Veinte años después del Foro Global de Brasil 1992 y el Tratado de Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles y Responsabilidad Global, acordado en el contexto de la Primera Jornada de Educación Ambiental, aún estamos muy lejos de alcanzar las metas fijadas en ese entonces. En consecuencia, los autores hacen un llamamiento para crear una red global de educadores de adultos y ambientales a fin de desarrollar conjuntamente métodos didácticos y formas alternativas de trabajo y de transmisión de conocimientos, así como conductas de consumo sostenible.
Los valores y preceptos humanistas como solidaridad, diálogo, respeto por todas las formas de vida, rescatados de diferentes tradiciones filosóficas, políticas y espirituales, se plantean como desafíos y caminos hacia sociedades perplejas frente a cambios socioambientales mundiales que la época contemporánea ha expuesto a nuestros ojos, corazones y mentes.
De la misma forma, la historia moderna hace surgir y ayuda a revelar a toda la humanidad la importancia de superar las distintas modalidades de discriminación y prejuicios, desde las más sutiles hasta las más brutales, en que el tema del género y el ambientalismo tienen un papel decisivo para el surgimiento de una nueva sensibilidad (Castells, 1999), respecto de la cual pretendemos argumentar en este artículo.
Es necesario que las sociedades humanas den testimonio de una disposición y de un profundo compromiso con la construcción de cambios para el futuro de la especie. La modificación de comportamientos y valores requiere una educación permanente y continua, a través de todos los poros, en todos los momentos y situaciones de nuestra existencia. Si bien esto parece una obviedad, la historia de sucesos y documentos relacionados con la educación ambiental (EA) y la educación popular de jóvenes y adultos (EPJA) revela que esas dos áreas de conocimiento aún no dialogan lo suficiente.
El siguiente texto pretende hilvanar argumentos sobre la urgente necesidad de incluir decididamente la educación ambiental (EA) en la formación de jóvenes y adultos, aproximando ambos campos del saber mediante el potencial de dicho diálogo, así como arrojar luces sobre el enfrentamiento de los desafíos mencionados.
El «Tratado de Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles y Responsabilidad Global» fue el resultado de la Primera Jornada de Educación Ambiental realizada en Rio de Janeiro en 1992, durante el Foro Global, evento paralelo a la Segunda Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Rio 92).
Elaborado durante un año de trabajo internacional, el Tratado contó con la participación de educadoras y educadores de adultos, jóvenes y niños de ocho regiones del mundo (Latinoamérica, Norteamérica, el Caribe, Europa, Asia, Estados Árabes, África, Pacífico Sur) e inicialmente se publicó en cinco idiomas: portugués, francés, español, inglés y árabe.
Además de servir de apoyo para acciones educativas, inspiró la creación de organizaciones de la sociedad civil y redes de educación ambiental.
Los principios que el Tratado (www.tratadodeedeucacaoambiental.net) contiene y que hoy iluminan la actuación de numerosas iniciativas de EA en todo el planeta son:
En 2006 el Tratado fue revisado en el V Encuentro Iberoamericano de EA, que tuvo lugar en Joinville, en el estado brasileño de Santa Catarina. También en 2007 fue materia de un taller del Consejo Internacional de Educación de Adultos en Nairobi (Kenia), y fue divulgado en Ahmadabad (India), en el Congreso Internacional sobre los 30 años de la Primera Carta de Educación Ambiental de Tibilissi. Gracias a dichos eventos internacionales fue posible constatar la actualidad del Tratado, lo que dio origen a la Segunda Jornada Internacional de Educación Ambiental.
La decisión de realizar la Segunda Jornada del Tratado, considerando como punto culminante la Rio92+20, además de ser una determinación de quienes participaron en la Primera Jornada, orientada hacia la necesidad de un seguimiento continuo y una evaluación periódica del Tratado, se fundamenta en el simbolismo y en la oportunidad política de este año – 2012 – en la delineación de los caminos que la humanidad deberá recorrer en los próximos siglos. Desde las profecías mayas hasta el panel del IPCC, pasando por la decisión de la ONU y del gobierno brasileño de realizar la Conferencia, todas las proyecciones y escenarios para el futuro apuntan a la importancia de dicho momento.
Por lo tanto, el desafío consiste en estructurar, de aquí a 2012, un proceso de debates y manifestaciones públicas para instalar la EA en el centro de las políticas públicas, liderado por organizaciones de la sociedad civil, con la participación de la universidad, del Estado y de otros actores sociales.
La búsqueda de la transformación humana y social y el incentivo a la formación de sociedades justas y ecológicamente equilibradas, principios expresados en el Tratado, exigen enfrentar las causas de la degradación humana y social, desde una perspectiva global y sistémica, a partir de las realidades locales. Promover la diversidad cultural, valorando las diversas formas de conocimiento y creando modos de vida basados en experiencias de autogestión laboral, de los recursos y de los conocimientos, de producción y consumo sostenibles.
La educación ambiental «tiene el propósito de formar ciudadanos con una conciencia local y planetaria, que respeten la autodeterminación de los pueblos y la soberanía de las naciones» (Viezzer, Ovalles y Trajber, 1995, p.30) y actúa «para erradicar el racismo, el sexismo y otros prejuicios (…) y contribuir a un proceso de reconocimiento de los derechos territoriales» (ídem).
No menos importante es el papel de las políticas públicas de EA y de EPJA, en cuanto a asegurar el derecho al aprendizaje sin discriminación por edad, género, raza, etnia, clase, orientación sexual, religión, y aproximar a los actores involucrados hacia la sinergia de acciones y el intercambio de informaciones, mejorando las diversas prácticas y reflexiones existentes.
Es imprescindible el conocimiento crítico de dicha situación presente y existencial, así como la reflexión sobre la manera de estar e insertarse en el mundo, a fin de pensar en la acción educadora y política, pues
«existir, humanamente, es pronunciar el mundo, es modificarlo. El mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento». (Freire, 1987, p.78)
La cuestión socioambiental, además de ser un tema generador, puede y debe inducir procesos de alfabetización y de educación continua, reforzando la permanen-ci a y la incorporación de las habilidades adquiridas, fomentando la continuidad de la alfabetización en el mundo y para el mundo de la vida.
Un breve análisis de documentos recientes (Haugen, 2006; Merriam y otros, 2006; Schemmann, 2007; Soriano, 2007; Tanvir, 2007) puede ejemplificar la demanda existente de EA en la EPJA y su aún leve repercusión en el área. Dicho análisis reafirma la urgencia de aproximar esos dos campos, que se justifica considerando:
Este subtítulo sintetiza la propuesta presentada en los párrafos siguientes, relativa a una exhortación para articular a los educadores y educadoras de jóvenes y adultos, y a los educadores y educadoras ambientales, a fin de que interactúen en el cumplimiento de sus misiones.
REAJA, que también es la forma imperativa del verbo portugués «reagir» (reaccionar), más que la sigla en portugués para «Red de Educación Ambiental de Jóvenes y Adultos», es una invitación a la acción, una exhortación a actuar, a potenciar la acción, a apoderarse individual y colectivamente del desafío de construir un mundo mejor. Es una invitación a reaccionar ante la marea de desánimo y las soluciones autoritarias o escatológicas, mediante el incentivo y el apoyo a la población de jóvenes y adultos de todos los países y comunidades de este planeta para que asuman la causa ambientalista, se alfabeticen en ese sentido y se involucren con todos en la educación a lo largo de la vida, permanente y continua, de manera de articular a distintos actores sociales para el logro de ese objetivo.
Aprender a leer el mundo y la palabra, como decía Paulo Freire; mejorar las condiciones de vida y de los sistemas de apoyo a la vida; capacitarse para trabajos que sean sostenibles y promuevan la construcción de sociedades sostenibles; conocer y transformar el ambiente como un proceso para mejorar las propias condiciones de existencia y como un acto de solidaridad con quienes están cerca y lejos en el tiempo y en el espacio, humanos y no humanos. En fin, educación a lo largo de la vida como educación para que la vida siga existiendo y sea cada día mejor para todas y cada una de las personas, ciudadanas y ciudadanos, que habitan este «pequeño y aún bello planeta».
Sin la EA no es posible afrontar los cambios socioambientales globales previstos y en etapa de desarrollo. Los Objetivos del Milenio, la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible, al igual que una diversidad de convenciones y programas definidos como prioritarios por el conjunto de las naciones, no se materializarán sin la EPJA.
Por lo tanto, ésta es una buena oportunidad para que pensemos y debatamos sobre la relevancia y la necesidad de la educación ambiental en la formación de jóvenes y adultos, y sus posibles convergencias con la Segunda Jornada Internacional sobre el Tratado de Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles y Responsabilidad Global.
La superación de diferentes modalidades de imperialismo, colonialismo, invasión armada e imposición cultural, la educación primaria universal, la disminución de la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, el voto libre y la democracia, pueden considerarse importantes conquistas de la humanidad. Pero estas aún no están presentes en la totalidad de los países y comunidades, y traen aparejado un paquete de modernidad (el capitalismo del hiperconsumo, sobre el cual nos habla Gilles Lypovetsky en «La Felicidad Paradójica»), que homogeniza culturas y elimina la diversidad (otorgando supremacía a la relación yo-eso en perjuicio de la relación yo-tú, como nos señala Martin Buber), poniendo en riesgo la supervivencia de toda la especia humana, además de haber promovido ya la extinción, o afectado la supervivencia, de diversos pueblos, lenguas e innumerables especies y sistemas naturales.
Los jóvenes y las personas adultas serán convocados cada vez más frecuentemente a defender, proteger, conservar o preservar su medio, el entorno donde viven y construyen sus sueños de futuro. Sin ellos no impartiremos educación a los niños y niñas ni crearemos las condiciones para que se instruyan.
¿Pueden despertarnos las informaciones fragmentarias sobre el «calentamiento de la Tierra» y sus nexos de causalidad con el modo de vida predominante en la época contemporánea? O, por el contrario, ¿acaso el tratamiento dado por los medios de comunicación, el exceso de informaciones y el individualismo consumista, nos alejan cada vez más de la actuación transformadora, individual y colectiva, en pro del bien común y las causas públicas?
¿Cómo es posible que todavía tengamos gobiernos de países enteros, grandes corporaciones y diferentes organizaciones de la sociedad civil que no invierten en la educación de personas adultas? ¿Y cómo podemos estar ignorando el tema ambiental en la formación de jóvenes y adultos?
Esta pregunta trae aparejadas otras interrogantes: ¿cómo abrir espacios para nuestra realidad, local y planetaria, social y ambiental, de modo que la educación de jóvenes y adultos sea para la vida, para forjar el mejoramiento de la calidad de vida de todos y de cada uno? ¿Cómo transformar la EPJA en un prerrequisito para todas las demás educaciones y para todos los programas y proyectos de desarrollo, culturales y sociales? ¿Cómo evitar que se limite a la alfabetización en el idioma oficial, al aprendizaje básico de matemáticas y a algunos otros pocos conocimientos generales?
Se espera que, además de difundir y aplicar el Tratado de Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles y Responsabilidad Global, llevándolo hacia el conocimiento y el debate crítico, promueva el compromiso participativo de dichos actores, como educadores y educadoras ambientales junto a sus grupos sociales. Se espera también, como aspecto principal, que la EPJA promueva la interpretación y el debate sobre las distintas realidades socioambientales, a nivel local y mundial, lo mismo que el compromiso individual y colectivo con las iniciativas orientadas hacia su transformación en el sentido del bien común: de la conservación, la recuperación y el mejoramiento del medio ambiente y de la calidad de vida de todos y todas. Por lo tanto, se espera que la EPJA:
Las políticas públicas de EA no pueden ser monoculturales. Esto significa que no basta que encontremos buenas propuestas y que las consideremos únicas, sino que es urgente lidiar con la diversidad, en la diversidad y para la diversidad de actores y sus necesidades, demandas, propuestas y alternativas de solución para la conservación, recuperación y mejoramiento del medio ambiente y de la calidad de vida de todos y cada uno de los individuos, especies, sociedades y sistemas naturales.
En este sentido, para el caso de Brasil podemos mencionar como propuestas implementadas esta última década en el ámbito escolar: el Plan Curricular Nacional (PCN), los Planes Curriculares (PCNs) en Acción, las Com-Vidas (Comisiones de Medio Ambiente y Calidad de Vida en las Escuelas), la Educación Ambiental Secuencial, la Conferencia Nacional Infanto-Juvenil para el Medio Ambiente, las propuestas de transversalidad mediante proyectos o estudios del medio, los centros de EA, las dinámicas de grupo sobre temas ambientales, las iniciativas de arteeducación ambiental, los clubes de ecología, o la readopción de una decisión que ya parecía superada, en cuanto a crear una asignatura de EA.
En el ámbito de la educación no formal, pueden mencionarse otras tantas propuestas: aulas verdes (telecentros de educación ambiental); colectivos educadores (con representación de diferentes actores sociales); educación en gestión ambiental; educación ambiental en la tramitación de permisos ambientales; educación ambiental en unidades de conservación; círculos de aprendizaje participativo sobre ambiente y calidad de vida; legislación y fiscalización ambientales exigentes, al igual que una infinidad de otras propuestas positivas.
Pero todas estas propuestas no son, y no serán, suficientes para formular una simple afirmación: todos estamos educados ambientalmente.
La educación es un proceso, y como tal debe ser permanente y continuo, para toda la vida, realizado de forma articulada por todas las instituciones y personas que actúan en cada ámbito de nuestra existencia, siempre buscando abarcar a la totalidad de los participantes de dichos espacios.
No serán el Estado ni las instituciones aisladas y competidoras, que rivalizan entre sí por las pocas almas que se aproximan a la EA y se interesan por ella, quienes lograrán la solución milagrosa de que nos transformemos en pueblos ambientalmente educados.
El papel de una política pública de EA es aproximar a la diversidad de actores que participan en este ámbito, y que pueden contribuir al mismo, para proponerles —dentro de las limitaciones y potencialidades objetivas y subjetivas de cada realidad, la sinergia de acciones y el intercambio de informaciones— que faciliten el perfeccionamiento de las diversas prácticas y reflexiones existentes. Es procurar actuar de forma integrada e integradora, fomentando toda la diversidad de iniciativas estructurantes que hagan posible que cada ámbito promueva su educación ambiental.
Es a partir de la realidad local que nuestra solidaridad sincrónica y diacrónica tiene que ser ejercitada constante y continuamente; es decir, la solidaridad hacia la conservación y el mejoramiento de la calidad de vida de todas y todos los que ahora comparten este planeta, y hacia aquellos que aún están por venir a habitarlo. De ahí la importancia de buscar modos de producción y de consumo sostenibles.
«¡Otro mundo es posible!». Sobre esta afirmación, que está presente en todas las ediciones del Foro Social Mundial desde su creación, se ciernen muchas dudas, especialmente en tiempos de crisis financiera y económica a nivel planetario, cambios socioambientales mundiales asociados al calentamiento de la Tierra, guerras e inversiones en armamento en todos los continentes, aumento de la cantidad de personas indigentes y por debajo del umbral de pobreza, y tantos otros antecedentes que nos desalientan.
Pero como en la palabra duda en portugués (dúvida) está cobijada la palabra vida, y mientras haya vida habrá duda y esperanza, podemos creer que sí, que otro mundo es posible, que otras sociedades humanas son posibles, pero son y serán forjadas por los seres humanos en su rutina cotidiana.
Urge transformar cada escuela en un centro de irradiación de procesos de educación permanente, continua y a lo largo de la vida, complementando procesos de escolarización de personas jóvenes y adultas, pero sobre todo, facilitándoles el acceso a procesos educativos como aquellos alentados por el espíritu de los círculos de cultura propuestos por Paulo Freire.
La creación de círculos o comunidades de aprendizaje participativo sobre medio ambiente y calidad de vida, situados en escuelas o en otras instalaciones sociales públicas y comunitarias, puede propiciar esas situaciones de interpretación crítica del socioambiente, desde una perspectiva de aumento de la potencia individual y colectiva para actuar, gracias al mejoramiento de la calidad de vida.
La delineación y la implantación de políticas públicas comprometidas son posibles gracias al fortalecimiento de las bases organizadas de la sociedad, alentadas a articularse en colectivos educadores en cada uno de los diversos territorios de cada país, con proyectos políticos pedagógicos participativos elaborados junto con las instituciones y los habitantes de dichos territorios.
El fomento y apoyo a la formación de los educadores y educadoras ambientales populares, por medio de comunidades o círculos de aprendizaje, así como la articulación de dichos actores mediante una inmensa Red planetaria destinada a interconectar y a fortalecer las iniciativas de Educación Ambiental de personas Jóvenes y Adultas, es uno de los caminos propuestos en ese sentido.
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Tratado de educação ambiental para sociedades sustentaveis e responsabilidade global www.tratadodeeducacaoambiental.net
Viezzer, Moema; OVALLES, Omar; TRAJBER, Rachel. Manual Latino-Americano de Educação Ambiental. São Paulo: Editora Gaia, 1995.
1 Algunos de los pasajes que aquí se reproducen forman parte del artículo «Educación ambiental de jóvenes y adultos – EAJA –: la educación de jóvenes y adultos a la luz del Tratado de Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles y Responsabilidad Global», de los mismos autores, publicado en la Revista Latinoamericana de Educación y Política La Piragua, 2009.