Nosotros, los participantes en la conferencia internacional sobre educación de adultos y reducción de la pobreza, celebrada en la Universidad de Botswana, Botswana, entre el 14 y el 16 de junio de 2004, la cual convocó a ONG, ministros gubernamentales, organizaciones internacionales, educadores de adultos, académicos, funcionarios encargados de formular políticas, y profesionales del área del desarrollo provenientes de 45 países de todo el mundo:
Hemos notado con preocupación que, como se señaló en el Informe Mundial de Seguimiento sobre Educación para Todos (EPT), existe el riesgo de que muchos de nuestros países no alcancen sus metas de reducción de la pobreza tal como se acordó en los Objetivos de Desarrollo para el Milenio (ODM). Hemos notado asimismo que en el informe de EPT se indica que sólo una minoría de los documentos estratégicos sobre reducción de la pobreza (DERP) por país han identificado a la educación de adultos como parte de su estrategia de reducción de la pobreza, a pesar de que existen crecientes evidencias de la contribución de aquella al objetivo de lograr que la gente supere la indigencia.
En esta declaración estamos aplicando las recomendaciones propuestas inicialmente por la Red Temática sobre Educación de Adultos y Reducción de la Pobreza del Instituto de la UNESCO para la Educación (IUE) en la revisión a mitad de período de la CONFINTEA, que tuvo lugar el año 2003 en Tailandia, Bangkok, y complementamos el llamamiento a actuar y a asumir responsabilidades formulado en esa oportunidad, recomendando ahora i) integrar al IUE y a las ONG especializadas en educación de adultos en todos los programas, conferencias y cumbres que se refieran a la educación; y ii) declarar que los ODM deben vincularse a los alumnos adultos, como también a los niños.
También compartimos la inquietud manifestada en los recientes foros sociales mundiales y en otras campañas internacionales en cuanto a que:
(…) la diversidad y la democratización se encuentran en riesgo debido a la pobreza y la desigualdad, a la pandemia del VIH/SIDA, al deterioro del medio ambiente, a la discriminación basada en el género, a la exclusión social, al desempleo y a la marginación de la alfabetización y la educación básica de adultos, situación que se ve empeorada por las consecuencias negativas de la globalización. (Declaración de Pietermaritzburg, 2002)
La pobreza obstaculiza el acceso a la educación, y se agrava cuando la educación es insuficiente. El 70 % de los pobres del mundo son mujeres. Otras personas marginadas que sufren desproporcionadamente los rigores de la pobreza son los pueblos indígenas, los discapacitados, los migrantes e inmigrantes, y las personas infectadas con el VIH/SIDA. La educación de adultos en todos los niveles constituye un elemento esencial para compensar anteriores insuficiencias educacionales y para dotar a las personas de los conocimientos, la capacidad de entendimiento y las aptitudes necesarios para una participación sostenible en un mundo en constante cambio. Percibimos la pobreza como un fenómeno complejo, y la educación de adultos contribuye a desarrollar una cultura de aprendizaje que permite romper el círculo endémico de pobreza en las comunidades pobres. La inversión del sector público en educación de adultos disminuye los costos de la salud precaria, las aptitudes insuficientes y la falta de participación en la sociedad y en la economía. La reducción de la pobreza es un elemento de importancia decisiva en la política de educación de adultos, el cual debe ir asociado a un compromiso político con el desarrollo económico y comunitario, ya que es un enfoque integrado que abarca a varios organismos el que permitirá construir futuros sostenibles. Creemos que las políticas de los donantes en materia de aprendizaje permanente deben incluir todos los niveles de educación para el desarrollo de conocimientos, valores y aptitudes que propicien medios de subsistencia sostenibles, además de la participación en todos los niveles de la sociedad. Sin embargo, una educación de adultos exitosa requiere un progreso ascendente, desde las bases, en el diálogo con los propios pobres. Es menester que las políticas, los programas y la legislación reflejen esta situación y reconozcan que la pobreza no puede resolverse sin la participación activa de quienes viven en la pobreza.
En consecuencia, este encuentro de académicos, educadores de adultos, responsables de formulación de políticas y profesionales del área del desarrollo, a la cual asistieron funcionarios gubernamentales, de instituciones educacionales y de capacitación, de ONG, de redes y organizaciones internacionales de educación de adultos, expresa su compromiso con la reducción de la pobreza y el empoderamiento de los pobres en todas las regiones del mundo.
Instamos encarecidamente a los gobiernos para que trasformen la educación en un aspecto central de sus políticas de reducción de la pobreza y asignen recursos a todas las formas de educación de adultos.
También instamos a los organismos donantes a que apoyen la investigación en el área de la educación de adultos con miras a la reducción de la pobreza de manera de incorporar el desarrollo de políticas en la agenda principal e influir en este proceso.
A fin de asegurar que esta declaración se traduzca en acciones, proponemos que se establezca una red mundial que surja de los contactos de la Conferencia, la cual pueda preconizar, promover mediante cabildeo (lobby) y compartir iniciativas para reducir la pobreza.
Específicamente, la acción de los gobiernos, los investigadores y la sociedad civil debería incluir los siguientes enfoques e iniciativas:
Con el objeto de garantizar que las acciones sean objeto de un seguimiento proponemos que en la CONFINTEA VI, que se celebrará el año 2009, se presente y analice un informe temático sobre educación de adultos y reducción de la pobreza.
Esta declaración fue redactada por los organizadores de la Conferencia en base de las recomendaciones formuladas durante la misma y en posteriores intercambios de mensajes electrónicos con miembros de la lista de correos de la reunión.
Fuente: Educación de Adultos y Desarrollo, número 63, 2004, pp. 91– 95