La región de Asia-Pacífico es una de las más afectadas por el cambio climático. Pero este no es solo un problema ecológico sino a la vez uno de naturaleza social, debido a que las víctimas potenciales son generalmente las poblaciones más desfavorecidas. A pesar de ello, estas personas apenas reciben apoyo o protección estatal. Por ello, las organizaciones no gubernamentales de la región han aunado esfuerzos a fin de ofrecer posibilidades de educación y formación, y de esta manera capacitar a la gente para lidiar con los aspectos ecológicos del cambio climático, luchar contra la pobreza y contribuir a un desarrollo sostenible.
El cambio climático constituye una inquietante amenaza mundial. No solo pone en peligro a todos nuestros ecosistemas, comunidades y culturas, sino que además compromete el futuro de la propia humanidad.
Las graves repercusiones del calentamiento global son diferentas de un país y de un hemisferio a otro. Las más afectadas son las comunidades geográfica y económicamente vulnerables, que cuentan con escasos recursos y un menor grado de acceso a programmas de apoyo, tecnología, servicios sociales básicos y recursos financieros para responder frente a los impactos del cambio climático.
Esta es una cruda realidad en la región de Asia-Pacífico, el continente más ex tenso y más populoso de todo el mundo, con casi 4.000 millones de habitantes, que equivalen al 60 % de la población mundial. Allí, una parte importante de la población vive en zonas de baja altitud, en peligrosos terrenos mantuosos y en islotes, que son los más vulnerables a las alzas de marea, inundaciones, enfermedades, sequías, severos tifones y otros fenómenos meteorológicos extremos. Estas áreas suelen albergar a las personas más desposeídas del mundo, como campesinos, mujeres rurales, pueblos indígenas, comunidades de pescadores y pobres urbanos, que ya se están recuperando de las consecuencias negativas de la globalización.
Las políticas, los programas y los fondos para ayudar a aliviar la grave situación de estas personas difícilmente los alcanzan. Se les abandona a su suerte para que sobrevivan por sus propios medios y esquiven los golpes que estas calamidades les han asestado a sus recursos naturales, sus medios de subsistencia y sus modos de vida. Las actuales negociaciones en torno al cambio climático, controladas por poderosos dirigentes mundiales que representan a los máximos emisores de CO 2 en el mundo, tampoco han logrado dar con soluciones factibles para reducir las emanaciones de gases de efecto invernadero a los niveles necesarios para estabilizar nuestro clima.
Es en este contexto que aunamos esfuerzos a fin de promover el aprendizaje y la acción en torno a preocupaciones por el medio ambiente mundial, para así mantener viva la llama del desarrollo sostenible.
Somos educadores ambientales de la región de Asia-Pacífico, que provienen de la sociedad civil, organizaciones populares, instituciones académicas, y del Gobierno. Nuestra labor abarca desde el análisis de temas y programas de desarrollo hasta la creación de conocimientos e innovaciones de carácter científico y tecnológico, y el fomento de valores e iniciativas para hacer valer la igualdad, los derechos humanos y la defensa del medio ambiente.
Si bien procedemos de distintos contextos, compartimos la preocupación colectiva por el creciente nivel de pobreza, subdesarrollo y vulnerabilidad de la gente en medio del agotamiento y la destrucción de los valiosos recursos de la región. Nos vemos en la obligación de intentar resolver estos problemas, afrontar sus causas primarias, y generar medidas para abordar la situación.
Creemos que debe hacerse mucho más en el ámbito de la educación para hacer frente al cambio climático y alcanzar el desarrollo sostenible. Al trabajar unidos para ayudar a reducir brechas de conocimientos, valores y aptitudes entre los pueblos del mundo, en especial entre los pobres de la región, esperamos llegar a comprender y a encarar eficazmente los graves problemas ambientales de nuestra época.
La Conferencia de la UNESCO sobre la Educación para el Desarrollo Sostenible, celebrada en septiembre de 2009, procuró tender un puente en el ámbito educativo para abordar las realidades mundiales de nuestro tiempo, a saber:
«A pesar del crecimiento económico sin precedentes que se experimentó en el siglo XX, la pobreza y la desigualdad persistentes afectan todavía a demasiadas personas, en particular a las más vulnerables. Los conflictos siguen poniendo de relieve la necesidad de forjar una cultura de paz. La crisis financiera y económica mundial subraya el riesgo que entrañan las modalidades y prácticas del desarrollo económico no sostenible, basadas en la obtención de beneficios a corto plazo. La crisis alimentaria y el hambre en el mundo constituyen un problema cada vez más grave. Las pautas no sostenibles de producción y consumo tienen repercusiones ecológicas que ponen en peligro las opciones de las generaciones actuales y futuras y la sostenibilidad de la vida en el planeta, tal como lo demuestra el cambio climático.»
«…Será necesario que todos los países cooperen para garantizar el desarrollo sostenible, tanto ahora como en el futuro. Invertir en la educación para el desarrollo sostenible (EDS) es invertir en el futuro y puede ser una medida capaz de salvar vidas, en particular en situaciones posteriores a conflictos y en los países menos adelantados…» 1
Ya en 1992, la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, que elaboró la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), al tiempo que declaraba de manera inequívoca que «los cambios del clima de la Tierra y sus efectos adversos son una preocupación común de toda la humanidad», 2 reconocía el papel fundamental que cumplen la educación, la capacitación y la concienciación pública 3 en el cumplimiento de los compromisos contraídos por los países que son parte en dicha convención.
En el Programa 21, otro documento de la Cumbre para la Tierra, se subraya que la crisis del clima no es sólo un problema ecológico; se reconoce que los pueblos del mundo se ven enfrentados
«a la perpetuación de las disparidades entre las naciones y dentro de las naciones, al agravamiento de la pobreza, el hambre, las enfermedades y el analfabetismo y al continuo deterioro de los ecosistemas de los que depende nuestro bienestar». 4
La importancia de la educación como respuesta frente a estos problemas interrelacionados está resumida en el Tratado de 1992 sobre Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles y Responsabilidad Mundial, en el cual se señala que:
«La educación ambiental para una sociedad sustentable equitativa es un proceso de aprendizaje permanente, basado en el respeto por todas las formas de vida. Una educación de este tipo afirma valores y acciones que contribuyen con la transformación humana y social y con la preservación ecológica. Ella estimula la formación de sociedades socialmente justas y ecológicamente equilibradas, que conservan entre sí una relación de interdependencia y diversidad. Esto requiere responsabilidad individual y colectiva a nivel local, nacional e internacional.»
«La preparación para los cambios necesarios depende de la comprensión colectiva de la naturaleza sistémica de las crisis que amenazan el futuro del planeta. Las causas primarias de problemas como el aumento de la pobreza, la degradación humana y ambiental, y la violencia pueden ser identificadas en el modelo de civilización dominante, que parte de la superproducción y el consumo excesivo y falta de condiciones para que de la gran mayoría pueda producir».
Sin embargo, dado que la situación de subdesarrollo y destrucción ambiental se mantenía invariable, en 2000 los gobiernos adoptaron el logro de la sostenibilidad del medio ambiente 5 como el séptimo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio a nivel mundial que serán finalmente evaluados de aquí a 5 años.
Sin embargo, resulta alarmante que en los documentos mundiales asociados al actual discurso sobre el cambio climático no se aluda a la educación para el desarrollo sostenible. Por cierto que la educación sobre el problema del cambio climático no consiste solo en crear capacidades sobre tecnologías emergentes; es una educación para el desarrollo sostenible. Es la creación de conciencia en la gente acerca de las causas y los efectos permanentes del problema, aprovechando los conocimientos y la práctica en un contexto específico y, siempre que sea posible, combinando lo anterior con avances tecnológicos viables, todo con la esperanza de encontrar las soluciones más eficaces al problema mundial.
Para alcanzar el desarrollo equitativo y sostenible, y afrontar el problema del cambio climático, nuestra labor deberá guiarse por los siguientes objetivos:
1 Declaración de Bonn, Conferencia de la UNESCO sobre la Educación para el Desarrollo Sostenible, abril de 2009.
2 Preámbulo Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, 1992.
3 Anexo 6, Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, 1992.
4 Preámbulo, Programa 21, 1992.
5 Objetivo 7, Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, 2000.