El cambio climático es uno de los más serios y urgentes problemas de nuestro tiempo, ya que abarca los planos ambiental, económico, político, social y humanitario. Sin embargo hay una atmósfera de mínimas expectativas y de escasas esperanzas respecto de los resultados de las negociaciones internacionales sobre el cambio climático, concretamente la 16ª reunión de la COP que en estos momentos se está celebrando en Cancún, México. Puede ser que esto en parte se deba al carácter poco realista de las expectativas —y por tanto a una inevitable decepción— respecto de la 15ª reunión de la COP que tuvo lugar en Copenhague el año pasado.
Sin embargo tenemos que dar pasos para abordar el cambio climático desde un punto de vista mundial y así asegurar la justicia climática para todos y todas. La justicia climática es parte de los derechos humanos y del desarrollo sostenible, y comparte los beneficios y las cargas del cambio climático de manera equitativa, a la vez que salvaguarda los derechos de los sectores más vulnerables. Si como comunidad global tenemos la esperanza de responder a este inmenso desafío, las mujeres líderes están llamadas a jugar un papel de envergadura a la hora de innovar, decidir y poner en práctica las soluciones que tan urgentemente se requiere.
La existencia de inequidades globales significa que no todos los sectores ni individuos están en condiciones de participar en los procesos internacionales de toma de decisio nes, ya sea para reducir emisiones de gases o para responder a los efectos del cambio climático. Con un enfoque de justicia climática se podrá amplificar las voces de aquellas personas que, siendo las que menos han participado en la generación del cambio climático, son sin embargo las más severamente afectadas por el mismo. Entre ellas se cuentan los ciudadanos y ciudadanas de los estados insulares y de países vulnerables que están luchando por su más elemental supervivencia; las comunidades indígenas cuyas tierras y recursos se encuentran en peligro; las mujeres campesinas que tienen que alimentar a sus familias y que producen una buena parte de los alimentos del mundo. Y se cuentan las poblaciones más empobrecidas y marginadas del mundo entero que ya están sufriendo los peores niveles de pobreza, hambre, enfermedad e injusticia.
Son muchas las mujeres inspiradoras que ya están ejerciendo un liderazgo como eficaces agentes de cambio en comunidades, países y agencias internacionales que trabajan en temas climáticos, pero siguen estando insuficientemente representadas en la toma de decisiones tanto global como nacional. De manera particular rara vez se escucha las voces de las mujeres del Sur global. Su vasta experiencia y sus amplios conocimientos están en gran medida ausentes de las discusiones internacionales. Cualquier enfoque limpio y equitativo que busque soluciones al cambio climático tendrá que incorporar a las mujeres, lado a lado con los varones, en cada una de las etapas de la elaboración de políticas climáticas.
Sabemos que en el Sur global las mujeres constituyen la mayoría de las poblaciones más empobrecidas del mundo, y que están también entre los sectores más cruelmente afectados por los actuales e inminentes impactos del cambio climático. Sabemos también que tanto varones como mujeres contribuyen al cambio climático de diferentes maneras—en la medida en que difieren las demandas que reciben de la familia y la comunidad— y son igualmente afectados/as por dicho cambio. Dada la existencia de inequidades de género y de brechas en el desarrollo, en último término el cambio climático descarga su peso principal sobre las mujeres. Por lo tanto la justicia climática tendrá que incorporar una fuerte perspectiva de género.
Esas inequidades de género han motivado a muchas mujeres líderes para emprender acciones. Un determinado trabajo llevado a cabo tanto por mujeres individuales como por organizaciones de mujeres alrededor del mundo ha conseguido avances significativos a la hora de asegurar que se incluya un lenguaje con sensibilidad de género en los textos de negociación que se discuten en las conversaciones climáticas en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC). Es vital que estos logros no se reviertan y que se acepte la importancia de la temática de género en aquellas áreas clave donde sigue estando ausente, particularmente en las de mitigación y financiación.
Al mismo tiempo se necesita el liderazgo femenino a la hora de integrar la justicia climática en todo el campo de los problemas climáticos que forman parte de la agenda de la COP16, tales como adaptación, transferencia tecnológica, forestería, construcción de capacidades y planificación nacional, y esto tanto para países desarrollados como para países en vías de desarrollo. Parece probable que los resultados de la COP16 harán énfasis en todo lo que son procesos, seguimiento y mecanismos en áreas específicas —la más notable la creación de un fondo dedicado al cambio climático— que orientarán tanto las acciones de corto plazo como cualquier futuro convenio internacional. Las mujeres líderes tienen que jugar un papel activo para asegurar que sea la justicia climática la que dé forma a esos componentes básicos de futuros convenios.
No se debe permitir que, a partir de expectativas tibias, se impulse negociaciones que apuntan a la implementación de enfoques que carecen de transparencia y confiabilidad y cuentan con insuficientes insumos procedentes de la sociedad civil o con inadecuadas salvaguardas. En lugar de eso, los resultados de la COP16 deberán guiar a la comunidad internacional por un camino que promueva y proteja las necesidades de los sectores más vulnerables, ya se trate de personas individuales, de comunidades, o de países enteros.
La justicia climática, sostenida por el énfasis en la perspectiva de género, puede motivar un accionar fuerte, justo y efectivo en torno a cada uno de los aspectos del cambio climático. Mujeres líderes que defiendan la justicia climática en todos los niveles pueden ayudar a lograr un progreso real en Cancún. En lugar de refugiarse en el cinismo y la inacción, en la COP16 pueden avanzar hacia el mundo futuro que necesitamos para nuestros hijos e hijas.