Christian Wilmsen

Los patrones de conocimiento y opinión sobre política de desarrollo de la población alemana

En Alemania, la educación orientada a la política de desarrollo, o bien, metafóricamente hablando, la siembra de más apertura y conocimientos sobre el tema del Mundo Único, no cae en un terreno descontaminado, por así decirlo, virgen y fértil. No es un terreno recientemente desbrozado y bien arado. Una máquina sembradora podría sólo con dificultad abrirse camino y esparcir las simientes. Más que un campo de cultivo, estos suelos nos recuerdan un campo de batalla. La siembra debe realizarse a mano y con buen pulso, adecuándose muy cuidadosamente a los accidentes del terreno.

Queda por verse si este terreno alguna vez estuvo descontaminado, recién roturado y fue fácil de cultivar. Quizás en 1952, cuando el Parlamento Federal por primera vez aprobó un presupuesto nacional que proveía aportes concesionarios para proyectos y programas en países en desarrollo. Pero, a fin de cuentas, lo importante es que el programa de este Congreso no comprendería esta exposición si en nuestro trabajo educativo orientado a la política de desarrollo no tuviéramos que prestar mucha atención, considerar y respetar debidamente las ideas, las esperanzas, las reservas y los temores de la población. La pregunta es la siguiente: ¿con qué opiniones preconcebidas se topan nuestros mensajes 49 años después de haberse iniciado la política de desarrollo alemana?

Al hablar de patrones de conocimiento y opinión no me refiero a prejuicios. Ese es un capítulo aparte. Se trata de las opiniones e ideas en materia de política de desarrollo que tiene el ciudadano alemán.

En mi exposición me baso en las siguientes premisas:

  • Vivimos en tiempos de un flujo extremo de información, influjos y estímulos. El concepto «info-smog» está cobrando creciente importancia. Concuerdo plenamente con mi colega, quien acaba de hacer uso de la palabra, en cuanto a que un gran número de estas ofertas son mera «basura». Sea como fuere, ya no hay un déficit objetivo de información sobre los países en desarrollo y la temática del Mundo Único. Sumando absolutamente todos los programas, la televisión informa diariamente durante más de tres horas sobre estos temas.
  • Por ello es cada vez más importante concentrar los recursos personales y financieros crónicamente escasos de la educación orientada al desarrollo en los déficit, los cuales reducen o anulan el interés, o bien llevan a incorporar nuevas informaciones en patrones de opinión que difieren del juicio unánime de la ciencia pertinente. En otras palabras: es más beneficioso corregir determinados patrones de opinión que apilar constantemente nueva información sobre la ya existente.

Deseo presentarles a continuación seis patrones de opinión en materia de política de desarrollo:

  • Los primeros tres se refieren a graves déficit que el BMZ ha identificado a través de sondeos representativos realizados en Alemania y otras naciones industrializadas entre 1981 y 1999.
  • El cuarto patrón se basa en un argumento que con angustiosa frecuencia nos esgrimen los grupos que visitan el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (Bundesministerium für wirtschaftliche Zusammenarbeit und Entwicklung – BMZ). Se puede resumir en la siguiente frase: «Yo, ciudadano medio, nada puedo hacer para cambiar algo en este campo».
  • A diferencia de los cuatro primeros, los dos últimos patrones no se refieren a un déficit, es decir, a divergencias entre la opinión pública y la opinión de los expertos. Se basan en un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y se refieren a la causalidad entre determinadas realidades sociales e ideas de la población, por una parte, y el hecho de que precisamente esta población acepte la política de desarrollo, por la otra.

El primer patrón de opinión

Consiste en el deficiencia apreciable en gran parte de la población alemana de considerar los procesos y sucesos en los países en desarrollo como una problemática distante y ajena. Se niega a creer que las transformaciones que tienen lugar en dichos países puedan influir en sus propias condiciones de vida, como por ejemplo en sus puestos de trabajo o en las posibilidades laborales de sus hijos. La señora profesora Neusel habló ayer sobre este tema y lo resumió constatando que las personas en las naciones industrializadas carecen del sentimiento subjetivo de que son parte afectada.

La idea errónea de que los temas «países en desarrollo» y «política de desarrollo» constituyen una problemática distante y además ajena a sus vidas reduce el interés y la disposición a abordar las preguntas y los problemas correspondientes.

Tres sondeos representativos realizados por encargo de la Comisión de la Unión Europea preguntaron si los ciudadanos y las ciudadanas piensan que las transformaciones en los países en desarrollo —de su situación política, económica y demográfica— incidirían en sus propias vidas en los próximos 10 a 15 años. Menos de la mitad de los alemanes contestaron afirmativamente en 1984, en contraste con dos tercios de los franceses, ingleses y holandeses que también respondieron que sí.

Lamentablemente, en 1991 la Comisión de la UE dejó de incorporar esta pregunta tan explícita en sus encuestas regulares, es decir, en sus encuestas EUROBARÓMETRO sobre política de desarrollo. Motivo de satisfacción es, sin embargo, el hecho de que el porcentaje de alemanes que piensa que las transformaciones políticas, económicas y demográficas en los países en desarrollo repercutirán en sus propias vidas en los próximos 10 a 15 años aumentó a un 57% en 1991.

Cuán grande es la cantidad de alemanes que aún considera la situación de los países en desarrollo como una problemática distante se desprende de forma indirecta de numerosos otros resultados de encuestas. La subestimación de los vínculos comerciales con los países del Sur puede ser considerada como uno de los muchos ejemplos de ello.

Las encuestas que el Ministerio realizó en los años ochenta revelaron que la mayoría de los alemanes pensaba que la cooperación para el desarrollo —llamada en el cuestionario «ayuda al desarrollo»— era mayor que, por ejemplo, el intercambio comercial con dichos países en el área de productos elaborados. Sin embargo, éste último era ya entonces casi diez veces superior, en un solo sentido, al monto de la cooperación para el desarrollo.

En la década de los noventa los nexos económicos entre los países de la UE, por una parte, y el resto de las naciones industrializadas y países en desarrollo, por la otra, fueron objeto del EUROBARÓMETRO 1996. A pesar de que en dicho año el comercio exterior de la UE con el grupo de países en desarrollo sumó el 37% del comercio exterior total de la Unión, a diferencia del 17% del comercio con los EE.UU., la mayoría de los europeos, entre ellos también los alemanes, supusieron que éste último país ocupaba el primer lugar. En la página 5 de la evaluación de los resultados de la encuesta de 1996, los autores, refiriéndose a Alemania, señalan: «...hay una amplia tendencia a subestimar a los países en desarrollo. También se observa una inclinación a menospreciar las perspectivas de la empresa privada en dichos países...». En la página 6, entre otros comentarios, se señala: «...igualmente, Alemania es parte de un pequeño grupo de países que rechaza la idea de que la UE y los países en desarrollo se encuentren en una relación de mutua dependencia».

De la bibliografía especializada y de un análisis del trabajo con los grupos de personas que visitan el Ministerio se desprende claramente una subestimación de las vinculaciones económicas entre Europa y Alemania, por un lado, y los países en desarrollo, por el otro.

Respecto de este patrón pero también de los demás, debo hacer una aclaración de naturaleza metódica, vinculada a la siguiente pregunta: ¿cómo se justifica que en mi exposición ose ofrecerles las experiencias y observaciones formuladas por el servicio de visitas del Ministerio como argumentos de apoyo?

Los casi 200 grupos que visitan anualmente el Ministerio representan una parte de la opinión pública alemana. No vienen en forma voluntaria ni por un interés especial en la política de desarrollo. Nos visitan porque, por lo general, algún miembro del Parlamento alemán incluye el BMZ junto con otros ministerios, la Oficina Federal de Prensa e Información y el Parlamento Federal, en el programa correspondiente. En consecuencia, estos grupos que acuden al BMZ se diferencian fundamentalmente de todos los participantes en eventos sobre política de desarrollo organizados por oferentes de medidas de educación extraescolar. Éstos últimos al menos tienen interés, pues de lo contrario no asistirían.

El segundo patrón de opinión

Consiste en la deficiencia observable entre la población alemana de juzgar en forma generalizada como negativa la situación en los países en desarrollo. Falta una imagen diferenciada que comprenda la inmensa miseria, por un lado, y los increíbles logros, por el otro. A esta conclusión llegan todos los expertos que han evaluado sondeos por encargo ya sea de la UE, del BMZ o de entidades privadas. Y esta imagen exageradamente negativa nos la confirman también los grupos de visitas.

En atención a la gran similitud de los resultados correspondientes de las encuestas realizadas en los diferentes países miembros de la UE, deseo presentarles el resultado de una encuesta llevada a cabo en 1998 en Suecia. La razón por la cual este resultado es tan sorprendente y alarmante es que Suecia se encuentra entre los países que desde hace ya algún tiempo han hecho realidad la aspiración del 0,7%. También al interior de la OCDE se encuentra entre los Estados que más invierten anualmente en la educación orientada al desarrollo, en relación con el número de habitantes.

Los expertos que en 1998 realizaron la encuesta por encargo del gobierno sueco, constataron que la población de dicho país tiene una visión extremadamente negativa de los países en desarrollo: menos del 10% tenía una idea realista del nivel de alfabetización en los países de Asia, África y Latinoamérica.

Los autores del ya nombrado estudio del PNUD, que data de 1998, confirman en la página 14 que:

«La mayoría de los sondeos no incluyen preguntas directas respecto de la actitud de las personas frente a los países en desarrollo. En uno que sí las incluía se consultó a ciudadanos suecos si creían que los países en desarrollo intentan ayudarse a sí mismos [...] Sólo un 8% respondió «frecuentemente»; el 62%, «a veces», y el 24%, “nunca”. Este resultado permite suponer que entre un considerable número de personas de los países donantes aumentó el escepticismo en cuanto a que las iniciativas del Norte puedan ayudar a los países en desarrollo a progresar...».

Es en extremo difícil señalar —fuera de los meros resultados de los sondeos— los orígenes de un determinado patrón de opinión de la población. Debido a los innumerables factores que influencian y determinan al mismo tiempo una opinión, profundizar en este punto excedería con creces el marco de tiempo del cual dispongo. Sin embargo, el siguiente resultado de un sondeo realizado por la UE es especialmente ilustrativo e interesante en lo que se refiere al cúmulo de razones que explican la imagen notoriamente negativa de los países en desarrollo:

En el EUROBARÓMETRO 1995 se preguntó, entre otras cosas, sobre qué aspectos individuales, relacionados con el tema «países en desarrollo», los encuestados recientemente habían visto, leído u oído algo. El siguiente es el orden de frecuencia de los aspectos indicados por los ciudadanos consultados:

  1. Asistencia, problemas del desarrollo
  2. Derechos humanos
  3. Disturbios, golpes de Estado
  4. Conflictos bélicos, defensa
  5. Refugiados, inmigración
  6. Cultura, costumbres, tradiciones
  7. Medioambiente, ecología
  8. Economía, comercio
  9. Viajes
  10. Deporte

Temo que la secuencia que precede confirma la popular sentencia «good news is no news» (buenas noticias no son noticias) también en lo que a la información periodística sobre política de desarrollo se ­refiere.

El tercer patrón de opinión

Se manifiesta en la tendencia a sobreestimar exageradamente el volumen de la cooperación para el desarrollo. Las consecuencias de esta idea errónea son nefastas. Las personas opinan que la ayuda prestada debe haber sido infructuosa, si a pesar de los miles de millones de marcos destinados a estos países durante muchos años aún subsiste una pobreza tan desmesurada. Esta crítica también la expresa aproximadamente la mitad de todos los grupos que visitan el BMZ.

Ya en el capítulo sobre el primer patrón de opinión, es decir, sobre el tema de la problemática ajena, me referí brevemente a la sobreestimación de la dimensión de la cooperación para el desarrollo, en aquel momento en relación con el comercio exterior. Sin embargo, la sobreestimación cuantitativa de la cooperación para el desarrollo no es un fenómeno exclusivamente alemán. Según el EUROBARÓMETRO 1996, se puede observar en todos los países de la UE, si bien de manera especialmente marcada en Alemania. El estudio de 1998 del PNUD «Ayuda al desarrollo: la opinión pública», que ya mencioné anteriormente, lo considera incluso un problema de todas las naciones industrializadas.

De acuerdo con dicho EUROBARÓMETRO 1996, el 30% de los alemanes sobreestima —entre cinco y quince veces— la asignación de recursos destinados a la cooperación para el desarrollo en el marco del presupuesto federal. En su libro «Estrategias de desarrollo para el Tercer Mundo», publicado por Michael von Hauff y Heinecke Werner, el autor, Manfred Kulessa, hace una alusión especialmente impactante a la sobreestimación política e instrumental de la cooperación para el desarrollo en el exterior. Kulessa se refiere a la situación en los Estados Unidos y cita un sondeo realizado por la ONG norteamericana Bread for the World, según el cual «El 95% de los ciudadanos, cuando se les solicitó que indicaran los instrumentos para combatir el hambre en el mundo, sólo supieron nombrar la ayuda con productos alimenticios y la ayuda al desarrollo».

Naturalmente, también en lo que respecta a la sobreestimación del volumen de la cooperación para el desarrollo, es válida la afirmación de que su origen es un complejo cúmulo de causas y razones. Pero debo decir que declaraciones irreflexivas y ampulosas tanto del sector oficial como no oficial, acentúan la estrechez de miras de la población y su concentración en la así llamada «ayuda», es decir, el instrumento de la cooperación para el desarrollo. Textos escolares antiguos también favorecen este efecto. Describen con lujo de detalles y en todas sus facetas la miseria en los países en desarrollo. Y cuando se trata de buscar perspectivas de solución, todas las alternativas convergen en el tema «ayuda». No se mencionan los programas económicos y sociales autofinanciados de los países asiáticos, africanos y latinoamericanos, en los cuales la cooperación para el desarrollo no desempeña papel alguno. Igualmente, suelen omitirse las reformas realizadas en nuestros países, las naciones industrializadas, con miras a reducir los daños que se causan a los países en desarrollo. Un ejemplo de ello es la subvención a las exportaciones de productos agrarios de la UE, que lisa y llanamente les destruyen los mercados a los campesinos de dichos países y causan el desplome de los precios de sus productos.

A título de ejemplo de textos y discursos imprudentes y enfáticos permítanme citar dos, representativos de cientos de otros. En un cartel DIN A-1, en color, elaborado a comienzos de la década del noventa en el marco de la lucha contra la desertización, el texto explicativo de la entidad estatal a cargo rezaba: «...la población mundial crece en forma explosiva. Las consecuencias son la pobreza y la destrucción medioambiental. Hoy, aún podemos abordar los problemas. Mañana ya no será posible. Podemos solucionarlos a través de la educación y la seguridad social. Y a través de la ayuda a la autoayuda. Debemos dar solución a los problemas. Ninguna mitad del mundo podrá sobrevivir sin la otra mitad».

En 1991, una organización privada de asistencia —que según EMNID, una institución que analiza regularmente los flujos de donaciones, es una de las más conocidas de Alemania— realizó un seminario para el cual cursó invitaciones que decían: «Desde hace tres décadas, las organizaciones y entidades de ayuda para el desarrollo despliegan ingentes esfuerzos para combatir la pobreza en los países del Sur, en el así llamado Tercer Mundo. Apenas se pueden apreciar logros. Más bien se tiene la impresión de que allá ciertas minorías son cada vez más ricas y la mayoría de la población, más pobre». La redacción de esta invitación insinúa al lector poco informado que la ayuda, es decir, la cooperación económica, por sí sola podría haber cambiado la situación. Por lo demás, esta cita ilustra también la comparación que hice al comienzo de mi exposición, a saber, aquella entre el terreno que nosotros debemos cultivar, la educación orientada al desarrollo, y un campo de batalla.

El cuarto patrón de opinión

En este punto también deseo referirme a una deficiencia, pero carezco de resultados de encuestas a los cuales recurrir. Se trata de la observación hecha por el servicio de visitas del BMZ —mencionada también ya anteriormente— de que muchas personas indican que en su condición de ciudadanos medios con nada pueden aportar para cambiar la situación en el campo de la política de desarrollo. Lo mismo hemos de oír repetidamente en eventos ajenos al Ministerio y también nuestros colegas del sector educativo extraescolar nos confirman esta observación.

No deseo profundizar aquí este punto sino que lo abordaré nuevamente al terminar mi exposición, cuando haga algunas breves sugerencias.

El quinto y sexto patrón de opinión

En el caso de estos dos patrones la cuestión es identificar las ideas y los hechos sociopolíticos que inducen a los ciudadanos de las naciones industrializadas a apoyar la cooperación para el desarrollo. Este interrogante se refiere a la aceptación pública de la cooperación para el desarrollo como parte de la política de desarrollo.

Al respecto, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó hace dos años un estudio extraordinariamente interesante. Se elaboró sobre la base de más de 30 sondeos representativos realizados en las naciones industrializadas. La finalidad de este estudio era detectar los motivos y las razones que inducen a las poblaciones del llamado Norte a aceptar la cooperación para del desarrollo.

Los científicos comisionados por el PNUD sacaron a la luz que la correlación entre, por ejemplo, la dimensión del comercio exterior y el monto de la cooperación para el desarrollo era inexistente o a lo sumo marginal. Se investigaron igualmente otras correlaciones potenciales, como la influencia del grado de bienestar económico en un determinado país del Norte, pero todas con resultados negativos.

El PNUD pudo detectar dos correlaciones y cree poder hablar de una causalidad. Éstas son, por una parte, la cuota estatal, es decir, la redistribución al interior de un país y, por la otra, la opinión que la población respectiva tiene de la eficiencia de la práctica de la cooperación para el desarrollo.

El Ministerio no tiene conocimiento de estudios que hayan analizado en forma más sustancial los factores verificables y las ideas que influyen en la aceptación o el rechazo de la cooperación para el desarrollo por parte de los ciudadanos. Por ello, y en tanto no dispongamos de mayor información, partimos de los siguientes supuestos:

  • El quinto patrón de opinión: una sociedad con un alta tasa de redistribución tiene una actitud más abierta hacia la cooperación para el desarrollo y favorece una cuota comparativamente alta en relación con el producto nacional.
  • El sexto patrón de opinión: la aceptación de la asignación de una mayor cuota de recursos públicos para fines de desarrollo depende de la opinión que tenga la población correspondiente de la eficiencia del trabajo práctico realizado en este campo.

Ahora bien, fácilmente se podría argumentar que estos resultados del estudio del PNUD son obvios. Pero ello no es del todo el caso en lo que al sexto patrón se refiere. Podría citar declaraciones formuladas por importantes representantes del sector público y privado, que en el marco de estudios demoscópicos han confundido dos interrogantes absolutamente distintos. Uno se refiere a la aceptación o el rechazo general de la ayuda a los países en desarrollo por parte de las diferentes poblaciones, y el otro, a la opinión que les merece el trabajo correspondiente realizado por sus gobiernos o por entidades privadas. Mientras que en el caso del primer interrogante se pudo constatar un alto grado de aceptación general de la ayuda —según el EUROBARÓMETRO 1996, tan sólo en Alemania del orden del 75,2%—, en el caso del segundo interrogante, respecto de la eficacia del trabajo del Gobierno, la respuesta fue totalmente contraria. Si se deja de lado la apreciación de la práctica, del trabajo concreto, y sólo se considera la aceptación o el rechazo general de la cooperación para el desarrollo por parte de las personas consultadas, se corre el gran peligro de no prestar la debida atención a la entrega de información sobre los logros y fracasos del propio proceder. Entonces, fácilmente se omiten los esfuerzos por recuperar la confianza perdida.

En Alemania sólo disponemos de cifras —que cubren un mayor espacio de tiempo— sobre la opinión que merece la cooperación para el desarrollo oficial. En los cuatro sondeos realizados por el Ministerio en la década de los ochenta, la apreciación positiva de la labor del Gobierno en el campo de la cooperación para el desarrollo superaba invariablemente en alrededor de un 20% la negativa. En 1993, el último año en que se realizó una encuesta de este tipo, esta ventaja se vio reducida a cero. Frente a un 37% de favorecedores del trabajo del gobierno —siempre en este campo— se registró un 37% de detractores. Un número mucho más alto que en los sondeos anteriores se abstuvo de dar una opinión.

En lo que concierne al trabajo respectivo del sector no gubernamental, lamentablemente se carece de respuestas a preguntas idénticas formuladas durante un espacio de tiempo prolongado. Si la formulación de las preguntas es distinta, los resultados de los sondeos son incomparables o sólo comparables de manera muy limitada.

No obstante, los colaboradores de las entidades privadas así como del sector de la educación para el desarrollo se harían a sí mismos un gran servicio si prestaran la debida atención a algunos juicios individuales bastante críticos de la población alemana.

Me limitaré a señalar tan sólo el resultado de un sondeo. Se remonta al año 1993 y fue parte de un así llamado «Análisis de declaraciones» (Statement Analysis) realizado por el Ministerio. A los encuestados se les mostraron alrededor de 30 tarjetas con textos positivos y negativos y se les preguntó si podían confirmar las correspondientes declaraciones. Una de las tarjetas rezaba: «Después de todo, la mayor parte de los dineros donados se los mete alguien en el propio bolsillo. Los destinatarios mismos prácticamente no reciben nada». En Alemania, el 51% de los encuestados contestaron en forma afirmativa.

Luego de haberles presentado en forma resumida seis patrones de conocimientos y opinión, deseo referirme a la acción. Después de todo, los organizadores de este congreso, a saber, la VENRO (Asociación de Organizaciones Alemanas no Gubernamentales dedicadas a la Política de Desarrollo), la Conferencia Permanente de los Ministros de Educación y Cultura de los Estados Federados (Kultusministerkonferenz – KMK), los departamentos de cooperación económica de los ­gobiernos de los 16 estados federados y el Ministerio Federal de Co­operación Económica y Desarrollo, acordaron que éste no debía ser un ejercicio teórico sino un evento orientado a la práctica.

Permítanme, en consecuencia, exponer tan sólo una sugerencia para la acción o referir un proceder concreto del Ministerio respecto de cinco de los anteriormente expuestos patrones de opinión. Tan sólo limitándome cada vez a un punto podré ceñirme al tiempo que me ha sido concedido para mi exposición.

Respecto del primer patrón de opinión: la problemática ajena

Aprovechemos este Congreso, que luego de aquél celebrado en Colonia en 1990 adquiere el carácter de un evento decenal, también para una depuración lingüística. En adelante deberíamos evitar, incondicionalmente, el término «ayuda para el desarrollo». No se encuentra a la altura de los motivos y objetivos de los actores gubernamentales y no gubernamentales en su totalidad. Pero resulta aún más importante señalar que si el tema «países en desarrollo» continúa siendo considerado como una problemática ajena y distante, a lo sumo una minoría de marcada sensibilidad ética se interesará por ellos, por sus perspectivas y por la miseria que allá impera. Luego de haber conversado con algunos centenares de grupos que han visitado el Ministerio, de una cosa no me cabe duda: el término «ayuda al desarrollo» no hace más que distorsionar la visión de nuestra población. Países que en forma exclusiva o prioritaria son vistos como meros receptores de ayuda, no pueden desempeñar —en la opinión de nuestros ciudadanos— el rol de estados importantes y, por ende, interesantes para nosotros. El término «ayuda» y los adjetivos «necesitados» y «desamparados» tienen el efecto de catalizadores negativos. Relegan a un segundo plano todo aquello que les permitiría a las personas reconocer que en el así llamado Sur existen países que desde el punto de vista netamente económico ya son superpotencias, que en el plano político participan en la decisión sobre la incorporación de Alemania en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y que influyen notoriamente en el equilibrio ecológico de nuestro planeta. El PNUD en su estudio ya citado del año 1998 también recomienda reemplazar el término «ayuda» por otros como, por ejemplo, «global housekeeping» (racionalización global) o «keep the world in balance» (mantener el mundo en equilibrio).

Respecto del segundo patrón de opinión: el juicio exageradamente negativo sobre la situación global de los países en desarrollo

¡Siempre que se les presente la ocasión, mencionen la en parte fenomenal disminución del crecimiento demográfico en diversos países en desarrollo! Una encuesta representativa realizada por la Fundación Alemana Población Mundial (Deutsche Stiftung Weltbevölkerung) en el año 1996, reveló que en ningún otro país europeo la población se preocupa tanto del tema del crecimiento demográfico mundial como en Alemania. También los análisis de las preguntas que con mayor frecuencia plantean los grupos que visitan el Ministerio demostraron que la política demográfica ocupa con creces uno de los primeros lugares. Desde hace ya más de 15 años es uno de los tres temas más aludidos por nuestras visitas.

Respecto del tercer patrón de opinión: la sobreestimación del volumen de la cooperación para el desarrollo que, bien mirado, tiene consecuencias nefastas para la educación orientada al desarrollo

Para fines didácticos modificaremos la frase «pensar a nivel global, actuar a nivel local» en «pensar a nivel global, describir a nivel global y actuar a nivel local» ¿Qué pretendo con esta alteración que en un primer momento parece innecesaria?

Mi sugerencia se encuentra íntimamente relacionada con la exigencia que Klaus Seitz acaba de formular en su exposición. Empleó el concepto del necesario «modo global de ver las cosas». A mi entender, la razón por la cual en opinión de la población la cooperación para el desarrollo como único enfoque de solución reviste tal importancia radica en el hecho de que apenas se habla de los demás pilares del proceso de desarrollo. Los análisis de los textos escolares, de los medios de prensa y del material informativo de los organismos que para su trabajo dependen de donaciones demuestran que más del 80% del material oral e impreso sobre la materia versa sobre la miseria, la necesidad y la ayuda externa. Este es el origen del así llamado problema de la omnipotencia, es decir, de la sobreestimación de la función y de las posibilidades de la cooperación para el desarrollo por parte de nuestros ciudadanos. En adelante no se debería producir ningún material impreso o audiovisual, por muy escueto que sea, que no contenga una inequívoca visión global didáctica. Para ello, muchas veces basta un cuadro o diagrama. La población necesita una visión global de los pilares de un desarrollo sostenido en Asia, África y Latinoamérica. Estos pilares son: en primer lugar y como elemento central, los aportes de los países mismos, en segundo lugar, las reformas en las naciones industrializadas y, en el tercero, la cooperación para el desarrollo.

Para completar esta sugerencia me permito hacer una breve indicación de índole técnica: estudien la carpeta con transparencias del BMZ que se encuentra en el Mercado de las Posibilidades, en el pabellón de la Fundación Alemana para el Desarrollo Internacional (Deutsche Stiftung für Internationale Entwicklung – DSE). El diagrama N0 4, titulado «Alemania y los países en desarrollo están estrechamente vinculados», y el N0 16, con el título «Los países en desarrollo en una mirada» se prestan magníficamente para los fines señalados en el párrafo anterior. Por lo demás, el diagrama N0 4 fue elaborado en 1981 sobre la base de los resultados de una encuesta representativa.

Respecto del cuarto patrón de opinión: la frecuente afirmación «yo, ciudadano medio, nada puedo hacer para cambiar la situación»

En relación con este punto deseo señalar que desde el cambio de gobierno en 1998, el BMZ informa a todos los grupos que lo visitan sobre el sistema de «comercio justo» (transfair) y les obsequia, al término de la visita, una muestra de café o té con el logotipo de «transfair». Este proceder se encuentra en concordancia con la resolución de los encargados de publicidad y educación orientada a la política de desarrollo de los gobiernos miembros de la OCDE. Con ocasión del encuentro de dichos encargados celebrado en 1998 en Copenhague, en forma desusadamente unánime y expedita se recomendó acompañar en adelante todas las exposiciones de los problemas del desarrollo con perspectivas de solución y sugerencias sobre cómo pueden contribuir los ciudadanos.

Omitiré el quinto patrón para abordar directamente el sexto: el mayor grado de aprobación de la cooperación para el desarrollo en países con una buena imagen del trabajo práctico y concreto.

Pienso que también en este aspecto el Congreso debería ser sinónimo de una cambio: en la educación orientada a la política de desarrollo y en el trabajo de publicidad en adelante no deberían omitirse los resultados fidedignos de las evaluaciones como tampoco los datos estadísticos sobre la cuota de éxito o fracaso de los correspondientes proyectos que se realizan en este ámbito. Felizmente, desde 1986 es posible publicar las evaluaciones transversales del Ministerio. Fue en aquel entonces una ardua tarea para nuestro departamento de evaluaciones convencer a la cúpula del Ministerio de la necesidad de hacer públicos estos resultados. El argumento clave que finalmente llevó al éxito fue la credibilidad de nuestro trabajo.

Y, a propósito de credibilidad, deseo, como última cosa, relatarles dos anécdotas que guardan relación directa con el aspecto de la credibilidad hacia el interior y el exterior.

La credibilidad hacia el interior del país: recientemente tuve que hablar ante un grupo de alumnos sobre los objetivos de la cumbre de Río, es decir, sobre el tema de la sostenibilidad. Uno de ellos me interrumpió enérgicamente y me preguntó qué tipo de auto conduzco. Felizmente, pude darle una respuesta satisfactoria. Imagínense que esto no hubiera sido el caso. Pues entonces, incluso los mejores argumentos habrían sido fútiles.

La credibilidad hacia el exterior: entre 1986 y 1990 trabajé en Brasil. Fui enviado por el Ministerio para actuar como funcionario de contraparte alemán en el contexto de la cooperación para el desarrollo germano-brasileña. Precisamente en dichos años el Canciller Kohl presentó a los países del G-7 una proposición para una mejor protección de los bosques pluviales tropicales. Se pensó en Brasil como país piloto. El tiempo apremiaba. Las negociaciones gubernamentales de 1987 entre Alemania y Brasil habían concluido y por lo tanto no po­dían ser utilizadas como foro para manifestar el interés alemán a la parte brasileña, de modo que se me encomendó esta tarea. En distintos ­ministerios tuve que consultar si Brasil, una superpotencia regional perfectamente consciente de su valer, estaría dispuesto a destinar la mitad de los aportes alemanes a la cooperación para el desarrollo —que Alemania a su vez habría duplicado— de manera exclusiva para la protección de dichos bosques. Los brasileños aceptaron. Pero en una de las conversaciones, mi interlocutor, con una mirada sagaz, me preguntó: «¿senhor Christian, su gran preocupación por la protección medioambiental lo honra mucho, pero... no es su país el único del mundo que carece de un límite general de velocidad?»

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