Sofía Valdivieso es miembro de la Oficina de Género y Educación del ICAE (GEO), que fue creada en 1997 en el contexto de la CONFINTEA V por redes y organizaciones femeninas, con el fin de promover la dimensión educativa para jóvenes y adultos como elemento estratégico para lograr la justicia y la igualdad en las relaciones de género. Ella también emite un llamamiento a «poner manos a la obra».
Desde sus comienzos, las Naciones Unidas han manifestado su convencimiento de que la educación es uno de los pilares en los que han de sustentarse las sociedades modernas.
En las seis últimas décadas, la UNESCO ha organizado cinco conferencias internacionales dedicadas expresamente a la educación de personas adultas. En cada una de ellas se han dado pasos de gran importancia para el avance y comprensión del derecho universal a la educación a lo largo de la vida.
Si hacemos una lectura pausada de cada uno de los textos salidos de estas conferencias llegaremos a la conclusión de que somos herederos de los discursos y de los debates generados en estas últimas seis décadas; que las ideas principales en relación al derecho a la educación de las personas jóvenes y adultas ya están dichas y que como recoge el lema de la próxima conferencia en Belém es tiempo de pasar a la acción.
Recordemos: en Elsinor (1949) debatimos sobre el papel que la educación de adultos debía desempeñar en el desarrollo integral de los pueblos y en el fortalecimiento de relaciones positivas entre ellos. En Montreal (1960) centramos el debate en la necesidad de que todos los países del mundo aprendan a coexistir pacíficamente. Aprender se convierte en la palabra clave de este evento. En Tokio (1972) por primera vez tratamos los problemas del deterioro del medio ambiente, consecuencia del desarrollo incontrolado de la década anterior.
Asimismo, la presencia de nuevos Estados facilita la toma de conciencia de la necesidad de incluir en la agenda el tema de la diversidad y respeto a otras culturas. En Paris (1985) aprobamos una declaración sobre el derecho a aprender. Insistimos en que este derecho a aprender no debe ser entendido sólo desde su dimensión funcional como instrumento del desarrollo económico, sino sobre todo como un derecho humano universal, gracias a cuyo ejercicio los seres humanos se convierten en los protagonistas responsables de su propia historia. Por último, en Hamburgo (1997) comienza a emerger un nuevo discurso, para algunos un nuevo paradigma, centrado en la búsqueda de nuevas vías de integración de las perspectivas que en París se manifestaban como opuestas. Nos situamos frente al nacimiento de una visión más inclusiva de la educación de personas adultas, entendiendo ésta como parte de un proceso que abarca toda la vida, cuyas metas van dirigidas a promover el aprendizaje de las personas y de las comunidades, el diálogo entre las distintas culturas, respetando la diversidad y la diferencia cultural.
Sofia Valdivielso
Fuente: Claudia Ferreira
En Hamburgo reiteramos que el desarrollo está al servicio del ser humano y no al revés y consideramos que los sistemas educativos deben diseñarse desde la perspectiva del aprendizaje a lo largo de la vida y deben, asimismo, asegurar que la educación de las personas adultas contribuya al desarrollo de la democracia, de la justicia y de la equidad; también al desarrollo sustentable, a la autodeterminación (empowerment) de los individuos y de las sociedades; a enfrentar las transformaciones y los cambios que afectan a la economía, a la cultura y a la sociedad en su conjunto y a la creación de un diálogo intercultural dirigido al desarrollo de una cultura de paz.
Hoy, con la perspectiva que nos da más de medio siglo de historia, podemos afirmar que aunque hemos recorrido un largo camino, aún queda mucho para poder afirmar que este derecho es universal. Hemos pasado de una cosmovisión en la que el mundo se presenta como una maquinaria racional bien engrasada que funciona siguiendo leyes naturales que pueden ser aprendidas, dominadas y manipuladas en propio beneficio a una cosmovisión centrada en la pluralidad, en la comunidad, en la relación entre los seres humanos, en las redes y en la sensibilidad ecológica.
En Belém hemos de dar un paso más y sentar las bases para la emergencia de una nueva cosmovisión que, sin negar las anteriores, las trascienda y nos ayude a comprender que la vida, al mismo tiempo que es plural y diversa es también una, que las diferencias y las pluralidades pueden integrarse naturalmente en corrientes interdependientes. La crisis actual está acelerando los procesos de comprensión de que es mejor cooperar que competir y de que, en palabras de Einstein, este mundo será uno o ninguno. Pasemos a la acción!