Timothy Ireland
Brasil
Resumen – En el seminario de 2015, celebrado con posterioridad a la publicación del nº 81 de Educación de Adultos y Desarrollo, se debatió sobre el tema de las comunidades y la educación de adultos. La percepción que surgió de las discusiones es la de la comunidad como espacio de aprendizaje con recursos que frecuentemente requieren un empoderamiento, y como “un compromiso compartido entre sujetos singulares, que hay que renovar permanentemente, y del cual ellos se hacen solidariamente responsables”.
En el seminario virtual de ICAE celebrado en 2015 se debatió sobre las comunidades, y se concluyó que es preciso tender puentes entre las necesidades locales y los compromisos mundiales. ¿Cuál es el vínculo entre ambos, en caso de que exista alguno? Las comunidades, tanto grandes como pequeñas, se ven claramente influidas por nuestras metapolíticas, tales como los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la Educación para Todos. ¿Ocurre lo mismo en el sentido inverso? ¿Acaso se escucha la voz de las comunidades al formularse las metapolíticas, o éstas se plantean simplemente como metas que hay que alcanzar?
El seminario virtual se celebró entre el 25 de febrero y el 20 de marzo, y la intención era debatir sobre las comunidades, tomando como punto de partida cuatro artículos incluidos en el número 81 de 2014 de Educación de Adultos y Desarrollo (EAD): el artículo de Alfonso Torres Carrillo sobre ”Viejos y nuevos sentidos de comunidad en la educación popular”; el de Astrid von Kotze sobre “Vrygrond en un mundo en permanente cambio…”; el de Venant Nyobewe sobre “De cómo los batwa llegaron a ser aceptados”; y por último, el trabajo de Anna Pluskota y Monika Staszewicz, titulado “De la vulnerabilidad a la resiliencia: modelo de aprendizaje comunitario basado en recursos”. Una publicación anual tiene sus ventajas e inconvenientes. En el lado negativo, es una tribuna algo estática cuando se trata de debatir; de ahí la importancia del seminario virtual para ampliar y profundizar nuestro análisis, enlazar los compromisos mundiales con las prácticas locales, y tender puentes que permitan vincular las necesidades locales con el Marco de Acción de Belém de la CONFINTEA y la agenda de desarrollo y educación para después de 2015.
La comunidad es uno de esos descriptores polisémicos que tienen diversos significados para distintas personas, y cuya definición supone una difícil tarea. Ya nos hemos referido a las comunidades horizontales y verticales, en las cuales se pone el acento en el territorio común que ocupan, o bien en los intereses que comparten, dichas agrupaciones. Con el advenimiento de la era digital, hemos inventado las comunidades virtuales y las redes sociales. El ICAE podría describirse a sí mismo como una comunidad virtual con algunos elementos de verticalidad. Monica Simons se refi rió a AVAAZ, una organización no gubernamental (ONG) virtual y de alcance mundial, y a las campañas que emprende. Una de las evidentes conclusiones que se desprendieron del debate fue que nuestro interés se centra en las comunidades como un proceso y no como un estado. Las comunidades ocupan nuevos espacios —físicos y virtuales— y congregan a nuevos actores. Como señala Alfonso Torres, “las comunidades no se supondrían como estructuras dadas de una vez por todas, sino que estarían en un proceso de permanente evolución y aprendizaje”. Por otra parte, Huber Santisteban Mattos, profundizó en el concepto de comunidad, incluyendo a la Madre Tierra, aparte de los seres humanos, en su definición. Se trata de un progreso fundamental en el concepto antropocéntrico de la comunidad como una actividad meramente humana. Shirley Walters destacó la importancia de concebir la comunidad como un conjunto de valores relacionados con la solidaridad y no solo como un espacio geográfico.
Muchos de los autores que colaboraron nos advierten sobre el peligro de creer que la comunidad es buena y positiva per se, y que debe ser valorada por sus cualidades inherentes. Existen comunidades cuyos valores, prácticas, creencias y principios distan de ser elogiables. Comunidad no es necesariamente sinónimo de democracia y de participación, al igual que ONG tampoco es sinónimo de total transparencia y horizontalidad. Aun cuando el término “comunidad” puede emplearse en un sentido amplio y genérico —la comunidad educativa o la comunidad de aprendizaje—, durante el seminario el concepto fue usado con una connotación más técnica y política. Como comenta Torres: “[conviene que consideremos] una perspectiva que retome el sentido político, ético, crítico y emancipador de lo comunitario, lo cual podría observarse en la solidaridad y el compromiso entre sujetos singulares”. De ahí que la percepción que surgió de nuestros debates fue la de la comunidad como un espacio de aprendizaje con recursos que frecuentemente requieren un empoderamiento, y como “un compromiso compartido entre sujetos singulares, que hay que renovar permanentemente, y del cual ellos se hacen solidariamente responsables”.
Este mismo ethos comunitario ha estado siendo asediado durante los últimos cuarenta años o más, al afrontar una creciente ola de neoliberalismo inspirada en las políticas propagadas por Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Tony Judt sugiere, en un tono más bien pesimista, que “En los últimos treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material hasta el punto de que eso es todo lo que queda de nuestro sentido de un propósito colectivo” (2010). Sin embargo, añade que “El estilo materialista y egoísta de la vida contemporánea no es inherente a la condición humana” (ibíd.). En opinión de John Stuart Mill: “La idea de una sociedad en la que los únicos vínculos son las relaciones y los sentimientos que surgen del interés pecuniario es esencialmente repulsiva”. Judt apunta a la confianza, la solidaridad y el propósito común como elementos centrales en cualquier iniciativa colectiva: una clara conciencia de poseer intereses y necesidades comunes, a la cual se contraponen el miedo y la inseguridad. Los ejemplos descritos en el número 81 de EAD, desde Latinoamérica hasta Sudáfrica, desde India hasta Burundi, y desde Cuba hasta Afganistán, entre muchos otros, sugieren que las comunidades siguen resistiéndose a aceptar estructuras de poder más amplias, promoviendo el aprendizaje, empoderando a sus miembros y fomentando nuevas tendencias con respecto a la sociabilidad, las iniciativas colectivas y las percepciones de la democracia.
Tal vez deberíamos concluir siguiendo el ejemplo del filipino Ramón Mapa y recordar la advertencia de Bob Dylan: “La línea está trazada, y marcado el destino, los lentos ahora serán rápidos más tarde; como lo ahora presente más tarde será pasado, el orden se desvanece rápidamente; y el ahora primero más tarde será el último, porque los tiempos están cambiando”.
Judt, T. (2010): Ill Fares the Land. London: Penguin Books.
Timothy Ireland es profesor asociado de Educación de Adultos en la Universidad Federal de Paraíba, en João Pessoa (Brasil). Entre 2004 y 2007 ocupó el cargo de Director Nacional de Educación de Adultos en el Ministerio de Educación, y entre 2008 y 2011 trabajó para la UNESCO como coordinador de la CONFINTEA VI. Desde el 2013 ha sido miembro del consejo editorial de la revista Educación de Adultos y Desarrollo.
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