Durante una reciente visita a Malaui y Uganda, sostuve una serie de reuniones con facilitadores e instructores de alfabetización de adultos, en las cuales elaboramos una lista de actividades que pueden tener lugar en cualquier clase de alfabetización de adultos o círculo REFLECT, y que les permitirán a los alumnos tomar parte en interesantes ejercicios para aprender a leer y escribir. Me parece de utilidad poner esta lista a disposición de un universo más amplio de personas. Su importancia radica en que todas esas actividades ya han sido realizadas en alguna otra parte, lo cual garantiza su probada eficacia y su utilidad práctica. Estoy seguro de que es posible agregar otros elementos a esta lista, si acaso DVV International está dispuesta a continuar recopilando esas actividades de vez en cuando.
Se pretende que todas estas actividades sean realizadas en grupos pequeños, no como ejercicios individuales. La mayoría de los adultos aprenden de manera cooperativa solicitando la ayuda de otras personas, y no en forma individual, como ocurre en la mayoría de las escuelas. Dividir la clase en grupos de dos o tres alumnos es el mejor método para ayudar a los adultos a aprender a leer y escribir.
Todas estas actividades deberían ir acompañadas de amplios debates, y no realizarse de manera mecánica. El objetivo es instar a los alumnos a pensar en lo que están haciendo, a no limitarse a actuar (por ejemplo, a copiar). Es preciso que haya mucha conversación en la sala de clases de adultos. El aprendizaje que entusiasma es el ruidoso: cuando los adultos se entusiasman, ¡se animan a platicar!
Existe una serie de actividades que denomino «alfabetización potencial», es decir, palabras habladas que pueden ser escritas por el facilitador y luego aprendidas por los alumnos.
Relatos: Una de las experiencias más apasionantes que me ha tocado vivir tuvo lugar en una aldea costera de Tamil Nandu, dentro del marco de un programa financiado por DANIDA y organizado por el Programa de la Bahía de Bengala. Mi intención era permanecer diez minutos en ese círculo antes de trasladarme a otro, pero me quedé dos horas. Cuando llegué, había varias mujeres dividas en grupos reducidos, todas enfrascadas en animadas charlas acompañadas de frecuentes risas. La facilitadora me dijo que en esa región era habitual que las mujeres se narraran entre sí relatos que inventaban cada atardecer, de modo que les había pedido que se dividieran en cuatro pequeños grupos para inventar una historia. «Simplemente les dije que se imaginaran que eran un pez», me informó la facilitadora. Las participantes narraron sus relatos en voz alta: uno era acerca de los esfuerzos para evitar ser devorado por un enorme pez; en otro se contaba cómo casi había sido capturado en una red por unos pescadores; otro describía una enorme tormenta y cómo el protagonista se había sumergido hacia las profundidades en busca de aguas más calmas; el cuarto versaba sobre las conchas y otros elementos que se encuentran en el fondo del mar. Todas demostraron interés por escuchar los relatos de las demás. A medida que avanzaban las narraciones, la facilitadora escribía en el pizarrón una gran cantidad de palabras extraídas de las historias. Me di cuenta de que ella las distribuía por toda la superficie del pizarrón y que no concentraba las palabras de un determinado relato en un sector específico del tablero. Una vez referidas todas las historias y finalizados los debates, la facilitadora solicitó que cada grupo anotara en sus cuadernos sólo las palabras del pizarrón que se relacionaran con su propio relato. Nuevamente se suscitó una larga discusión acerca de cuáles palabras pertenecían a cuál historia, ya que se encontraban desperdigadas por la superficie del pizarrón. Como me señaló la facilitadora mientras las alumnas se encontraban escribiendo, «cuando estén en casa, las palabras les recordarán su relato, y éste les hará rememorar las palabras». Me encontraba ante un ejemplo de alfabetización de adultos en toda regla: usar sus propias palabras para ayudarles a aprender a leer y escribir. Ni pasar de las palabras sencillas a las complejas, ni dividirlas en sílabas, sino simplemente aprender a leer sus propias palabras a medida que las pronuncian. Y todas las participantes demostraron un vivo interés, un genuino entusiasmo.
En el «Informe de Seguimiento de la EPT en el Mundo», publicado por la UNESCO, se plantea la urgente necesidad de crear un «ambiente de alfabetización», como una herramienta indispensable para promover la enseñanza de la lectura y la escritura.
El que en la mayoría de las aldeas de África y Asia no se imparta ningún programa de alfabetización es un hecho de sobra conocido. Aun así, en todas las aldeas que visitamos había varios textos escritos en las paredes o carteles fijados en distintos lugares. Mi favorito es la advertencia que se lee en el muro de una casa: «Antes de ingresar a este hogar, quítese su gorra de chismorreo». Había otros como: «Nadie puede ser bueno ante los ojos de todos» (es decir, siempre habrá alguien que nos perciba de otra manera, por muy virtuosos que intentemos ser); y un mensaje más personal: «Quisiera invitar a todos aquellos cuyas redes de pesca de cualquier tipo ya no les sean útiles a que acudan a mi casa y compren la ‹chidima› (una poción o un medicamento) que permite capturar peces. Hablo en serio, realmente tengo el remedio, vengan por favor». Los textos de carácter local, como los anteriores, forman parte del ambiente de alfabetización y constituyen una valiosa herramienta para aprender a leer y escribir; los participantes pueden recopilar esos escritos, o crear su propio eslogan para los muros de su casa o del centro de educación.
11. Algunos círculos o clases han enviado a los alumnos a la comunidad con la misión de copiar todos los mensajes escritos en las edificaciones, para luego regresar a fin de aprender a leerlos y analizarlos: quién los escribió, por qué, cuál es su significado, etc. En varias aldeas logramos que los alumnos trazaran un mapa con la ubicación de dichos mensajes (cerca de la escuela o de la clínica, del cuartel de policía, o de las oficinas del gobierno local, de la iglesia, de la mezquita o del templo, etc.), tanto los que eran escritos como los que no (por ejemplo, las representaciones gráficas de evaluación rural participativa), lo cual una vez más dio ocasión para un debate y un aprendizaje enriquecedores. Por tanto, los alumnos pueden crear sus propios textos y escribir sus propios mensajes en los muros de sus casas, contribuyendo así a crear el ambiente de alfabetización. En la fachada de la vivienda de cada alumno debería haber un texto escogido y escrito por él mismo.
12. En Sierra Leona y otros países los grupos patrocinados por DVV International han recopilado en forma oral y luego escrita proverbios, canciones tradicionales y dichos locales, que se han transmitido de una generación a otra. Así pues, ellos pueden continuar esta práctica creando sus propios proverbios.
13. Muchas de estas y otras creaciones han sido reproducidas en pequeños boletines de publicación esporádica que el grupo de alfabetización de adultos redacta y hace circular por la aldea; los organizadores pueden aportar fondos para sacar copias de esos boletines.
14. En diversas aldeas de la India, cuando el pizarrón del centro de enseñanza no está siendo utilizado se lo traslada al exterior del recinto y se lo sitúa bajo una veranda para que sirva de periódico de la aldea, en el cual miembros del grupo (y otros habitantes) publican algún suceso noticioso (el informe del tiempo, la cantidad de peces capturados, nacimientos o matrimonios locales, precios, reuniones en la aldea, acontecimientos políticos, etc.), o bien un poema cada día.
15. En un programa de alfabetización impartido en Pakistán, cada alumno mantiene un rincón de aprendizaje en su propio hogar, donde guarda todos los materiales de lectura y escritura que pueda encontrar, tales como pósters, calendarios, recortes de periódicos, etc. El archivo crece rápidamente cuando los alumnos van agregando elementos que les son de utilidad. Descubrimos que lo consultan a diario.
16. Algunos grupos les piden a todos los alumnos que mantengan un registro escrito de lo que han leído en casa, en especial lo que les han leído a sus hijos. Allí también toman nota de lo que los niños les leen en voz alta. Los adultos comienzan por pedirles a sus hijos que redacten las listas, pero gradualmente aprenden a elaborarlas sin ayuda.
17. En algunos lugares se organiza un paseo de grupo, por ejemplo a la capital, a una ciudad importante de los alrededores, o a cualquier otro lugar de interés, y luego sus integrantes redactan un informe sobre la visita.
18. En Bangladesh algunos cursos de alfabetización de las aldeas han organizado una pequeña tienda de artículos de escritorio. Un miembro de la clase viaja a la ciudad una vez al mes para comprar cuadernos, lápices, sobres, estampillas, etc., que luego son vendidos en la aldea. El grupo mantiene un registro de las transacciones.
19. En otros grupos de Bangladesh se enseña a las mujeres a manejarse con el material escrito relativo al nacimiento de sus hijos (inscripciones), al matrimonio (se insta a todas las mujeres a que obtengan su certificado de matrimonio), y a los funerales. Consiguen los formularios y trabajan en conjunto para rellenarlos. En algunas ocasiones incluso han considerado que los formularios son muy complicados, por lo que ellas mismas han diseñado otros más sencillos.
20. Algunos grupos escriben sobre las ceremonias de la aldea y las actividades de sus comités. O sobre actividades de desarrollo en su propia aldea, manteniendo un registro de los cambios observados.
21.Las actividades religiosas ofrecen muchas oportunidades para la lectura, y algunas para la escritura (himnos, oraciones, textos religiosos, etc.).
22. Muchos alumnos escriben cartas reales o imaginarias a otras personas.
23. Muchos alumnos traen a la clase o círculo formularios, cuentas o recibos reales que han llegado a sus manos. Ellos intervienen en debates al interior del grupo, identificando las verdaderas dificultades que estos formularios suponen para las personas con experiencia y aptitudes limitadas en cuanto a lectura y escritura, y en ocasiones incluso los reescriben en términos más sencillos para mostrar qué aspecto tendrían.
24. Muchos grupos escriben sobre temas de salud asociados a la vida familiar o comunitaria, en especial acerca de visitas al hospital.
25. La política local suele servir de inspiración para algunos escritos, por ejemplo cuando se pide a las mujeres que diseñen un póster sobre uno u otro tema, o que redacten una petición dirigida al político local.
26. En varios cursos se insta a los alumnos a recorrer sus aldeas para recopilar textos locales que luego llevan a la clase. En India algunos han traído anuncios de películas; otros han aportado una colección de distintos calendarios —algunos religiosos, otros laicos— para analizar la manera en que cada uno lo utiliza en su hogar, como asimismo para aprender a leer y escribir usando esos textos. Un grupo femenino aprendió a leer (y escribir) valiéndose del manual de instrucciones de una bomba de agua con la cual había sido equipada la aldea. Si bien la tarea de encontrar materiales similares en la aldea o en las zonas urbanas para traerlos a la clase o al círculo de aprendizaje forma parte de la función del facilitador o instructor y de los organizadores, los alumnos también pueden colaborar. Es importante que los participantes los analicen y no sólo se limiten a utilizarlos como otro tipo de texto de estudio.
«Alfabetización mediada»: muchas personas analfabetas participan en actividades de alfabetización a través de la mediación: pidiéndole a otra persona que le lea o escriba un texto. Este método es considerado una desventaja, y se insta a todas las personas para que aprendan a leer y escribir sin ayuda. No obstante, el aprendizaje mediado es la modalidad más habitual de aprendizaje de adultos, pues todos solicitamos la ayuda de otra persona cuando estamos aprendiendo. Es preciso percibir la mediación como una ventaja, como una herramienta de aprendizaje.
En la mayoría de las clases de alfabetización participan personas que, además del facilitador, ya poseen algunas nociones de lectura, escritura y cálculo. Es preciso aprovechar sus conocimientos para ayudar a aprender a otros alumnos de la clase o círculo. No toda la enseñanza debe ser impartida necesariamente por el facilitador o instructor; es posible que pequeños grupos aprendan muy eficazmente unos de otros. Si se aplica ese enfoque, incluso las personas analfabetas estarán bien dispuestas para aprender, y no se avergonzarán de sí mismas; aumentará su confianza en que podrán salir adelante con su formación. Y para el participante que ayuda a sus condiscípulos en los estudios, ¡la mejor manera de aprender es enseñando a otros!
27. En un programa impartido en Pakistán, cada alumno debe contar con un amigo, un «camarada» que no sea miembro del grupo, a quien enseñarle lo que ha aprendido durante la lección. ¡La mejor manera de aprender algo es enseñándoselo a otros!
28. La propia clase de alfabetización puede ofrecer algunas ocasiones para escribir. Por ejemplo, todo el grupo o diversos grupos pequeños pueden elaborar un informe escrito de cada lección o de los debates que tengan lugar durante la clase. Los miembros analfabetos pueden expresarse oralmente mientras otros toman nota de sus palabras; a continuación todos pueden aprender a leer lo que se ha escrito.
29. El programa propiamente tal incluye, o puede incluir, un cúmulo de material escrito. Encontramos una serie de registros escritos de las clases de alfabetización, tales como la lista de asistencia, el libro de lecciones del facilitador (no todos mantenían uno), y los informes que el instructor envía regularmente a los organizadores. Sin embargo, todos estos textos son redactados por el facilitador y no por los alumnos de alfabetización. Parte de la labor podría realizarse en conjunto con los participantes. Por ejemplo el informe periódico enviado a los organizadores podría ser preparado por toda la clase, y no sólo por el instructor. Podría ser elaborarlo en forma oral por los principiantes, en forma escrita por quienes tengan las aptitudes para hacerlo.
30. Una gran cantidad de clases o círculos llevan adelante proyectos de desarrollo además de aprender a leer y escribir. Cada proyecto de clase (cultivar bananas o sandías, cuidar huertos o viveros forestales, criar cerdos o aves de corral, etc.) llevará asociadas actividades de alfabetización (mantener registros de plantaciones y fertilizantes, de plagas y enfermedades, o de compras y ventas, etc.). Es necesario que todas esas actividades sean realizadas en la clase por todos los alumnos, y no por una sola persona (el secretario del proyecto).
Existe una serie de otras actividades de lectura y escritura que un instructor imaginativo y el grupo a su cargo pueden identificar en su propio contexto local: acontecimientos políticos, o culturales y sociales; sucesos locales, tales como tormentas, etc. Gracias a ellos, las clases de alfabetización o las reuniones de los círculos resultarán más atractivas.
Hay quien sostendrá que los alumnos «iletrados» son incapaces de realizar cualquiera de esas tareas, que deben aprender a leer y escribir antes de aplicar esas aptitudes. Con todo, la experiencia demuestra que los analfabetos pueden intervenir en todas estas actividades, primero expresándose en forma oral mientras otros ponen sus palabras por escrito, hasta que más adelante ya estén en condiciones de leer sus propias palabras. No es una empresa imposible, porque en todos los casos el objetivo ha sido alcanzado. Los analfabetos toman parte efectivamente en actividades de desarrollo y de alfabetización gracias a la ayuda de otras personas. Y si aprovechamos este entusiasmo para alentarlos a aprender, se sentirán mucho más motivados.
1 Quisiera expresar mi gratitud a ICEIDA (el Organismo Islandés de Desarrollo Internacional) por la colaboración prestada a la investigación en que se basa este trabajo. Sin embargo, las opiniones vertidas aquí son mías y no coinciden necesariamente con las de ICEIDA o con las de mis colegas consultores.