Selvino Heck
Secretaría General de la Presidencia de la República
Brasil
Resumen – La globalización ha ido aislando gradualmente la dimensión local y territorial. Debemos afrontar la crisis provocada por la globalización, retomar la dimensión utópica de otra sociedad, otra economía, otros valores. Las políticas estatales pueden y deben estimular la territorialidad, rescatando el papel de la comunidad local. Los procesos educativos, en especial aquellos basados en la educación popular, construyen la ciudadanía a partir de las experiencias y los conocimientos de la organización local y comunitaria.
Realidad 1: década 1950-1960. Soy hijo de un pequeño agricultor descendiente de alemanes, de Santa Emilia, Venâncio Aires, al interior de Rio Grande do Sul, Brasil. Mi padre trabajaba en las labores del campo con sus 9 hijos. Cultivaba de todo para sustentar a su numerosa familia: arroz, frijoles, maíz, frutas, verduras, yuca, batata, además de un parral que producía un vino de buena calidad. Tenía ganado para carne y leche, bueyes para tirar de la carreta, gallinas cuyos huevos servían para el consumo y la venta, al igual que cerdos también para comer y vender. El pan, los licores y la respostería eran caseros. Papá sabía hacer de todo: construía cobertizos con la ayuda de vecinos y parientes, era cerrajero, elaboraba su propio vino, confeccionaba cestas de mimbre y era un diestro artesano. Mamá, junto con la abuela y una tía, que vivían con la familia, cosían pantalones, camisas y vestidos.
Así eran los agricultores de Santa Emilia y las comunidades vecinas. Se aseguraban su propio sustento, financiaban de su bolsillo la escuela y el salario del maestro. Teníamos un molino, una herrería, un pequeño comercio y una carnicería. La familia y la comunidad se bastaban a sí mismas. El ámbito local garantizaba la unidad, los valores comunitarios y la economía. La conexión con el resto del territorio se lograba a través de una poderosa estación de radio, y eventualmente a través del cura de la parroquia o de un político que de vez en cuando aparecía por el lugar para solicitar votos.
“Llevamos en nuestro interior un legado espiritual liberador”
La vida giraba en torno al ámbito local. Y en gran medida esa situación se mantiene en 2015, aunque la televisión ya está presente en todos los hogares, trayendo el mundo al interior de la casa, lo mismo que los avances de internet, y el automóvil como medio para desplazarse hacia donde fuese necesario. La vida sigue concentrándose en el ámbito local: la comunidad se organiza en torno a la producción de cada familia, cuyos miembros se reúnen en la iglesia para cultivar la vida social, y disfrutan alentando al equipo de fútbol en los momentos de esparcimiento.
Realidad 2: década 1970-1980. Lomba di Pinheiro es un conjunto de viviendas populares situadas en los alrededores de Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul. Yo vivía en una comunidad de frailes franciscanos, en medio de una población compuesta mayoritariamente por albañiles, obreros, conserjes y asistentas domésticas. Todo estaba organizado en torno a sus deseos y necesidades: cualificaciones en educación, acceso a la atención médica a través de centros de salud, transporte público regular, barato y de calidad, y mantenimiento de las vías públicas. La Asociación de Vecinos y la Unión de Residentes de Lomba do Pinheiro se movilizaron para luchar por los derechos y la ciudadanía junto a las autoridades públicas a través de manifestaciones, marchas y asambleas populares. Puesto que el barrio se encontraba lejos de la capital, se organizó un mercado abierto semanal, en el que se ofrecían productos y alimentos que se conseguían en la Central de Abastecimiento. Las comunidades convivían organizando fiestas, celebraciones y actividades conjuntas. Se publicaba un periódico mensual, “A Lomba” (“El Lomba”), que entregaba información y promovía la educación política de los residentes locales, que elegían a miembros de la comunidad como representantes parlamentarios. La dimensión global llegó para asociarse con el nivel local, pero no como una imposición sino como un complemento de la organización y las necesidades de la gente.
Dowbor 1995
Realidad 3: década 1990-2000. “A falta de un gobierno mundial, existen segmentos que tienen un carácter más marcadamente mundial que otros: se trata de una globalización jerárquica. Son entre 500 y 600 las grandes transnacionales que se desenvuelven confiadamente en este entorno. Controlan el 25% de la actividad económica mundial y son responsables de entre un 80% y un 90% de las innovaciones tecnológicas. Estas empresas pertenecen a Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña y a otros pocos países, y son poderosas herramientas de elitización de la economía mundial. Como lo señala con franqueza un economista, ‘en este sistema, el que no forma parte de la apisonadora, forma parte de la calzada’. La verdad es que en la actualidad la gran mayoría de los habitantes del mundo forman parte de la calzada” (Dowbor 1995).
Leal y Görgen 2015
Realidad 4: desde 2010 hasta hoy. “La agricultura de los campesinos no puede reducirse a un concepto económico. Es un fenómeno mucho más complejo que tiene dimensiones sociales, territoriales, culturales y antropológicas. Es un modo de vida y de existencia, que también produce bienes y servicios, y se traduce esencialmente en alimentos saludables y preservación de la naturaleza. Pero el principal resultado de este modus vivendi es un tejido social saludable que en Brasil ha sido deshilachado y destruido en décadas recientes por el avance arrollador de la agroindustria y el monocultivo. El éxodo rural, emprendido especialmente por las nuevas generaciones, es una de las consecuencias más brutales de esta realidad, que compromete la producción de alimentos en el futuro inmediato. El empeoramiento de la situación urbana y sus lacras sociales es otra de las consecuencias. Pero la destrucción de las comunidades campesinas, con sus modos de vida, costumbres, métodos de producción, actividades deportivas y de esparcimiento, su educación y su cultura, es la faceta más perversa del siniestro manto de la agroindustria que se extiende sobre los territorios campesinos. Preservar, fortalecer, reconstruir las comunidades campesinas (con acceso a conquistas contemporáneas de la civilización, incluida la tecnología digital) es el principal objetivo de un Programa Campesino. Cultivar alimentos más saludables, al tiempo que se protege el medio ambiente y se transita hacia la producción agroecológica a nivel nacional, es el segundo, y no por ello menos importante, objetivo. Estas dos aspiraciones son complementarias y ninguna existe sin la otra” (Leal y Görgen 2015).
Existe una crisis mundial que también está mostrando su cara en Latinoamérica, región que en décadas recientes ha estado construyendo un proyecto que ofrece una alternativa al sistema históricamente hegemónico.
La crisis tiene un carácter político, económico, social, cultural y medioambiental. Es política: tanto las maneras de hacer política como la democracia representativa y los partidos están siendo cuestionados. Existe una profunda y creciente desconfianza hacia la política tradicional, el Estado y los gobiernos. Es económica: los modelos de desarrollo concentrados en la financiarización, en el crecimiento continuo y en el consumo están agotados y están agotando el planeta. Es social: el desempleo aparece como una característica común a varios países, especialmente europeos; la población está envejeciendo aceleradamente en sociedades no preparadas para este fenómeno; está aumentando la migración de las poblaciones. Es cultural: los valores predominantes, como el individualismo y el consumismo, han llegado a generar un clima de intolerancia de distintos tipos en el que se cultiva el odio y no se respetan las diferencias. Es ambiental: el progresivo cambio climático, la urbanización desenfrenada, al igual que el agotamiento de los recursos naturales —como el agua y los bosques—, ponen en peligro la supervivencia humana.
Ahora bien, ¿qué debemos hacer? ¿Hay aún espacio para la ciudadanía? ¿Tiene todavía algún futuro el ámbito local? ¿Hay aún oportunidades para la vida? ¿Cómo es posible armonizar los ámbitos local y mundial? ¿Cuáles son las políticas que debe adoptar el Gobierno? ¿Cuáles son las reformas estructurales decisivas? ¿Cómo podemos democratizar la democracia, el Estado y la sociedad?
Existe la urgente necesidad de contar con un proyecto alternativo al capitalismo neoliberal y a la hegemonía mundial del capital financiero.
En primer lugar, es preciso garantizar el sustento, como lo han venido haciendo los gobiernos y las sociedades de Latinoamérica. Como reza un dicho popular brasileño, “un estómago vacío no organiza una revolución”.
Pero el pan no basta. Igualmente importantes son la palabra y el mensaje que movilizan a las masas, los corazones y las mentes, y una teoría, vinculada a la práctica y a la realidad, que contenga un sentido de transformación. Este proyecto, garantizado por el pan y apoyado en la palabra, señala el futuro, la esperanza, la utopía. Es un proyecto social para ser soñado y construido en el largo plazo, y un proyecto de desarrollo para ser implementado de manera inmediata.
Un proyecto de desarrollo posee varias dimensiones: una dimensión internacional en las relaciones entre países, naciones y sus agrupaciones mundiales y regionales; una dimensión nacional de cada país y sus habitantes; una dimensión regional y local. En esta última, las personas viven, establecen relaciones, coexisten, construyen su vida, ya sea individual o colectivamente. “Ni el ámbito local puede existir sin las dimensiones nacional e internacional, ni estas a su vez pueden sobrevivir sin raíces locales y sin una integración local y regional, sin el reconocimiento de que allí, en el nivel local y regional radica la base de todo desarrollo socioeconómico a escala humana” (Heck 2010).
Según señaló Márcio Pochman, presidente de la Fundación Perseu Abramo, del Partido de los Trabajadores brasileño, durante la inauguración de la Segunda Conferencia sobre el Desarrollo, celebrada en noviembre de 2011, “… el desarrollo no es solo crecimiento económico. Es también social, ambiental, cultural”.
El papa Francisco ha declarado que “... debemos construir una economía en la cual el bien de las personas, y no el dinero, sea el centro. Reconozco que la globalización ayudó a muchas personas a salir de la pobreza, pero condenó a muchas otras a morir de hambre. Es cierto que en términos absolutos aumentó la riqueza mundial, pero este sistema se mantiene con esa cultura del descarte. Los mercados y la especulación financiera no pueden gozar de una autonomía absoluta”. (Entrevista concedida por el papa Francisco a Andrea Tornielli y Giacomo Galeazzi, del diario La Nación).
El Foro Social Mundial, con su lema de que “otro mundo es posible”, se reunió por primera vez en Porto Alegre en 2001, y luego en 2015 en Túnez. Se trata de una iniciativa de unión, coordinación y movilización de la sociedad y de los movimientos sociales destinada a afrontar la crisis y elaborar un proyecto alternativo.
En Brasil, el desarrollo regional fue uno de los 5 megaobjetivos estratégicos del gobierno de Lula. El Comité Ejecutivo de la Cámara de Políticas de Integración Nacional y Desarrollo Regional coordinó las iniciativas gubernamentales sobre la base de programas regionales que ya estaban en marcha. Lo hicieron con el fin de obtener sinergias y complementariedades entre las distintas esferas de gobierno en las subregiones y territorios prioritarios, generando un significativo impacto a corto y mediano plazos.
“Los diversos programas sociales brasileños, desde Bolsa Família (Beca Familia) hasta Luz para Todos, coinciden en su impacto de dinamizar el acceso local a los recursos, incluso en las regiones más pobres del país. Esta convergencia se ve reforzada por el programa Territórios da Cidadania, que representa un programa de recortes de carácter rooselvetiano contra la recesión, capaz de forjar una poderosa palanca que permite no solo resistir las actuales turbulencias, sino además activar una nueva dinámica de crecimiento más equilibrada desde el punto de vista regional y apta para incorporar, de hecho, a los habitantes del campo en el desarrollo del siglo XXI. En términos generales, se está diseñando un estado más descentralizado, más participativo, más democrático en sus procesos de toma de decisiones, más transparente en el plano de la información y con un papel más activo en la coordinación de los diversos agentes de transformación de la sociedad” (Sachs, Lopes, y Dowbor 2010).
La ciudadanía, la conciencia de los derechos y el ejercicio de los mismos tienen lugar al interior de las comunidades. Es allí donde se realiza el aprendizaje, en la experiencia de la vida cotidiana. En la “Carta Abierta a los maestros y educadores para un mundo justo y feliz”, presentada en la Conferencia Rio+20 en 2012, se señala: “Tenemos que aprender y practicar otras formas de crear políticas públicas a partir de las comunidades, y exigir políticas públicas comprometidas con la calidad de vida de las personas. Por lo tanto, es urgente fortalecer los procesos educativos comprometidos con la emancipación humana y la participación política en la construcción de sociedades sostenibles, donde cada comunidad humana se sienta comprometida, incluida y activa en el reparto de la riqueza y la abundancia de vida en nuestro planeta: aprendizaje transformador, alfabetización ecológica, educación popular ambiental, ecopedagogía, educación Gaia, educación socioambiental. Más que nunca pedimos una educación capaz de despertar admiración y respeto por la complejidad de la sustentación de la vida, teniendo como utopía la construcción de sociedades sostenibles por medio de la ética del cuidado, y de proteger la biodiversidad y la socio biodiversidad”.
En Brasil, los esfuerzos de la sociedad y los movimientos sociales están orientados al diseño de políticas públicas con amplia participación social y popular. Consejos nacionales, conferencias con un alto grado de participación en las que se traten los temas más diversos: salud, agricultura familiar, derechos humanos, personas con discapacidades, comunicación, agroecología, educación, juventud, derechos de la mujer, pueblos y comunidades tradicionales, la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), medio ambiente, defensoría del pueblo, mesas de diálogo y negociación, presupuesto participativo. Todos ellos forman parte del proceso de diseño de políticas desde abajo hacia arriba, respetando la diversidad regional a partir de las organizaciones locales.
La Rede de Educação Cidadã (RECID), en funcionamiento desde el primer gobierno de Lula en 2003, se dedica a capacitar a educadores multiplicadores y a líderes de bases. Incluye políticas de economía solidaria, los Territorios de la Ciudadanía, la educación popular sobre salud, la educación sobre el medio ambiente, la educación sobre derechos humanos, la alfabetización de jóvenes y adultos. La intención de la RECID es desarrollar prácticas educativas basadas en la producción de conocimientos que puedan servir de instrumentos capaces de influir en la toma de decisiones. Para producir un impacto, estas prácticas deben plantear un cuestionamiento y proponer una transformación de las estructuras que generan la desigualdad socioeconómica y regional, la exclusión, el hambre, la subciudadanía o la no ciudadanía.
El objetivo general de la RECID es “desarrollar junto con las familias socialmente vulnerables un proceso de capacitación y organización que permita elevar sus condiciones objetivas de acceso a las políticas públicas (de emergencia, de nivel local, de trabajo e ingresos, de educación, salud, seguridad alimentaria, etc.) y las características subjetivas (conciencia crítica, participación ciudadana, autoestima) que potencian la formulación y la propuesta de nuevas políticas, respetando la realidad y la diversidad de Brasil. Se trata de un proceso destinado a formar una nueva generación de personas con conciencia política, y a ampliar la labor a nivel de las bases, con miras a fortalecer la democracia en todos los espacios sociales” (RECID 2005).
“La globalización no puede y no debe pisotear la condición de cada persona y de cada comunidad, pues al hacerlo frustraría la posibilidad de que cada pueblo mantenga vivos sus ritos, su mística, su cultura, sus propias formas de ver la vida y el mundo. No puede haber una colonización mundial. Por lo tanto, el ámbito local sigue siendo un espacio privilegiado para la calidad de vida, el respeto por la naturaleza, el (re)conocimiento del otro. El creciente fenómeno de pobreza, miseria y exclusión social se remonta a la crisis económica mundial de 2008, la que también tiene un carácter social, ambiental y representa un paradigma de valores. Para combatir la crisis resulta esencial preservar una identidad local y regional: con el pan asegurado en las mesas de todas las personas, con la palabra y el mensaje, con derechos y ciudadanía, con el proyecto, la esperanza, el futuro y la utopía” (Heck, op. cit.).
Los desafíos son numerosos y se sitúan en el horizonte de cada día. A lo largo de su historia, Latinoamérica, a través de la movilización popular, las experiencias de cada comunidad y sus movimientos sociales, como asimismo, en especial durante las últimas décadas, a través de gobiernos populares democráticos respaldados por organizaciones sociales y proyectos de desarrollo progresistas y sostenibles, ha ofrecido respuestas a sus problemas históricos y ha servido de referencia para el mundo.
Dowbor, L. (1995): Da Globalização ao Poder Local: a Nova Hierarquia dos Espaços.
Heck, S. (2010): Políticas de Emprego e Inclusão social: o Pão, a Palavra e o Projeto – Políticas redistributivas de Renda orientadas ao Desenvolvimento local.
Leal, M. and Frei Görgen, S. (2015): A Hora e a Vez de um Programa Camponês.
RECID (2005): Programa de Formação de Educadoras/es Populares e Nucleação de Famílias.
Sachs, I.; Lopes, C.; Dowbor, L. (2010): Crises e Oportunidades em Tempos de Mudança, Documento de Referência para as atividades do núcleo Crise e Oportunidades no Fórum Social Mundial Temático – Bahia.
Selvino Heck se dedica profesionalmente a la educación popular, es fundador del Centro de Asesoría Multiprofesional. Fue asesor especial del gabinete del Presidente Lula (2005-2010). En la actualidad es asesor especial de la Secretaría General de la Presidencia de la República, coordinador de la RECID y Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional de Agroecología y Producción Orgánica.
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