derechos puedan ser no sólo reconocidos sino ejercidos en plenitud. Para ello es preciso superar concepciones puramente jurídicas y teóricas sobre los derechos humanos y asumir una visión de compromiso por el cambio.
En esta lucha, esencialmente política, la educación juega un rol fundamental. En efecto, quienes no gozan de sus derechos, los oprimidos y excluídos, no surgen de forma espontánea como actores en esta lucha. Sólo a través de procesos de toma de conciencia y organización se constituyen en sujetos políticos con capacidad de cambio. Y ésta es una tarea educativa, sin dejar de ser política, puesto que tiene que ver con la subjetividad y las identidades, individuales y colectivas.
La lucha por los derechos humanos en América Latina es un proceso no acabado, que está ligado a las luchas de liberación de nuestros países y nuestros pueblos. Lo que sí podemos decir es que al cambiar los contextos, las luchas asumen formas diferentes – también las estrategias educativas.
En nuestro artículo intentaremos, en primer lugar, describir los contextos, sociopolíticos y educativos, en los que se han venido dando en América Latina procesos de educación y organización en torno a la temática de los derechos humanos. En segundo lugar, presentaremos una visión global de la educación en derechos humanos, sus características y objetivos. Finalmente, abordaremos la educación popular en derechos humanos como enfoque pedagógico y metodológico que ha acompañado, más específicamente, las luchas por la vigencia de los derechos humanos en el continente latinoamericano.
Si bien la lucha por los derechos estuvo ya presente en la época colonial y republicana, nos vamos a referir ahora a los contextos más inmediatos como ser el contexto de las dictaduras (décadas de los 70 y 80) y de la llamada «democracia controlada» (desde finales de los 80 hasta nuestros días). Las situaciones pueden variar según los países. Debemos además tomar en cuenta los intentos más recientes de construir democracias más participativas en países como Brasil, Uruguay, Venezuela, Argentina y Bolivia.
El contexto de las dictaduras
Siguiendo la Doctrina de la Seguridad Nacional, Estados Unidos alentó y apoyó durante las décadas de los 70 y 80 gobiernos autoritarios a lo largo y ancho de América Latina. El objetivo era acabar con los movimientos populares que habían logrado un alto grado de organización y desarrollo a raíz de la revolución cubana y la opción por los pobres impulsada por la Conferencia de Medellín y sustentada por la Teología de la Liberación. En el Cono Sur de América se estructuraron planes y alianzas como el «Plan Cóndor» que sembraron el terror y el asesinato selectivo. Chile y Argentina fueron los países más afectados con decenas de miles de muertos, desaparecidos y exilados.
En esta época nacen importantes organizaciones de derechos humanos como ser la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos en Bolivia (1976), la Comisión Justicia y Paz en Brasil (1972), la Comisión de Derechos Humanos de Centroamérica, la Vicaría de la Solidaridad en Chile (1976), el Servicio Paz y Justicia en Uruguay (1981). Todas estas organizaciones están ligadas directa o indirectamente a las iglesias, que actuaron como escudo protector frente a los dictaduras.
La educación jugó un papel esencial en la resistencia a las dictaduras. De hecho todas las organizaciones de derechos humanos contaban con programas de educación popular, que hacían énfasis en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos, en particular los derechos civiles y políticos, y abogaban por la restauración de la democracia y la vigencia de las organizaciones populares y políticas.
El contexto de las «democracias controladas»
Durante la década de los 80 los países de América Latina poco a poco van dejando atrás las dictaduras militares y retornan a la institucionalidad democrática. A inicios de los 90 ya no hay militares en el poder, sin embargo el recambio se hace por otra dictadura, la «dictadura del mercado», no menos violenta y generadora de exclusión y discriminación. La Doctrina de la Seguridad Nacional da paso al Programa de Ajuste Estructural (PAE), esencia de las políticas neoliberales surgidas del Consenso de Washington.
El retorno de la democracia, si bien cerró el ciclo de la persecución política y normalizó las libertades civiles y políticas, agudizó la violación de las derechos a una vida digna. En efecto, a partir de los 90 el derecho más violado ha sido el derecho al trabajo, mecanismo perverso del capitalismo neoliberal para acrecentar sus ganancias. Tener trabajo, así sea eventual y sin los derechos laborales anteriores, pasó a ser un privilegio inaccesible para millones de personas.
No es de extrañar entonces que la lucha por los derechos humanos en la época neoliberal en América Latina sea la lucha por ser «ciudadanos», por no ser excluídos, la lucha por la igualdad. Y los contenidos se desplazan de los derechos civiles y políticos hacia los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA). Esta lucha va ligada a transformar la democracia formal y controlada por pequeños grupos de poder, por una democracia real, inclusiva: una democracia «de alta intensidad».
Lo importante en esta época, además de la ampliación de los contenidos de los derechos humanos, es el creciente protagonismo de las organizaciones de base y de los pueblos en esta lucha. Vitrina de esta complejidad y nuevos actores que protagonizan la lucha por los derechos humanos es el Foro Social Mundial (FSM) y la infinidad de foros territoriales y temáticos vinculados al FSM. En ellos observamos una gran diversificación de las luchas: los indígenas y campesinos luchando por su cultura, tierra y territorio, contra la invasión de las transnacionales y las políticas de la OMC; las mujeres luchando por su identidad y derechos contra la violencia en la familia y la marginación que sufren en la sociedad; los niños, jóvenes, ancianos exigiendo atención a sus necesidades específicas generacionales; los colectivos de gays, lesbianas y transexuales cuestionando prácticas y pautas culturales que los discriminan por sus opciones sexuales.
Se advierte una radicalización también conceptual. Como observa Boaventura de Sousa, los derechos humanos en los foros han dejado de ser «discurso» con cierto enfoque occidental sobre lo que es democracia y desarrollo para ser objetivos de múltiples luchas y articulaciones contra la globalización neoliberal (Plataformas de lucha contra el TLC, la Deuda Externa …) impulsadas por miles de movimientos a lo largo y ancho de América Latina y el mundo bajo la consiga: «otro mundo es posible», «otra América es posible», «globalicemos la esperanza».
El giro hacia la izquierda que se da hoy día en varios países de América Latina (Venezuela, Brasil, Uruguay,Bolivia, Ecuador) responde sin lugar a dudas a estos procesos que desde la base cuestionan el modelo de desarrollo y democracia impuestos por el sistema capitalista neoliberal.
En este contexto, la educación popular de los derechos humanos ha enriquecido tanto su discurso como sus estrategias e instrumentos. Además de incorporar los derechos económicos, sociales culturales y ambientales (DESCA), como contenidos, ha asumido la construcción de una democracia substantiva y participativa, de «alta intensidad», como eje articulador de su trabajo.
En los últimos años se han multiplicado reuniones y documentos que hablan de la situación de la educación en los países de América Latina y elaboran propuestas para mejorar el acceso y la calidad de la misma. Desde el ámbito de los gobiernos habría que destacar el Proyecto Principal de Educación para América Latina y El Caribe (PROMEDLAC, 1980–2000), y su continuidad en el Proyecto Regional de Educación (PRELAC, 2002–2017), que establecen las líneas maestras en las políticas públicas de los países para hacer efectiva la propuesta de Educación para Todos (EPT) establecida en Jomtien (1990) y Dakar (2000). El instrumento fundamental para lograr las metas de acceso, equidad y calidad de la educación han sido las reformas educativas que se han venido implementando en todos estos países.
Fuente: DVV International
A pesar de los compromisos e iniciativas asumidas por los gobiernos sobre el derecho a la educación en la diferentes cumbres y conferencias, a nivel mundial y regional, los diagnósticos y evaluaciones oficiales que se han venido realizando revelan, salvo excepciones en unos pocos países, la persistencia en América Latina de altos índices de analfabetismo, mínima atención a niños y niñas en edad pre-escolar, alto grado de repetición y deserción escolar, con ofertas de educación de baja calidad. Todo ello afectando de manera particular a la gente pobre, urbana y rural, a las mujeres y a la población indígena.
La sociedad civil latinoamericana, por su parte, ha acompañado todo este proceso a través de iniciativas como el Pronunciamiento Latinoamericano sobre la Educación para Todos (EPT) y la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), y participando en escenarios como la Campaña Mundial de Educación (CME) y el Foro Mundial de Educación, ligado este último al Foro Social Mundial (FSM). Reconociendo el diagnóstico sobre el derecho a la educación elaborado por UNESCO y los gobiernos en los eventos internacionales, las organizaciones de la sociedad civil (OSC) ponen un mayor énfasis en las causas que llevan a esa situación como ser: el financiamiento insuficiente por parte de los gobiernos ante la presión de pagar la deuda externa; la mercantilización y privatización de la educación; la precarización de las condiciones de trabajo y la vida de los profesionales de la educación.
De estos análisis surge un plan de lucha para garantizar el derecho a una educación universal, pública y de calidad basado en los siguientes postulados y estrategias:
La educación en los derechos humanos (EDH) aparece, en América Latina, íntimamente ligada a la defensa de la vida y la promoción de los valores democráticos, los cuales deben permear todas las manifestaciones de la vida social, incluidos los espacios directamente educativos, como la escuela. Estos valores son la autonomía personal, la capacidad de dialogar y solucionar conflictos con criterios racionales y la apertura solidaria a la diversidad y la diferencia. Por tanto, la EDH se opone a todas las formas de autoritarismo y explotación del hombre por el hombre.
Las modalidades pedagógicas de la EDH pueden variar. En unos casos la EDH viene incorporada en el currículo regular de escuelas, colegios y universidades bajo los conceptos de «educación moral», «educación ciudadana» o «educación en valores». En el común de los casos no se trata de una «asignatura» más de los planes de estudio, sino una «transversal» de los mismos, ya que trabaja temas complejos y de abordaje multidisciplinar, portadora de valores educativos propios. Al mismo tiempo, la «transversalidad» de los derechos humanos va más allá de los contenidos curriculares y apunta a establecer una «cultura de los derechos humanos» con incidencia en la organización escolar y las relaciones interpersonales.
En otros casos, la EDH es independiente de curriculos académicos y se enmarca en ofertas de la educación no formal y abierta. En esta modalidad es donde se han desarrollado formas más creativas y flexibles por tener como punto de referencia los sujetos populares y sus posicionamientos concretos en relación a la violación/ defensa de sus derechos. Bajo esta modalidad han trabajado la mayoría de las organizaciones e instituciones de derechos humanos anteriormente señaladas.
Los medios masivos y las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) juegan cada vez más un rol central en la EDH por cuanto un alto porcentaje de la población rural de América Latina utiliza la radio como principal fuente de información y aprendizaje, y, por otra parte, en las centros urbanos se observa un progresivo desplazamiento de los espacios de aprendizaje, sobre todo en las nuevas generaciones, hacia la televisión y el internet.
En cuanto a los contenidos de los programas y actividades educativos sobre los derechos humanos, se desarrollan en torno a estos ejes temáticos:
Desde siempre el objetivo final de la lucha por los derechos humanos ha estado orientado a la vigencia plena de estos derechos, sin exclusiones de ninguna naturaleza. Son derechos inalienables e integrales, constitutivos de la identidad y dignidad propias de todos y cada uno de los seres humanos.
Esta identidad, sin embargo, ha conjugado dialécticamente a lo largo de la historia igualdad y diversidad, universalidad y diferencia. Todos los seres humanos somos iguales… en nuestras diferencias. A veces, como en las dictaduras, se pone más el énfasis en la igualdad de derechos; en las democracias se acentúa más el derecho a la diferencia, a las identidades diversas. Hoy día damos mayor atención a los derechos colectivos, al cambio de las relaciones sociales y a las relaciones con la naturaleza como condición para lograr la verdadera igualdad de derechos.
A partir de ese objetivo fundamental, la lucha por los derechos humanos en América Latina ha recorrido caminos los objetivos estratégicos que le han permitido avanzar en esa dirección.
El desarrollo de una cultura democrática y una ética ciudadana
La violencia institucionalizada en regímenes de facto y los mecanismos de exclusión propios de la globalización neoliberal han afectado profundamente los valores y formas de comportamiento de la población, llegando al extremo de que «los pobres sean los verdugos de los más pobres». Ello ha generado la cultura del individualismo, del «sálvese el que pueda», del racismo y de la indiferencia ante las necesidades del otro.
La lucha por los derechos humanos ha tenido como eje privilegiado el de incidir en la conciencia de la gente, a través de la denuncia de la violencia institucionalizada pero también promoviendo los valores de la libertad, justicia, solidaridad, tolerancia y respeto a la dignidad del otro. La información sobre los derechos y el desarrollo de una conciencia crítica que indague las causas profundas, estructurales y personales, han sido mecanismos importantes en todo este proceso. Lograr que esta información y conciencia crítica llegue y se haga carne en todas las personas, pero también en instituciones como la familia, la escuela, los medios de comunicación, el estado, las organizaciones sociales, se considera la base para la construcción de una cultura democrática.
Todo ello acompañado de la estimulación de una nueva sensibilidad ética, que comienza por la autovaloración de uno mismo y se complementa con el reconocimiento y aceptación del otro, como individuo, como grupo y como pueblo.
Fortalecimiento de la organización de los/as excluidos/as
El desarrollo de la conciencia ética lleva necesariamente a crear y fortalecer aquellos mecanismos que generan los cambios necesarios de las relaciones sociales. Esto se hace posible a través de la organización, la cual permite el tránsito de las personas de sujetos de derechos a protagonistas y actores como «sujetos políticos», capaces de incidir y transformar las condiciones de discriminación y exclusión.
Creadores y creadoras de una Educación Popular
Fuente: DVV International
El surgimiento y desarrollo de los movimientos sociales en América Latina ha sido la base de la lucha por los derechos humanos, y se hace hoy día más patente al ser más sutiles y complejas las formas de exclusión y negación de estos derechos.
La organización de los/las opimidos/as en la defensa y promoción de los derechos humanos no significa que esos derechos sean una realidad en las personas y en las mismas organizaciones. Subsisten contradicciones como el hecho de que personas que liderizan estas luchas se comporten de forma violenta en los espacios familiares y se muestren autoritarios en sus propias organizaciones. Y es que la organización por sí misma no puede de forma automática desterrar la cultura dominante, individualista, racista y sexista, si es que no va acompañada de procesos de liberación interna, expulsando al opresor que llevamos dentro, como nos señala Paulo Freire.
La incidencia en políticas públicas
Durante las dictaduras y todavía en la época actual, los movimientos sociales han privilegiado las acciones de pro-testa y las reivindicaciones sectoriales en lugar de proponer alternativas con una orientación más estratégica. Esto ha podido tener su origen en la sensación de que no existe alternativa al modelo neoliberal y que lo más que se puede lograr es mejorar algunos derechos: aumento salarial, mayor cobertura en salud y educación, mejor atención a los niños y ancianos, dotación de tierras a campesinos e indígena. Todo ello sin cuestionar el sistema y en la lógica impuesta por el modelo de «reducción y alivio a la pobreza».
Convencidos de que «otro mundo es posible», de que una alternativa al modelo de mercado es posible, de que otra forma de globalización es posible, los movimientos sociales, la sociedad civil y algunos gobiernos progresistas de América Latina se han dado a la tarea de diseñar y experimentar nuevas formas de desarrollo de la economía (economía solidaria, empresas sociales, comercio justo, …), la política ( autodeterminación de los pueblos indígenas, Comunidad Sudamericana de Naciones,…), los servicios sociales….También existe el convencimiento de que esos cambios son posibles por la vía pacífica, a través de la «incidencia en políticas públicas» de forma sectorial (salud, educación,…) y también global (cambios constitucionales a través de la Asamblea Constituyente, cambios en el modelo de desarrollo regional a través de iniciativas como el ALBA1).
La lucha por los derechos humanos en América Latina ha incorporado como una de sus estrategias fundamentales la «educación popular».
3.1 La educación popular como propuesta pedagógica y metodológica
La educación popular puede ser caracterizada como una corriente pedagógica, inspirada en Paulo Freire, que responde a una gran multiplicidad de prácticas sociales y educativas según los contextos, los actores sociales y las temáticas. Se trata por tanto de un movimiento educativo heterogéneo y en permanente construcción.
Aún reconociendo la heterogeneidad de las prácticas y lo histórico en la construcción del discurso de la educación popular, se pueden identificar un conjunto de rasgos comunes a las prácticas de la educación popular: el posicionamiento crítico frente al sistema social imperante, la orientación ética y política emancipadora, la opción con los sectores y movimientos populares, la intención de contribuir a que éstos se constituyan en sujetos y actores políticos a partir del ensanchamiento de su conciencia y subjetividad y por la utilización de métodos participativos, dialógicos y críticos.
Ello implica una «metodología». Entendemos por tal la concepción sobre el aprendizaje y las formas cómo aprender que despliegan los educadores populares para lograr los objetivos de emancipación tomando en cuenta los sujetos y las temáticas en situaciones y contextos particulares. La metodología de la educación popular hay que entenderla como la estrategia diseñada y aplicada por los educadores para lograr que determinados actores, en determinados contextos, desarrollen su conciencia crítica y emancipadora. La metodología, como señalaba P. Freire, aplica y concretiza de manera coherente una visión ideológica y pedagógica.
Al ser una aplicación concreta, la metodología de la educación popular, más que una aplicación mecánica, es una «construcción» y un arte. Mucho se ha discutido si existe una o muchas metodologías de la EP. La respuesta es que más allá de sus múltiples aplicaciones o vertientes, la educación popular en América Latina comparte ciertas características comunes:
La problemática de los derechos humanos ha sido un campo privilegiado de desarrollo de la educación popular, como hemos venido diciendo. En ese sentido comparte visiones y estrategias con el amplio movimiento de la educación popular. Sin embargo, la EP en derechos humanos ha tenido desarrollos específicos y en muchos casos inéditos tanto en lo pedagógico como en lo metodológico, que ahora queremos resaltar.
Pedagogía de la resistencia
Ha sido desarrollada por Claudia Korol y las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina. El movimiento de educación popular en Argentina ha dado continuidad a la lucha contra la impunidad de los crímenes cometidos durante la dictadura militar, sin dejar en sus exigencias de justicia y castigo para los culpables. Son ya de conocimiento público las permanentes «plantadas» realizadas por las madres de los asesinados y desaparecidos frente a la casa de gobierno (Casa Rosada). El movimiento se ha articulado a las luchas de los «piqueteros» por el derecho al trabajo. Realizan frecuentes encuentros y talleres sobre temáticas de sexualidad, género y subjetividades.
Materiales para estudiantes en Bolivia, Fuente: DVV International
El eje de la reflexión lo constituye la «resistencia» a un sistema social que ha utilizado como estrategia desmovilizadora la penetración en la conciencia y subjetividad de los oprimidos/as. Se trata entonces de tomar conciencia de esta «guerra cultural» y desarrollar una resistencia activa de las personas oprimidas («feminización de la resistencia»), comenzando por transformarse a sí mismas para tener mayor incidencia en los movimientos de liberación.
Los talleres, los «cacelorazos» en las calles, los encuentros y la elaboración/ difusión de Cuadernos de Educación Popular son sus principales actividades y medios utilizados.
Pedagogía ciudadana
El derecho a la participación y la toma de decisiones, negado por los regímenes dictatoriales y minimizado en las «democracias controladas», es el componente central de la Pedagogía Ciudadana. Esta tiene como objetivo el «empoderamiento» (empowerment) de los sujetos sociales, desarrollando sus capacidades en la perspectiva de influir en los espacios de poder de forma que las mayorías accedan al ejercicio pleno de sus derechos. Así es posible cambiar la tradicional cultura política elitista y autoritaria por una cultura genuinamente democrática.
El potenciamiento de la participación ciudadana se desarrolla en todos los espacios y niveles, en lo macro y en lo micro. En lo micro tenemos las experiencias de «educación para el poder local», a nivel macro esa participación se hace efectiva en iniciativas como la «Asamblea Constituyente» y la «incidencia en políticas públicas».
El brasileño Pedro Puntual, presidente del Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL), identifica como referente esencial de la educación para la participación ciudadana la «pedagogía de la gestión democrática».
Con estos rasgos característicos:
a) Es una pedagogía de lo público, que busca formar ciudadanos autónomos y críticos, con capacidades comunicativas y argumentativas para participar en instituciones de la sociedad civil, para ejercer asociativamente el control sobre los gobiernos y resolver pacífica y democráticamente los conflictos.
b) Facilita instrumentos a los actores de la sociedad civil y de los gobiernos para nuevas formas de ejercicio del poder en que la transparencia de las acciones, la capacidad de oir, dialogar, reconocer legitimidad en el otro son actitudes indispensables.
c) Facilita la apropiación de conocimientos técnico-políticos que amplían la capacidad de los ciudadanos de actuar como agentes en la definición y gestión de las políticas públicas.
d) Aumenta los conocimientos sobre el espacio (barrio-ciudad-región) y sus diversos elementos de identidad, facilitando la acción integrada de las políticas públicas, la participación y el control de los ciudadanos sobre las mismas.
e) Desarrolla la autoestima, las capacidades de comunicación y relación interpersonales, motivando a las personas a participar en acciones colectivas de creación y apropiación de espacios públicos.
f) Desarrolla los valores de solidaridad, justicia, unión, respeto al otro, tolerancia, humildad, esperanza, apertura a lo nuevo, disponibilidad al cambio, como elementos de una ética universal que debe estar en la base de las acciones de educación para la ciudadanía activa y la democracia participativa.
Para hacer efectiva esta pedagogía ciudadana se han venido utilizando en América Latina una gran variedad de dispositivos y estrategias metodológicas. Destacamos entre otros la «negociación de conflictos», el «presupuesto participativo», la «estrategia de incidencia», el «teatro legislativo» (Augusto Boal). Muchas de las técnicas creadas por los educadores populares están relacionadas con la participación de los sujetos populares en la construcción de un poder alternativo y transformador.
Pedagogía de la diversidad
Esta vertiente de la educación popular hace énfasis en que la igualdad de derechos implica necesariamente reconocer como un derecho fundamental el «derecho a la diferencia». Y es que el ser diferentes en lo cultural, sexual, generacional, en las capacidades físicas e intelectuales, ha sido, y todavía lo es en nuestras sociedades latinomericanas, motivo de discriminación y exclusión. La cultura que hemos here-dado, además de elitista y autoritaria, es racista, patriarcal y adultista. La misma educación popular, aún siendo crítica de esta cultura, no pudo en su momento construir una pedagogía y metodología que diera cuenta de esa diversidad. El discurso iluminista que encumbró la racionalidad, así sea crítica, como la expresión suprema del ser humano fue un velo que impidió ver y escuchar la pluralidad de rostros y voces del «otro».
Los cambios que hoy experimentamos hacia sociedades más tolerantes y abiertas a la diversidad, y los propios cambios en la propuesta de la educación popular, han sido posibles gracias a la insurrección del «otro» a través de movimientos como el movimiento indígena del Abya Yala (nombre originario de América), resistiendo a los 500 años de la llegada de los colonizadores europeos, los movimientos feministas en sus diferentes vertientes, las rebeliones juveniles… La explosión de las identidades también impactó en la educación popular, que enriqueció su propuesta con la etnoeducación, la educación intercultural bilingüe (EIB), la educación anti-sexista, la pedagogía del adulto mayor…
La pedagogía de la diversidad intenta no sólo reconocer esta pluralidad de identidades y el derecho a la diferencia sino también incorporarlos como eje fundamental en los procesos de enseñanza/aprendizaje. El desafío de la diversidad es ideológico, pero también pedagógico y metodológico. Cultura, género son temas pero también formas de ser y mirar el mundo, de actuar y comunicarse. Son identidades, subjetividades, y esto impregna profundamente el acto de aprender.
La pedagogía de la diversidad, desde lo metodológico, trabaja sobre todo las experiencias vitales, la cotidianidad, la subjetividad. La investigación cualitativa y la IAP, la sistematización de experiencias, el diálogo de saberes, la deconstrucción son sus estrategias metodológicas más importantes.
Educación para la paz
La educación para la paz surge en América Latina como una respuesta a la violencia generada por los enfrentamientos armados (Colombia, Guatemala, Nicaragua) con las secuelas de muerte y desplazamiento de la población civil. También relacionada a otras formas de violencia física y psicológica como la tortura, la violencia intrafamiliar … Denominaciones similares son la «pedagogía de la no-violencia» y «pedagogía del conflicto».
En este enfoque pedagógico se enfatiza la denuncia de situaciones estructurales así como interpersonales de violencia, como la pobreza, la guerra, el dominio de un ser humano sobre otro (la esclavitud, el machismo …) y se promueven los valores de la no violencia activa, el diálogo, la dignidad de todo ser humano, la justicia y la solidaridad.
En lo metodológico, la educación para la paz enfatiza la metodología del diálogo, la negociación de conflictos, métodos y técnicas «cooperativas» y no competitivas, así como un estilo de comunicación abierto que no juzga o prejuzga al otro.
Pedagogía de la ternura
Este enfoque responde a la necesidad de trabajar con seres humanos en situaciones extremas de postración y vulnerabilidad, fruto de la violación sistemática de sus derechos: es la situación de los niños/as de la calle, de los niños/as trabajadores en las minas, las fábricas o en trabajos callejeros como lustrabotas, voceadores … Pero también es la situación extrema de mujeres pegadas, violentadas; de personas con discapacidades físicas, mentales o psicológicas; de los ancianos; de los indígenas que migran a las ciudades sin un trabajo, como las mujeres del norte de Potosí y Sucre, que pululan en las grandes ciudades; de los drogadictos, los alcohólicos …
Esta situación de vulnerabilidad obliga a un tratamiento educativo muy especial, que es justamente la «pedagogía de la ternura», es decir, el arte de educar y de enseñar con cariño, con sensibilidad, que evita herir, que intenta tratar a cada uno como persona, como ser valioso, único, individual, irrepetible. Su foco de atención se centra en la construcción y reconstrucción de la autoestima como paso inicial a la toma de conciencia y la acción transformadora. Ello requiere del educador actitudes de afecto, de compasión, de simpatía, fe y dedicación al otro. Una actitud, en resumen, de «comprensión». Aquí la pedagogía y la terapia se dan la mano: cuidado y aprendizaje se integran.
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